Remedio azteca para los océanos
Aunque suene colosal, la cifra de 14 millones de toneladas de minifragmentos plásticos que descansan en el fondo de los océanos palidece ante los 250 millones que flotan en su superficie y los 8,5 millones que se añaden anualmente.
Y descorazona saber que los Estados Unidos, China, Rusia, Brasil, India y Australia, principales culpables del problema, no se sumaron al compromiso firmado en septiembre de 2020 por los líderes de más de setenta Estados para revertir la pérdida de biodiversidad, evitando que en 2050 el plástico siga contaminando los océanos.
Desde hace años se habla de un Séptimo Continente formado por la acumulación de basura en el Pacífico Norte, cuya superficie se ha centuplicado en el último medio siglo hasta superar 3,4 millones de kilómetros cuadrados, según el Centro Nacional de Estudios Espaciales (CNES) de Francia.
Sus consecuencias negativas para el ecosistema marino son indudables, aunque, mientras tanto, un estudio del Centro Smithsonian de Investigación Ambiental sorprendiese al anunciar que tan enorme masa de desechos ha creado un ambiente favorable para que sobrevivan y se reproduzcan 37 especies de invertebrados -mejillones, camarones, ostras y anémonas de mar- como ya hicieron en los escombros del tsunami japonés de 2011 a la deriva hacia las costas estadounidenses.
Se trata, pues, de un entorno propicio el que proporciona la enorme masa de basura plástica almacenada por las corrientes y, como no se vislumbra la reducción y menos aún el fin de la contaminación, parece un factor a tener en cuenta en la lucha contra el problema, junto con las soluciones que se ensayaron en los últimos años.
El proyecto Ocean Cleanup, por ejemplo, que en 2018 intentó, sin éxito, erradicar la isla de desechos que flotaba entre California y Hawái, con una barrera de 600 metros alimentada por energía solar.
O el rascacielos submarino presentado por tres diseñadores serbios en el concurso anual de la revista eVolo: una Torre Eiffel invertida y autosuficiente, gracias al reciclaje de residuos; el Proyecto japonés Kaisei, apoyado por el Instituto Scripps de Oceanografía y la empresa Convanta, para procesar y reutilizar la basura como combustible diésel, o la gran isla habitable propuesta por el centro arquitectónico WHIM de Rotterdam, mediante la colonización de una masa semi compacta que al tamizarse con tierra y arena permitiría numerosas actividades e incluso alojar vastos contingentes humanos.
Que parece la más viable, inspirada en el ejemplo histórico de las chinampas (cerca de juncos en lengua náhuatl), el sistema de cultivo artificial en el lago de Texcoco, que sorprendió a los conquistadores españoles por su inmensidad y eficiencia para proveer de frutas, verduras y flores al medio millón de habitantes de Tenochtitlán, la espléndida capital azteca.
Declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, esas chinampas serían el modelo de superficies levantadas sobre la masa de basura, seccionadas con la maquinaria adecuada para formar bloques que se arrastrarían con barcos especializados hasta su destino final, en zonas costeras de microestados del Pacífico enfrentados a un peligro real de desaparición debido al aumento del nivel del mar.
Allí, en la culminación de una operación de múltiples beneficios, quedarían literalmente anclados en fondos poco profundos a resguardo de la intemperie, para desarrollarse en muy poco tiempo, consolidar la superficie y ganar espacios al mar, como ya lo hacían los indígenas mexicanos en el Anahuac antes de la llegada de Hernán Cortés.
PLANETA VITAL promueve el proyecto CHINAMPLAST, que podría financiarse de tres maneras, no excluyentes: el patrocinio de un mecenas o consorcio internacional, interesados en vincular su imagen de marca a una campaña de impacto mediático, tal vez en colaboración con los países ribereños del Pacífico – Estados Federados de Micronesia, las Islas Cook, Fiji, Kiribati, Nauru, Niue, Palau, Papúa Nueva Guinea, Islas Marshall, Samoa, Islas Salomón, Tonga, Tuvalu y Vanuatu- miembros de la Alianza de Pequeños Estados Insulares (AOSIS), una coalición de 42 Estados y observadores de los cuatro rincones del planeta; o por las Naciones Unidas a través de sus oficinas especializadas en asuntos ambientales.
Varsovia, marzo de 2024