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Clifton Ross: Carta abierta a mis amigos chavistas en los Estados Unidos y Venezuela

e_clifton_rossEl poeta y activista estadounidense Clifton Ross escribió una carta en inglés dirigida a sus amigos militantes del proyecto político de Hugo Chávez, publicada por Dissident Voice. A continuación podrán leer una versión en español que fue enviada en exclusiva a Prodavinci, junto a la solicitud del propio autor para que fuera publicada en nuestro portal. Ross representó a Estados Unidos en el II Festival Mundial de Poesía en 2005 coordinado por el gobierno venezolano. Desde entonces estuvo muy vinculado con el proceso revolucionario bolivariano y su difusión internacional. Algunas de sus ideas sobre la Revolución Bolivariana pueden verse aquí: 

 http://www.aporrea.org/autores/rossclif/

EL TEXTO ORIGINAL EN INGLÉS PUEDE LEERSE AL FINAL DE ESTA TRADUCCIÓN CASTELLANA:

A MIS AMIGOS CHAVISTAS

Clifton Ross

Sé que para muchos de ustedes éste es un momento muy difícil y lo entiendo.

Todo aquello en cuanto creyeron y por lo que lucharon parece estar en riesgo. Así mismo, sé que muchos deben estar haciendo un examen de conciencia. Y eso también lo entiendo: he pasado los dos últimos de mi vida años volviendo sobre mis pasos, tratando de entender la naturaleza del proyecto bolivariano que apoyé alguna vez y las razones por las cuales lo apoyé.

Me enamoré de Venezuela cuando estuve allí como representante de Estados Unidos en el II Festival Mundial de Poesía, en 2005, y es por eso que me atrevo a escribirles ahora: apoyé y continúo apoyando la idea de una Venezuela libre de cualquier dominio internacional, sea de Estados Unidos, China o Cuba. Continúo apoyando un proyecto nacional que sea capaz de construir paz, libertad, justicia y unidad de todos los venezolanos. Pero desde abril del 2013 dejé de creer que ése fuera el proyecto del chavismo.

Durante nueve años apoyé a la Revolución Bolivariana y el proyecto del Presidente Hugo Chávez: un Socialismo del Siglo XXI que sería distinto a la pesadilla del socialismo del XX, distinto al “socialismo real”. Un bloque antiimperialista de países latinoamericanos que se unirían solidariamente contra el capitalismo internacional y a favor de la construcción de una definitiva independencia económica, política y cultural.

Apoyé la idea del desarrollo endógeno, una versión de la industrialización sustitutiva de importaciones que Venezuela pondría en práctica desde cero, utilizando estructuras descentralizadas como los consejos comunales y las cooperativas de trabajadores, así como centros de salud locales, centros comunales y de producción social. Todo esto dirigido por la sociedad y financiado por la gran cantidad de dinero petrolero que ingresa masivamente al país.

Apoyé la democracia participativa y protagónica, con la cual el pueblo sería capaz de derribar el viejo Estado corrupto y construir un Estado comunal con sus propios esfuerzos, remplazando la democracia representativa con acciones democráticas directas, así como la eliminación de la pobreza, el analfabetismo y, lo más importante, de la corrupción, ese azote de la Nación. De hecho: el azote de todos los Petro-Estados.

Apoyé las propuestas de Hugo Chávez durante más de nueve años, aunque finalmente reconocí que él había fallado en casi todos los puntos. Su propuesta naufragó en medio de la corrupción, la ineptitud, la mala administración y la falta de seguimiento de gran parte de los proyectos. Y, para colmo de males, esos quince años de chavismo, financiados por el mayor boom petrolero en la historia de Venezuela, dejaron al país económicamente peor de lo que estaba antes.

El gran proyecto de transformación social probó ser tan sólo otra aspiración populista de un caudillo que hizo poco por redistribuir el poder al Pueblo y terminó creando una nueva élite, desperdiciando sus recursos, destruyendo la infraestructura y arruinando a la Nación.

Empecemos con el Socialismo del Siglo XXI y su colorario: el desarrollo endógeno. ¿Recuerdan cuando se hablaba de eso? ¡Han pasado tantos años!

Si logramos superar el montón de retórica que hoy rodea a la idea de “Socialismo del Siglo XXI”, lo que encontramos es un vacío gigantesco. Si socialismo significa (como lo define Marx) un “nuevo modelo de producción”, es posible afirmar que no existe en Venezuela producción socialista ni de ningún tipo.

Según las estadísticas del Banco Mundial, Venezuela es el país número 186 de los 189 peores países para hacer negocios en el mundo, sólo superado por Sudán del Sur, Libia y Eritrea.Las estadísticas dejan claro que la única cosa que ha logrado el Gobierno Bolivariano, bajo el mandato de Hugo Chávez y de Nicolás Maduro, es destruir la producción capitalista sin proponer nada a cambio.

En resumen: el Socialismo del Siglo XXI es el primer “socialismo” en el mundo sobre una base de no-producción y de superexplotación de mano de obra extranjera, lo que se traduce en materia prima importada. De hecho: la categoría “desarrollo endógeno” ha desaparecido del discurso oficial porque los controles de precios y de divisas han hecho imposible cualquier tipo de desarrollo económico local. ¡Incluso los empresarios capitalistas que intentaron continuar con su modelo de producción fallaron!

Algunos de ustedes, amigos, podrían pensar que esto es bueno porque un negocio capitalista, de cualquier tipo y sea cual sea, es malo. Sin embargo, sé que la mayoría de ustedes reconoce que, al menos hasta conseguir una manera eficiente de poner en práctica un nuevo modo de producción, estamos, esencialmente, atrapados en el capitalismo.

Y también sé que gran parte de ustedes, inteligentes como son, reconocen que cualquier nuevo modo de producción se desarrolla gracias a la producción capitalista. Así que, en cierto sentido, nuestro interés es proteger la producción capitalista hasta que consigamos una manera de socializarla, por así decirlo… si es eso lo que queremos hacer: eso que no hicieron ni Chávez ni Maduro.

Al contrario: hoy Venezuela es más dependiente de las importaciones que en cualquier otro momento de su historia. Pero además está en peores condiciones para pagar esas importaciones, su infraestructura se está cayendo a pedazos y el aparato productivo ha visto una caída de hasta un 80% tan sólo en este año. Y de acuerdo con Roger Palacios, coordinador del Sector Alimentos de la Unión Nacional de Trabajadores, medio millón de personas han sido llevadas al desempleo y doscientos mil a condiciones precarias, todo como consecuencia de la crisis económica actual.

Y esto son apenas fragmentos de toda la información publicada en los pocos medios independientes que quedan en Venezuela, apenas unos días antes de la elección del 6 de diciembre. La hegemonía mediática del Gobierno Bolivariano ha convertido en rarezas a los diarios independientes y a cualquier otro tipo de medio libre. Pero, si se vive en Venezuela, ya no es necesario leer los periódicos para  entender que el país está viviendo una catástrofe económica, reflejada en una caída del PIB en 9% en los últimos cuatro meses del 2015. La gente simplemente lo vive. Y el próximo año, de acuerdo con la mayoría de los economistas, esto va a ser peor.

Es cierto que la caída del precio del petróleo tuvo algo que ver con estos problemas, pero ésa no fue la causa. Antes de que el precio del crudo se fuera por el precipicio, en agosto de 2014, tres prestigiosísimas universidades autónomas en Venezuela (Universidad Católica Andrés Bello, Universidad Central de Venezuela y la Universidad Simón Bolívar) habían publicado su Estudio sobre las condiciones de vida en Venezuela 2014 [ENCOVI], donde se demuestra que ya el año pasado la pobreza se ubicaba en 48%, tres puntos por encima del 45% registrado en 1998, cuando Hugo Chávez llega al Poder. Y algo todavía más significativo: la pobreza extrema subió de 18,7% a 23,6%. Y apenas dos millones de personas (de los casi treinta millones de venezolanos) afirmaron ser beneficiarios de las famosas “misiones” de Chávez.

Según algunos estimados que he leído, más de un trillón de dólares han pasado por las manos del Gobierno Bolivariano ¿Qué hicieron con todo ese dinero? ¿Cómo es que hay un incremento en la pobreza, después de un boom petrolero histórico? Arabia Saudita y otros Petro-Estados (también corruptos)  tuvieron la sensatez de ahorrar el dinero durante la década que duró el boom petrolero de este siglo. ¿A dónde se fue todo ese dinero en Venezuela? Según algunos chavistas, como Nícmer Evans, al menos doscientos billones de dólares salieron a través de la corrupción, utilizando un control cambiario que fue diseñado precisamente para frenar la fuga de capitales.

Sin embargo, son las políticas económicas de Hugo Chávez, continuadas por Nicolás Maduro, las causantes de tal despilfarro de dinero y no esa “guerra económica” imaginaria a  la que el gobierno le achaca todos los problemas actuales.

Muchos economistas concuerdan en que la inflación es resultado del continuo incremento de la oferta monetaria. Las nacionalizaciones y expropiaciones de empresas e industrias que estaban operativas (como, por ejemplo, la industria del cemento) han destruido la productividad en Venezuela. Todas las industrias que han sido nacionalizadas están produciendo a un 25% de su capacidad. Solamente referentes del capitalismo como Empresas Polar y algunas otras resaltan como empresas productivas y hoy son atacadas constantemente por el gobierno. Como alguna vez leí: “en realidad es en las zonas populares donde la crisis económica ha golpeado con su mayor furia, pulverizando los salarios, drenando los mercados y condenando al aparato de los sectores productivos públicos y privados a una parálisis que devasta al empleo y tiende a inflar las importaciones”[1].

Muchos de mis amigos chavistas que viven en Venezuela lo saben, así que puede parecer que no es necesario que siga extendiéndome. Sin embargo, aquellos que no han visitado el país en años recientes o quienes han ido en esos ingeniosos “tours revolucionarios”, donde van al cuidado de un “verdadero creyente” desde el aeropuerto y durante todo el camino, sin tener chance de ver la realidad ni conocer a gente de la oposición, puede que no sepan de qué estoy hablando.

Quizás sea hora de conocer a esa oposición tan atacada. Muchos sólo se han sentado a tener una conversación de corazón con alguien de su propia familia, alguien a quien consideran un “pobre ignorante opositor” que “no puede ver lo que está pasando en el país”. Pero nunca han querido sentarse y hablar sinceramente con un “escuálido”, un “apátrida”, uno de esos “fascistas de la ultraderecha”, un “golpista”, alguien que no pertenezca al selecto círculo de los conocidos. Eso no es algo que hagan los verdaderos revolucionarios, ¿cierto? Esos miles de descalificativos que existen entre ustedes y los opositores han hecho muy difícil el diálogo y ya parece imposible quitar las etiquetas e intentar ver realmente a la persona que tenemos delante.

Así que me permitiré hablar un poco de algunos opositores. Empecemos, por ejemplo, con la recién electa diputada Tamara Adrián, la primera persona transgénero que en todo el continente forma parte de una Asamblea Nacional. Adrián es parte de la llamada Mesa de la Unidad Democrática y miembro de Voluntad Popular, ese partido considerado por el chavismo como de “ultraderecha” pero que se ve a sí mismo como socialdemócrata (incluso: es parte de la Internacional Socialista). Sí: estoy hablando del partido fundado por Leopoldo López, ese “golpista de ultraderecha” que hoy cumple una condena de 13 años y 9 meses de cárcel por enviar “mensajes subliminales” de traición a la Patria, pero que yo creo que está en prisión porque, simplemente, en Venezuela no existe separación de poderes y cuando el Presidente le dice a un juez que envíe a alguien a prisión, a prisión va. Así de sencillo.

La diputada Tamara Adrián no ha logrado que el Gobierno Bolivariano le reconozca su nueva identidad. Espera que eso que ella y muchos otros ven como una amplia coalición democrática empiece a implementar legislaciones y políticas efectivas que le otorguen a la población sexodiversa varios derechos que han sido negados por la Revolución.  Y está dispuesta a luchar por eso. Mientras lo hace, encuentra el apoyo de una buena cantidad de “viejos camaradas”: en la oposición hay, al menos, media docena de partidos socialdemócratas, izquierdistas y democrático socialistas que trabajan desde el corazón de la coalición. Sin duda, coincidirá con gente de corrientes tan diversas como Américo de Grazia o Andrés Velásquez, de La Causa R (siendo este último  quien supervisó todo el proceso del presupuesto participativo de Ciudad Guayana, cuando fue Gobernador del estado Bolívar); o con alguien como Ismael García, político y líder sindical del ya mutado Movimiento al Socialismo (MAS) y durante un tiempo militante del chavismo; o con Jesús “Chúo” Torrealba, un hijo de padres comunistas que hoy es el actual Secretario General de la coalición, quien pasó de ser periodista radical a liderar la estrategia de la oposición para convertirla en una opción democrática al autoritarismo chavista en ascenso.

Mientras eso sucede, cada vez es más difícil abordar todos los elementos que conforman la narrativa chavista sobre la realidad. Hay un enorme territorio ficticio que es necesario (des)cubrir al intentar acceder a la realidad venezolana. Cada vez es más difícil usar la palabra revolución para nombrar lo que sucede en Venezuela, a no ser que me refiera a la ya lejana revolución democrática de 1958. Usar una palabra como revolución para describir el proceso populista del caudillo Chávez y de su sucesor escogido a dedo, Nicolás Maduro, sería como referirse a la Unión Soviética de Yosef Stalin como algo que se parece a lo que yo creo que es el comunismo.

Y es cierto: en ambos casos la discrepancia fue resuelta por una completa redefinición de los términos: la antes liberadora palabra comunismo [es decir: un (mítico) estado de la propiedad y producción común sin la coacción de los trabajadores por parte de un Estado] se convirtió en una dictadura burocrática, muy lejos del poder democrático. Y es así como el “Socialismo del Siglo XXI” ha llegado a convertirse en la definición de un desastre económico que fue capaz de arruinar a un país que alguna vez fue conocido como la Venezuela Saudita y era visto por muchos como la única nación latinoamericana que entraría al Primer Mundo.

Aquel país se parecía más a la Venezuela que Chávez propuso construir desde el Proyecto Bolivariano, pero que fue incapaz de materializar.

Se sabe que en todo Petro-Estado cuando el precio del crudo es alto a todos les va bien, pero cuando bajan todos sufren. Es eso que Javier Corrales llamó el fenómeno del Ax and Relax (hacha y descanso) y tiene lugar tanto en los gobiernos de socialdemócratas como en los de «ala derecha», los demócrata-cristianos. El asunto es que Venezuela perdió buena parte de las ganancias del boom petrolero porque Chávez permitió la corrupción y clientelismo para mantener a su gente bajo control, llenando el sistema legal con cómplices. Son muchos los funcionarios cuya credibilidad está comprometida. Una lista sería demasiado larga, pero basta el ejemplo reciente del sonado caso de un presunto tráfico de drogas en el cual están involucrados familiares de Cilia Flores, la primera dama, que portaban pasaportes diplomáticos.

¡Hay tanto de qué hablar en Venezuela! Las preguntas que quedan por hacerse en conjunto deben responderse con franqueza. ¿Dónde nos equivocamos? ¿Por qué le dimos incondicionalmente un cheque en blanco a un líder político? ¿Qué perdimos cuando cambiamos una democracia liberal, con la separación de poderes y todos sus pros y sus contras, por una mal definida “democracia participativa y protagónica” que terminó excluyendo a la mitad de los venezolanos? ¿Por dónde se empieza a limpiar el desastre que Chávez y Maduro han ido dejando? ¿Cómo podemos hacer un humilde gesto de amistad con la oposición para trabajar juntos en reconstruir Venezuela?

¿Por dónde empezar? El chavismo honesto, desde mi visión, debe sentarse y dialogar con la oposición. Pero sobre todo empezar a enfrentar los hechos y asumir los fracasos: la Revolución Bolivariana falló.

♦♦♦

Clifton Ross es poeta, escritor y cineasta. En 2005 representó a Estados Unidos en el II Festival Mundial de Poesía de Venezuela. Su poemario Traducciones del silencio, publicado en español por la Editorial El Perro y Rana, fue reconocido con el PEN Oakland’s 2010 Josephine Miles. Su primera película fue Venezuela: Revolución de adentro hacia afuera, estrenada en 2008 por PM Press. También es autor de Until the Rulers Obey: Voices from Latin American Social Movements (coeditado con Marcy Rein). Su libro más reciente es The Map or the Territory. Actualmente trabaja en un nuevo libro: Home from the Dark Side of Utopia. Afirma que saldrá en julio de 2016, editado por AK Press, y que ahí detalla su total separación del proceso bolivariano de Venezuela. 

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EL TEXTO ORIGINAL EN INGLÉS:

 

To My Chavista Friends

First of all I know many of you must be doing some soul searching right now. I’ve spent the past two years retracing my steps and trying to understand the nature of the Bolivarian project I once supported and why I supported it.

The latter question I can easily answer: President Hugo Chávez proposed a “Twenty-First Century Socialism” that would be different from the nightmare socialism of the twentieth century, the “real socialism.” He proposed an anti-imperialist bloc of Latin American countries that would unite in solidarity against international capitalism in the construction of a definitive economic, political and cultural independence. He proposed “endogenous development,” a version of “import substitution industrialization” that would develop Venezuela from the ground up, using cooperative, decentralized structures, like community councils and worker cooperatives, locally-based health centers, community centers and socially-based and socially-directed production, all funded by the massive amount of oil money coming into the country. He proposed “participatory, protagonistic democracy” by which the people would be able to tear down the old, corrupt state and build a “communal” state with their own efforts, replacing “representative” democracy with direct democratic action. He proposed to eliminate poverty, illiteracy and, most importantly, corruption, the scourge of the nation—in fact, the scourge of all petro-states.

I supported all of that for over nine years, until I recognized that he had failed, on nearly every point. His project had wrecked on corruption, ineptitude, bad administration, and lack of follow-through on the great majority of projects. Worse, the 15 years of Chavismo, funded by the largest oil boom in history, left the country economically worse off than it was before. The great project of social transformation proved to be little more than another populist project of a caudillo that did little to redistribute power to the people, but only ended up creating a new elite.

Let’s start with “Twenty-First Century Socialism,” and its corollary, “endogenous development” (remember when they used to talk about that? It’s been many years…). If we manage to get past the mound of rhetoric that surrounds the idea of “Twenty-First Century Socialism,” we find an enormous empty space. If socialism means (as Marx might define it) a “new mode of production,” then I think I could assert without fear of contradiction, that it doesn’t exist in Venezuela: neither socialist production, nor any other kind. It’s clear from the statistics that the only thing the Bolivarian government under Chávez and Maduro has managed to do in the course of fifteen or so years is to destroy capitalist production in the country. In fact, the word “endogenous development” has long gone out of use because currency and price controls have made any sort of local economic development impossible. Even capitalists, hoping to turn a profit in the most business unfriendly environment in the world have been failing—but I exaggerate: it only ranks near the bottom, at 186 of a possible 189—South Sudan, Libya and Eritrea all beat Venezuela for first through third place as the worst countries to do business.

To sum up, “Twenty-First Century Socialism” is the first “socialism” in the world based on a mode of no production, and the super-exploitation of foreign labor in the form of imported commodities.

Now of course some of my friends might think this a good thing since, for them, “capitalist business” of any kind is a bad thing. And they’ll even tell me this, clothed in garments made by capitalist businesses, wearing glasses made by a capitalist firm, and sipping coffee grown, processed, delivered, and brewed by capitalist businesses. Those friends will be far more credible when they arrive at the café next time we meet, naked, or clothed in the skin of animals they hunted themselves, and bringing their own drink, which they drew from the wells they dug with their own hands.

The rest of my friends, the sane ones, recognize that until we can figure out how to efficiently implement a “new mode of production” we are essentially stuck with capitalism. Most of my smarter friends will even recognize that any new mode of production will in fact be developed out of capitalist production, so that it is, in a sense, in our interests to protect capitalist production until we begin to find a way to “socialize” it, as it were, if that’s what we wish to do. But that wasn’t the approach of Chávez or Maduro. I will refer my Chavista friends to my last book for the statistics, or the last article I was able to publish at Counterpunch online, but I don’t think anyone needs to read them to understand that there is no “endogenous development,” whether socialist, capitalist, or any other kind, in Venezuela today.

To the contrary, the country is more dependent than any time in its history on imports, but less able to pay for them; the infrastructure is falling apart, the productive apparatus of the country has seen an 80% drop this year alone, andaccording to Roger Palacios, coordinator of the Food Sector of the National Worker’s Union (UNT), half a million workers have been thrown into unemployment, and 200,000 into “precarious” conditions as a result of the current economy. You don’t need my book to read that. These were just two bits of information that came out in the few remaining independent newspapers in Venezuela in few days leading up to the December 6 election. And you know, with the Bolivarian government’s strategy of “media hegemony,” independent papers, or media of any kind, are rare these days. But you don’t even need to read the papers if you live in Venezuela to see that the country is living in an economic disaster, with GDP dropping 9% in the last quarter of 2015 alone. And next year, economists agree, it will be even worse.

Certainly the drop in the price of oil had something to do with these problems, but it wasn’t the cause of the problems. Even before the price of oil dropped off a cliff, in August 2014 three reputable and independent universities of Venezuela (Andres Bello Catholic University, the Central University of Venezuela and Simon Bolivar University) put out a study, “Poll on the Conditions of Life in Venezuela 2014” (ENCOVI, for its name in Spanish). At that time, poverty was at 48%, compared to 45% in 1998, but most significantly, extreme poverty rose from the pre-Chavez figure of 18.7% to 23.6%. Moreover, only 2 million of the 30 million Venezuelans said they were beneficiaries of the much-touted “Missions” of Chávez, and of those, only 20% could be categorized as in a condition of “extreme poverty.” The numbers today of those in poverty or extreme poverty are far, far higher.

So, more than a trillion dollars (some US$ 1 trillion 300 billion, according to estimates I’ve seen) have passed through the hands of the Bolivarian government, and what do they have to show for it? Increased poverty at the end of the boom. Saudi Arabia and other petro-states, corrupt as they are, had the sense to save money during the decade-long oil boom this century. Where did all the money go in Venezuela? According to Chavistas like Nicmer Evans, $200 billion went out through corruption, using the currency control itself, which was designed precisely to stop capital flight.

But it’s really the economic policies of the Bolivarian government, specifically, the economic policies of Hugo Chávez, and carried on by Nicolas Maduro, and not some imaginary “economic war” that is to blame for current problems—though I wouldn’t blame the business sector for fighting back against the relentless onslaught of attacks by the government over the past 16 years.

The inflation, most economists agree, is a result of the continuous increase in money supply; the nationalizations and expropriations of functional businesses and industries (like the concrete industry) has destroyed productivity: all the nationalized industries are now producing at around 25 or so percent of capacity. Only Polar Industries and a few others stand out in Venezuela as productive enterprises, and they are under constant attack by the government. And, as one writer put it, “it’s really in the popular (working and poor classes) zones where the economic crisis has hit with the greatest fury, pulverizing salaries and draining the markets and condemning the public and private productive apparatus to a paralysis that devastates employment and tends to inflate imports.”

My many Chavista friends who live in Venezuela know what I’m talking about, so I needn’t belabor the point. Those who haven’t visited the country in recent years, or who have gone on those nifty “Revolutionary” tours where they are handed from one “minder” to a “stooge” to a “true believer” all the way to and from the airport, never once having a chance to meet with the opposition, well, they might not know what I’m talking about.

But let’s meet this opposition, shall we? Many of you have only sat down to have a heart to heart talk with someone in your own family, a poor benighted oppositionist who “can’t see what’s happening in the country.” But you’d never want to sit down and have a sincere conversation with an “escualido” (quisling) or “apátrida” (countryless, i.e. traitor to the homeland), or “ultraderecha fascista (extreme right fascist) or “golpistas” (coup-plotters). That’s just not done by Chavistas, right? There are so many disqualifications between you and the Opposition that it seems impossible to clear them away to see the people.

So let me introduce you to one and let’s start with just-elected Tamara Adrian, the first transgender National Assembly person of the Americas. She is part of the Democratic Unity Roundtable, a member of that “ultraderecha” party, which happens to think of itself as Social Democratic and is part of the Socialist International, Popular Will (Voluntad Popular). Yes, that’s the party founded by Leopoldo López, the “ultra-derecha golpista” who is currently serving a 13-year-9-month sentence for sending “subliminal messages” of treason. He’s in prison because, as the Opposition is fond of pointing out, there is no longer a separation of powers in Venezuela, so the Executive (President) of the country can tell a judge to send someone to prison, and off they go. That simple.

Tamara Adrian hasn’t been able to get the Bolivarian government to recognize her new gender identity. She’s hoping that what she, and many others, view as a broad, democratic coalition will begin to implement legislation and policies, effective policies, to grant her rights denied by the “Revolution.” And while you’re at it, you’ll find a lot of your old comrades over there in the Opposition you can schmooze with since there at least six social democratic, democratic socialist and communist parties at the core of the coalition. No doubt you’ll run into Americo de Grazia and Andrés Velásquez from Radical Cause, the latter who started the whole process of participatory budgeting when he was ; Ismael Garcia, the politician and union leader from Movement to Socialism (MAS); red-diaper baby, Jesus “Chuo” Torrealba, as Secretary General of the whole schmear, and so many more.

But that brings me to another point—and I’m sorry if I leap around a bit, since it’s very difficult to touch on all the lies that make up the Chavista narrative about reality: One has an enormous fictional territory to (un)cover when attempting to arrive on Venezuelan reality. I no longer use that word, “revolution,” in relation to Venezuela, unless I’m referring to the Democratic Revolution of 1958. Using that word to describe the populist process under the caudillo Hugo Chavez and his hand-picked successor Nicolas Maduro would be akin to referring to Stalin’s Soviet Union as somehow resembling “communism.” Certainly, in both cases, the discrepancy was resolved by a complete redefinition of the terms: the formerly liberatory word “communist,” meaning a final (mythic) state of common ownership and production without the coercion of workers by a state, came to mean a bureaucratic dictatorship without even pretense of democratic or popular procedures or power. And now, at least now, “Twenty-First Century Socialism” has come to be the term for that disaster that has wrecked a country that was once called Venezuela Saudita and viewed as the only Latin American nation that would soon enter the “First World.” In those days, in fact, it looked an awful lot like the Venezuela Chávez proposed for the Bolivarian project, but never succeeded in making real.

There’s so much more to be said about all this, but let me propose something here. You may already know that as a petro-state when the price of oil is high, everyone does well in the country, and when it drops, everyone suffers. It’s what Javier Corrales calls the “Ax and Relax” phenomenon. It happens under the Social Democrats, and it happens under the “Right Wing” Christian Democrats alike. Because Chavez used the corruption in his government as a form of cronyism to keep his people under control, and hence allowed it to get completely out of control, especially as he packed the legal system with his cronies, Venezuela lost a huge portion of the money from the recent oil boom to the private accounts of the high-ranking Chavistas. Rafael Ramírez is now being linked to corruption; his sidekick at the U.N., Hugo Chávez’s dear daughter, the Rice Queen of Venezuela, Maria Gabriela Chávez is reputedly the richest person in the country, and, well, the list would be far too long to elaborate, especially if we got into the narcotics smuggling that relatives of the First Lady, Cilia Flores, were involved in, when they tried to smuggle 800 kilos of cocaine into the US on a plane flown by a pilot who was active Venezuelan military.

But you see, I did it again. There’s just too much to talk about, isn’t there? But that’s my proposal. Sit down and talk—to the Opposition. Face the facts: The “Bolivarian Revolution” is over. It failed. Then consider together the questions facing you. Where did we go wrong? Why did we unquestioningly give a blank check to a political leader? What did we lose when we traded liberal democracy with its separation of powers, checks and balances, and respect for minority opinions, for the ill-defined “participatory and protagonistic democracy” that excluded half the country? Where do we begin to clean up the wreckage Chávez and Maduro left behind? How can we make a humble gesture of friendship to the Opposition so we can work together to rebuild Venezuela? Where can we begin?

Clifton Ross is a writer and videographer. His book, Translations from Silence won the 2010 Josephine Miles Award for Literary Excellence from Oakland PEN and has just been published in Spanish by Editorial Perro y Rana, Venezuela. His film, Venezuela: Revolution from the Inside Out was released in 2008 by PM Press, publisher in 2014 of his Until the Rulers Obey: Voices from Latin American Social Movements, co-edited with Marcy Rein. His most recent book is The Map or the Territory. He’s currently working on Home from the Dark Side of Utopia (due out July 2016 by AK Press), which details his 180-degree turn on the Bolivarian process of Venezuela. He can be contacted at clifross1(at)yahoo.com.

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