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Beatriz Pineda Sansone – El legado de Antoine de Saint-Exupéry: El arte de vivir

20 curiosidades sobre la vida y obra de Antoine de Saint-Exupéry

 

Antoine de Saint-Exupéry se nos presenta como un espíritu reflexivo que opone al dogmatismo rígido e intransigente un conjunto de símbolos coordinados de forma lógica, que se   explican unos por otros. El método es muy viejo. Su propósito es formar pensadores independientes deseosos de llegar por su propio esfuerzo a comprender la verdad. Los espíritus convencidos y propensos a meditación se niegan a limitarse al aspecto superficial de las cosas y su ambición es profundizarlo todo. Para estos aspirantes a la Iniciación, ha expresado Oswald Wirth (2021), todo cuanto afecta nuestros sentidos constituye un enigma que podemos descifrar. Ellos buscan el significado del espectáculo que les ofrece el mundo y se lanzan en suposiciones arriesgadas. Han de abrirse paso a través de la enredada maraña de concepciones mal venidas, para alcanzar con pena el Oriente de donde brota la luz. Si el Iniciado pide la luz es tan solo para poder cumplir mejor con la tarea que le corresponde. El trabajo es, según Saint-Exupéry, la justificación de su propia existencia. La función crea el órgano y no somos más que instrumentos constituidos en vista de una tarea que debemos realizar. Trabajar bien es vivir bien, y vivir bien es, sin duda, un ideal que nos propone la vida. Se trata de aprender la teoría para luego ejercitarnos en la práctica del Arte de vivir: objetivo de la iniciación masónica.

Antoine de Saint-Exupéry expresa en el capítulo primero de “Piloto de Guerra”, editada en 1942, que a la edad de quince años resuelve con paciencia su problema de geometría. Acodado sobre el negro pupitre utiliza con destreza el compás, la regla, el transportador… La rama de un árbol se mece suavemente al sol… Siente placer al disfrutar de ese sol, como al saborear ese olor infantil de pupitre, de tiza, de tablero negro. Se “recluye con tanta alegría en su infancia tan protegida.  Lo sabe muy bien: primero está la niñez, el colegio, los compañeros, luego llega el día en que hay que pasar exámenes. En que se atraviesa con el corazón encogido, cierto portal, más allá del cual, de repente, se es un hombre. Entonces se pisa con mayor firmeza la tierra. Uno ya se abre camino en la vida. Los primeros pasos de su camino. Ensayará por fin sus armas en adversarios verdaderos. La regla, la escuadra, el compás, los usará para construir el mundo o para triunfar sobre los enemigos”.

Cito: “Comprendo, por primera vez, uno de los misterios de la religión de la que salió la civilización que reivindico como mía: “Cargar con los pecados de los hombres… Y cada uno de nosotros carga con los pecados de todos los hombres”, expresa” (Piloto de Guerra).

Con estas palabras Saint-Exupéry expresa la estricta observancia de la ley moral, ilumina a quien quiere trabajar.

 “Una catedral, expresa: es mucho más que una suma de piedras”. Es geometría, la ciencia del “Gran Arquitecto del Universo” y arquitectura.

“No son las piedras las que la definen, es ella la que enriquece a las piedras con su propia significación. Estas piedras se ennoblecen por ser las piedras de una catedral. Las piedras más diversas constituyen su unidad. La catedral absorbe hasta las gárgolas más gesticulantes en su cántico”.

La idea fundamental de Saint-Exupéry, como expresa en “Piloto de Guerra” es la construcción de un edificio humanitario; que requiere el uso de la regla, de la escuadra, del compás y del transportador.  Los hombres son los materiales vivientes y deben labrarse ellos mismos, para luego ajustarse armónicamente, formando un edificio único, verdadero Templo de la Belleza que nunca llega a concluirse. Su secreto es el del labrado de la piedra humana, destinada a pasar de su estado primitivo, grosero e inutilizable al edificio humanitario, al estado de materiales encuadrados y pulidos a la perfección.

“Hay que restaurar al Hombre. Él es la esencia de mi cultura. Él es la llave de mi Comunidad. Él es el principio de mi victoria. Pero el éxito es mucho mayor cuando consiste, para liberar al hombre, en hacerlo reinar sobre sí mismo. Liberar a este hombre sería enseñarle la sed, y trazar el camino hacia un pozo” (“Piloto de Guerra”). Desde el punto de vista simbólico el pozo reviste un carácter sagrado en todas las tradiciones, porque representa una síntesis de tres órdenes cósmicos: cielo, tierra, infiernos; de tres elementos: el agua, la tierra y el aire; es una vía vital de comunicación. El pozo es el símbolo de la abundancia y la fuente de la vida.

Vemos, entonces, como Antoine de Saint-Exupéry se convierte en buen Constructor inspirado por el amor, único poder iniciático efectivo: Así dice en el cap. XXV del “Principito”: “Los ojos son ciegos. Se tiene que buscar con el corazón”.  Y en “Ciudadela”, su obra póstuma (aparte 198) expresa: “La nostalgia del amor es el amor. Y estás ya salvado cuando intentas emigrar hacia el amor”. “Yo en el silencio de mi amor, observé bien a mis jardineros y a mis hilanderas de lana. Noté que se les daba poco y se les pedía mucho”. “Yo construí el imperio en el corazón de mis centinelas obligándoles a andar los cien pasos sobre las murallas” (apartes 194-195).

 Quien ama profundamente se perfecciona, merece ser amado y atrae a las tres Hermanas que le hacen sabio, fuerte y sensible. Seamos artistas cada cual en su esfera. Procuremos corregir la fealdad en todas nuestras acciones y, ante todo, en nosotros mismos.

“Me importa poco si me ignoran o me odian, a condición de que me respeten como camino hacia Ti… No soy muro, sino  operación de semilla que extrae de la tierra ramajes para el sol”, (aparte 219),expresó en “Ciudadela”.

Las herramientas necesarias para construir el mundo serán:

  1.    La regla es el instrumento por excelencia de la construcción, y por lo tanto de la manifestación universal. Como tal, se utiliza en el simbolismo masónico, especialmente en el grado de obrero de la Iniciación. Es ella la que permite establecer el plan director del edificio y verificar su ejecución correcta. La regla simboliza el perfeccionamiento, es también el instrumento de la construcción del yo espiritual, la forma de una espiritualidad.
  2.  En la medida que indica varias dimensiones, la horizontal y la vertical, la escuadra simboliza el espacio. Pero como no sirve más que para dibujar figuras cuadradas o de ángulos rectos, simboliza también la rectitud y el respeto de las leyes y las reglas.
  3.  El compás, expresan J. Chevalier y A. Gheerbrant, ha sido considerado entre nosotros como el emblema de las ciencias exactas, del rigor matemático frente a la fantasía imaginativa, frente a la poesía. Sin embargo, tanto en el esoterismo occidental como en la China antigua, el compás –generalmente asociado a la escuadra- es un importante símbolo cosmológico, en cuanto sirve para medir y trazar el círculo, mientras que la escuadra sirve para trazar el cuadrado. Es en la escuadra y el compás, dicen los Legistas, donde está la perfección del cuadrado y del círculo.

Dante ha cantado al Dios Arquitecto: “El que con su compás marcó los límites del mundo y reguló dentro todo lo que se ve y todo lo que se esconde” (Paraíso, 19,40-42). El compás y la escuadra han sido, en la edad media, los emblemas de la mayor parte de las corporaciones: “El Gremio, ha dicho Guénon, no prohibía llevar el compás más que a los zapateros y a los panaderos”.

En el capítulo II de su siguiente obra titulada “El Principito”, editada en 1943, presenciamos el viaje del piloto y su aterrizaje forzoso en el desierto de Sahara tras la descomposición del motor de su avión. El narrador piloto cuenta que, al brotar el día, lo despertó de un salto como herido por un rayola grata vocecita de un extraordinario hombrecito que le pedía el dibujo de un cordero. El niño no parecía perdido, ni muerto de cansancio, ni de hambre, ni de sed, ni muerto de miedo. En absoluto tenía el aspecto de un niño perdido en el desierto. El niño repite su petición varias veces, como si se tratase de una cosa muy seria: “Quiero un cordero que viva mucho”, expresó.

Si analizamos esta solicitud desde el punto de vista religioso del autor, ese cordero, que tanto desea el niño. no es otro que “El cordero de Dios que quita los pecados del mundo”.

Y, en efecto, se trataba de la descomposición del hombre, más bárbaro que humano. Pues se estaba suscitando la Segunda Guerra Mundial acaecida entre los años 1939 y 1945.

Si revisamos el contenido simbólico del niño, comprenderemos que el narrador-piloto requiere su infancia, la época más feliz de su vida, pero también nos está proponiendo una iniciación, una renovación espiritual. Infancia es símbolo de simplicidad natural, de espontaneidad, y este es el sentido que le da el taoísmo: “A pesar de vuestra avanzada edad, tenéis el frescor de un niño” (Chuang-tse,  c. 6). El niño es espontáneo, apacible, concentrado, sin intención, ni reserva mental (Lao-tse, 55, comentado en Chuang-tse c. 23). El simbolismo se utiliza en la tradición hindú, donde el estado de infancia se llama balya: es, igual que en la parábola del reino de los cielos, el estado previo a la obtención del conocimiento. La imagen del niño puede indicar una victoria sobre la complejidad y la ansiedad, así como la conquista de la paz interior y la confianza en sí mismo (J. Chevalier y Alain Gheerbrant, 2018).

Luego expresa en el capítulo XXV de “Piloto de Guerra”: … “Comprendo el sentido de la humildad. Esta no es denigración de sí mismo. Es el principio mismo de la acción. Si me responsabilizo de la falta, reivindico mi poder de hombre. Puedo actuar sobre aquello a lo que pertenezco. Soy parte constituyente de la comunidad de los hombres. Así, pues, hay alguien en mí contra quien lucho para engrandecerme. Ha sido necesario este difícil viaje para que así yo distinga en mí, mal que bien, al individuo contra quien lucho del hombre que crece. El individuo no es más que un camino. Sólo cuenta el Hombre que lo toma.

“Terminado mi trabajo, he embellecido el alma de mi pueblo”. Así concluye Antoine de Saint-Exupéry “Ciudadela”, su obra final.

 

Mi nombre es Beatriz Pineda Sansone. Nací en la ciudad de Maracaibo, Venezuela. De niña era inquieta, llena de arrojo. Admiraba a nuestro Arturo Uslar Pietri, quien conducía el programa televisivo Valores Humanos. Su ejemplo ha sido mi norte. Gracias a mis hijas he realizado grandes aventuras a favor de los niños. Creé el Taller Literario Infantil Manzanita que devino en Fundación en 1985. Más tarde, con motivo del nacimiento de un nuevo diario en Maracaibo, fundé Azulejo, el periódico de los niños del diario La Verdad –primera etapa-. Extendí el Programa La Hora del Cuento a centros de arte, museos, universidades, colegios y McDonald’s Padilla de la ciudad con el fin de cultivar en los niños el amor por la lectura, y todas sus destrezas cognitivas, afectivas y psicomotoras.

Más tarde, en 1996, obtuve el título en Filología Hispánica con el premio Summa Cum Laude en la Universidad del Zulia. Cursé estudios de postgrado (2000-2003). Me convertí en articulista de los diarios venezolanos Economía Hoy, Panorama y El Universal.

Soy autora de: Las Memorias del Maestro Ramiro (1979); Desde otro rayo (1992). Universidad del Zulia; Los ojos de la montaña (2011). Entrelíneas Editores, España; La Hora del Cuento. Enseñar a razonar a los niños a través de la lectura de cuentos (2015). Ediciones de la Torre, España; El Principito y los Ideales. Defensa de la libertad, del amor y del razonamiento (2017). Editorial Verbum, España; La Aventura nunca imaginada de un lápiz (2018). Fundación editorial el Perro y la Rana. Venezuela; Una niña de mi edad (2019). Editorial Tandaia, España. Malika, la más pequeña de la manada (2021). Europa ediciones. Roma.

En la actualidad desarrollo una intensa labor a favor de la lectura a través de las redes sociales: @beapinpaz.escritora, los chats Aventuras Literarias y Café Lectura. 

 

 

 

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