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El colapso de la academia americana

En EE.UU., un moralismo científico aberrante está destruyendo algunas de las instituciones más reputadas del mundo

Las universidades americanas llevan sumidas en una crisis desde hace varias décadas. Quienes acaban de descubrir la dictadura ‘woke’ como causa omniexplicativa llegan tarde. En el año 1994, Harold Bloom, catedrático de Teoría de la Literatura de la Universidad de Yale, publicó ‘The Western Canon’, un agudísimo volumen en el que reivindicaba las jerarquías epistémicas y la autonomía de la literatura frente a quienes aspiraban a politizarlo todo. Lo importante es el poema, y no la causa que inspira el poema.

 

El canon occidental - Bloom, Harold - 978-84-339-0521-5 - Editorial Anagrama

Y Occidente, por supuesto, y menos aún los autores (y las autoras) que configuran su canon literario, no son un instrumento de dominación capitalista. El profesor Bloom acertó al lamentar la manera en la que muchas buenas cabezas decidieron dilapidar valiosas categorías con siglos de historia para dar acomodo a ciertas neurosis moralizantes. Hace treinta años de aquello.

El pasado sábado, Elizabeth Magill, rectora de la Universidad de Pensilvania, dimitió después de comparecer en la comisión educativa del Capitolio junto a las rectoras de Harvard y el MIT. Las tres fueron incapaces de censurar sin matices la escalada de discursos antisemitas que están teniendo lugar en los campus americanos y dieron innumerables rodeos para responder a una pregunta bastante simple: «Pedir el genocidio de los judíos, ¿supone una violación del código de conducta de su universidad?», interrogó la política republicana Elise Stefanik, quien a su vez es antigua alumna de Harvard. Ninguna de las tres rectoras respondió que sí.

Muchas personas han celebrado la dimisión de Magill y ahora apuntan a Claudine Gay y Sally Kornbluth, sus homólogas de Harvard y MIT. En mi opinión, las tres académicas hicieron exactamente lo que debían al defender, por encima de todo, la libertad de pensamiento y expresión en una universidad. Los discursos antisemitas son deleznables y merecen una explícita reprobación, pero EE.UU. no contempla los delitos de odio en su legislación y la libertad de expresión es un derecho singularmente blindado en la Primera Enmienda de la Constitución americana. El problema no es lo que hicieron las tres rectoras el martes en la comisión educativa del Capitolio, sino la caza de brujas que se lleva tolerando durante décadas en los campus que presiden.

Una universidad es un lugar en el que la libre circulación de ideas no sólo debe tolerarse, sino que debe fomentarse activamente. En EE.UU. la falta de pluralismo ideológico en los campus y la proliferación de un moralismo científico aberrante está destruyendo algunas de las instituciones investigadoras más reputadas del mundo. El ‘sapere aude’ que Kant le tomó prestado a Horacio no era un guiño retórico: pensar entraña siempre riesgos y molestias. Y el pensamiento es algo que sólo se puede ejercer desde una irrestricta libertad. También para ofender y, por supuesto, para equivocarse.

 

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