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Ignatieff y el ‘sentidiño’

Lo mejor de acudir a un foro para compartir con expertos es descubrir la importancia de lo que ignoramos

Alberto Núñez Feijóo, en su intervención en el Foro La Toja-Vínculo Atlántico EFE

Estaba abstraído en mis pensamientos sobre el Imperio Romano, cosa que comparto con González Pons, cuando los jefes me enviaron a cubrir el Foro La Toja-Vínculo Atlántico que concluyó el sábado. Fue una experiencia apasionante encontrar a tanta gente sabia, incuestionablemente experta, y comprobar que todos compartimos la misma actitud humana: el despiste. No hay como acudir a estas reuniones para darte cuenta de que lo importante no es lo que sabes, sino lo que ignoras.

Lo destacó García Page, que admitió que no sabe lo que va a hacer Sánchez. Y Núñez Feijóo, que se acogió al testimonio de Page, pese a que el líder del PP era el único que venía con una certeza bajo el brazo: la de que le faltaron tres ‘síes’ para gobernar España. Pero tampoco lo saben los empresarios, los diplomáticos, los economistas, los banqueros -pese a que Juan Carlos Escotet, el dueño de Abanca, tuvo una de las intervenciones más sólidas- y, muchísimo menos, los periodistas. En el mapa de calor del optimismo destacan, más que los políticos, los que están apalancados en la transición ecológica. Mario Ruiz-Tagle, el CEO de Iberdrola España, hace honor a su origen chileno (que compartimos) y a su larga experiencia brasileña y exhibe convicciones telúricas sobre el futuro de las renovables. Como Ruiz-Tagle habla con voz tonante, resulta muy convincente como profeta de la buena nueva y trae el optimismo de serie.

Destaco a Ruiz-Tagle porque fue el auténtico contrapunto de la que, para mi gusto, fue la mejor intervención, la de Michael Ignatieff. El discípulo de Isaiah Berlin vino -¡cómo no!- a hablar de su libro -‘En busca de consuelo’ (Taurus, 2023)- y a empaparse de la política española. Fueron 20 excitantes minutos. Ignatieff dijo que venía a hablar de la esperanza, pero en realidad era la desesperanza. Empezó por la natalidad. De cómo se ha desplomado «por razones buenas» (el aumento de la renta, la creciente conciencia de las mujeres de sus derechos, la tecnología médica), pero también «por la pérdida de la esperanza». «¿Cómo fue posible que las mujeres alemanas de 1945 no sólo reconstruyeran sus viviendas sino que dieran a luz la cohorte más numerosa del siglo XX?», se preguntaba. Porque miraban al pasado, a sus abuelas, y pensaban en la continuidad de la especie. Hoy no sólo hemos perdido la esperanza en el futuro, sino también en el pasado, ya que dejamos de aprender de él.

¿Tenemos futuro? Hoy, el panorama es apocalíptico. La democracia agoniza con los populistas, el cambio climático nos achicharra, la economía no se está quieta. Dice Ignatieff que hay que establecer «políticas de esperanza que nazcan de abajo a arriba», que hay que mirar el vaso medio lleno, que ya hemos hecho la mitad del camino de la transición ecológica. Y tiene claro que no hay que hacer caso a los verdes, la expresión política del ecologismo: «Acaban con la esperanza en vez de mantenerla». Y citó a Vaclav Havel: «La esperanza no es creer que algo saldrá bien, sino que algo tiene sentido», eso que los gallegos llaman ‘sentidiño’.

 jmuller@abc.es

 

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