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María José Solano: Ladrones de medio pelo

«Resulta más fácil montar un par de empresas fantasmas en internet y alquilar un avión a China para trapichear con mascarillas que robar usando el talento, como se ha hecho toda la vida de Dios»

José Luis Ábalos, salpicado por el caso Koldo JAIME GARCÍA

Los tapabocas de la pandemia comprados con el visto bueno de los ministros de turno y la vista gorda de los sinvergüenzas de siempre, están dejando un rastro de millones que despiertan los anhelos de oportunidad fácil en los ladrones del siglo XXI. Pero yo veo ahí otra evidencia en los fallos de nuestro sistema educativo, pues a fin de cuentas resulta más fácil montar un par de empresas fantasmas en internet y alquilar un avión a China para trapichear con mascarillas que robar usando el talento, como se ha hecho toda la vida de Dios. Y todo esto nada tendría que ver con la cultura de nuestro país ni con esta columna, si no fuera porque la reflexión surgió a raíz de una conversación que mantuve hace apenas unos días con un gran amigo mío escritor, bibliófilo y dueño de una de las bibliotecas más impactantes de este país.

Me decía este amigo, sentado cómodamente en su viejo sillón Oxford de cuero rojo, agitando un vaso de ‘whisky’, que el otro día habían entrado a robar. Decía esto abriendo tranquilo los brazos en un gesto que abarcaba los más de cuarenta mil volúmenes que colonizan un viejo piso en el centro de Madrid, de tal manera que hace tiempo que él y su familia decidieron dejar crecer la enredadera de papel impreso e irse a vivir a otra casa. «De todas maneras, no me extrañó que entraran los ladrones porque yo nunca cierro la puerta con llave».

Ante mi asombro sonrió pícaro, saboreando el momento. «Mira, no digo que lo tenga, pero yo podría tener aquí un tesoro incalculable repartido en diez o doce libros únicos en el mundo, pero ¿quién los iba a identificar? Nadie conoce ya el valor de un Mr William Shakespeare’s Comedies, Histories and Tragedies o a cuánto está el Manuscrito Voynich, ni distinguir la Biblia Douay-Rheims de la de Knox, ni por supuesto saber que con un libro de pájaros pintados (concretamente el de Audubon) podrías comprarte una isla (pequeña) en el caribe, como un Ian Fleming cualquiera. Hay que tener una vasta formación para ser un ladrón con aspiraciones de millonario en esta casa. Así que, revolvieron algunas estanterías y sólo se llevaron un monedero con unos pocos euros que tengo ahí para la propina del cartero». «En el fondo, concluye malicioso como un Moriarty inmortal, me encanta que ocurran estas cosas».

 

 

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