Los guatemaltecos defienden su democracia. No los dejemos solos
Un centro de votación en San Juan Sacatepéquez durante la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en agosto. Credit…Luis Acosta/Agence France-Presse — Getty Images
Cuando visité Guatemala en mayo de 2022, el sentimiento de desesperanza era palpable. El gobierno del presidente Alejandro Giammattei había desatado una feroz persecución contra los funcionarios de la justicia anticorrupción. En febrero de ese año, Virginia Laparra, fiscala de la Fiscalía Especial contra la Impunidad, fue detenida junto con otros cuatro abogados anticorrupción; todos fueron recluidos en la misma celda de la cárcel militar Mariscal Zavala de Guatemala.
En 2017, Laparra presentó una denuncia administrativa contra Lesther Castellanos, juez del que sospechaba que había filtrado detalles confidenciales de un caso a un colega. Ahora Castellanos la había denunciado por abuso de autoridad.
Cuando llegué, todos menos Laparra habían sido puestos en libertad, a la espera del juicio. Durante nuestra conversación en la cárcel, recitó varios argumentos jurídicos: “los funcionarios que tengan conocimiento de alguna irregularidad están obligados a presentar una denuncia”. Fue una desgarradora muestra de erudición. No la estaban reteniendo porque alguien creyera en serio que había cometido un delito. Estaba encarcelada en represalia por sus intentos de combatir la corrupción; en diciembre, fue sentenciada a cuatro años de prisión.