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Cristina Casabón: España invertebrada

Para los nuevos héroes provincianos ya ha pasado el tiempo de España, su Constitución y sus grandes construcciones metafísicas

Por nuestros gustos y deficiencias, al igual que Cioran, algunos estamos hechos para vivir en un imperio que se agrieta. El régimen del 78 fue diseñado con cierto civismo y aliento espiritual, pero no previno la grieta subterránea del particularismo. El diseño institucional del 78 no es el problema principal, como dicen sus defensores, sino las mentalidades. España nunca ha sido capaz de arrinconar la provincia y por eso estamos condenados. «¡Castilla! ¡Castilla! ¡Castilla! Madriguera de recios hombres; tus castillos muerden el polvo», exclamaba Unamuno.  problema de fondo es que España está siendo diseñada por unos grandes campesinos: las élites vascas y catalanas.

Asistimos a la desarticulación acelerada del «proyecto sugestivo de la vida en común», en la definición de la nación por Ortega en ‘España invertebrada’. Nuestro filósofo sitúa el problema unos siglos atrás, el reinado de Felipe II es la cumbre y la desintegración le precede junto a su leyenda negra. Para Ortega el proceso de dispersión peninsular, los regionalismos y nacionalismos que surgen en 1900 son la prolongación de la pérdida del imperio. En 1921 escribe que el particularismo probablemente ya no tenga solución. Durante el siglo XX se opone a una división en dos Españas diferentes «por razones de futuro dentro del Estado».

Pero España carece ya de autoridad positiva e instrumentos legales para hacer frente a las fuerzas de disgregación, éstas han avanzado vertiginosamente desde la periferia al centro. Castilla ha hecho y deshecho España, dice Ortega. Y la ha vuelto a hacer. La fuerza al castellano le viene de que ha sido la cabeza de esa lucha permanente. La saga de los empecinados nació en el 78 como una sinfonía del constitucionalismo y hoy van camino de ser unos cadáveres exquisitos. Para los nuevos héroes provincianos ya ha pasado el tiempo de España, su Constitución y sus grandes construcciones metafísicas. La rueda gira de nuevo y cada gran ciudad volverá a su movida localista y su patetismo nacionalista.

He aquí la verdadera caspa, la españolísima y surrealista caspa de vermú barato, la mentalidad provinciana. Si una piensa seriamente en el asunto aboga por la balcanización. Pero esta ruptura sería demasiado dramática y en realidad ya enterraron la república catalana en 2017. La maldición de nacer en una España en declive permanente es que hay que actuar siempre con altura de miras, porque aquí no hay sino victorias pírricas, solo se abandera una causa muy antigua y noble. Las manifestaciones deben ir en sentido positivo, manteniendo la dignidad de la causa. Hay que tener, ya dijo Unamuno, una grandeza espiritual como la de Cervantes para llevar la mutilación (de España) con grandeza. Hay hombres y batallas para todas las épocas y siempre gana quien conquista el imaginario colectivo, quien sabe leer la mentalidad de su tiempo. Y nuestro Ortega, por mucho que algunos le pintasen bigote, es nuestro ilustrado más moderno y universal. Toda causa común y noble promueve genios.

 

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