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La guerra que TikTok oculta

Una controversia por esta red social en Estados Unidos pone en primer plano que el acceso a la información de los usuarios forma parte de la geopolítica. ¿Pero China es el único villano? Y, ¿qué tan protegida está América Latina en ese tema?

TikTok

 

 

A mediados de marzo, la Cámara de Representantes de Estados Unidos votó, por mayoría, un proyecto de ley para prohibir el uso de la red social TikTok en ese país. Muchos han calificado de insólita esa medida. Para evitarla, esta plataforma deberá separarse de la firma matriz ByteDance porque, argumentan los legisladores, en manos de esta se ha convertido en una poderosa herramienta para que el Gobierno chino espíe y manipule políticamente a más de 170 millones de estadounidenses.

De acuerdo con el diario The New York Times, esta votación es el más reciente acontecimiento de una “guerra fría” que, desde hace años sostienen Estados Unidos y China. El objetivo es controlar tecnología valiosa, “desde los chips informáticos hasta la inteligencia artificial”, escriben los analistas David McCabe y Sapna Maheshwari.

Como respuesta, el 14 de marzo Wang Wenbin, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores chino, dijo en rueda de prensa que ese hecho “coloca a Estados Unidos en el lado opuesto de los principios de competencia leal y las reglas de comercio internacional”.

Con respecto a los motivos de seguridad nacional que señala el gobierno estadounidense, Wenbin afirmó que si estos “pudieran utilizarse para reprimir arbitrariamente a las empresas destacadas de otros países, no habría equidad ni justicia en absoluto. Es pura lógica de ladrones intentar, recurriendo a todos los medios posibles, apropiarse de todas las cosas buenas de los demás”.

Además, defendió a su Gobierno frente a la acusación de que TikTok capta datos personales de ciudadanos estadounidenses con propósitos políticos. “Nunca hemos exigido ni exigiremos a empresas o individuos que recopilen o proporcionen datos ubicados en países extranjeros al gobierno chino en violación de las leyes locales”, subrayó. También aseguró que Estados Unidos no tiene “ninguna evidencia de que TikTok amenace la seguridad nacional”.

Esta red social, creada por ByteDance en 2016 con el nombre de Douyin, tuvo un auge inusitado durante la pandemia. Un grupo de académicos liderado por Carlos Trejos-Gil, de la Universidad Católica Luis Amigó, de Colombia, expone que tan solo en diciembre de 2020 hubo más de 56 millones de nuevas descargas y, para inicios de 2022, ya era la quinta aplicación con más descargas a nivel global. Hoy sigue siendo una de las redes sociales más usadas. Tan solo en 2023 tuvo más de 1.500 millones de usuarios en el mundo, según datos de Business of Apps.

En un artículo titulado “Adicción a la red social TikTok en jóvenes universitarios colombianos”, el equipo de Trejos-Gil la define como una red horizontal “donde puedes consumir y compartir todo tipo de contenido”. Así mismo, considera que esta plataforma “satisface la necesidad del usuario de expresarse, sentirse realizado, interactuar y, sobre todo, escapar de la realidad”. La mayoría es gente joven: el 41% tiene entre 16 y 22 años.

Otro equipo de investigadores colombianos, encabezado por Jaime Wilches, reconoce que uno de los atractivos de esta plataforma es el algoritmo. En efecto, este permite determinar los gustos y preferencias de las personas “en función de sus interacciones con la aplicación, aunque implique riesgos de un contenido que genere adicciones y problemas de salud mental”.

El impresionante auge de TikTok no ha pasado desapercibido en las contiendas electorales de varios países. Wilches y su grupo señalan, en el artículo “Emociones políticas y narrativas prototípicas: TikTok en las campañas políticas”, que en América Latina el salvadoreño Nayib Bukele se convirtió en uno de los primeros presidentes en aprovechar este potencial.

En la lista también están el expresidente de Ecuador Guillermo Lasso y Gustavo Petro, actual mandatario de Colombia, quien presentó una campaña atractiva, informal y no convencional. Esta buscaba apelar a emociones colectivas y que la ciudadanía sintiera cercano al candidato, por lo cual TikTok fue clave a través de “la empatía con el lenguaje y símbolos de lo cotidiano, de lo popular”, escriben los académicos. Por lo tanto, los autores señalan su “capacidad de captar votantes”. Lo cual, como analizan los investigadores, ha logrado crear “una identificación colectiva y de autorrepresentación de la Generación Z”, y de paso superar a Google como principal fuente de información de esos jóvenes.

En ese mismo sentido la abogada Cynthia Solís, experta certificada en materia de protección de datos personales, dice que la verdadera causa de la votación en la Cámara de Representantes estadounidense es política. “Estados Unidos tiene miedo de que a través de este canal salga información de los ciudadanos norteamericanos y sea mal utilizada, sobre todo con fines político-electorales”. Piensa que ese temor tiene fundamento, porque los seres humanos somos manipulables. “Está comprobado que las plataformas, dependiendo de la información que te vayan enviando, te pueden manipular. Lo más inocuo es impulsarte a la compra de ciertos bienes y servicios”. De hecho, TikTok es altamente atractiva y enganchadora.

Otros, sin embargo, piensan que hay otro factor determinante en la decisión congresional de Washington. De acuerdo con el diario El País, que el usuario promedio de esta red pase hora y media al día viendo videos se debe, en mucho, a su “potentísimo algoritmo de recomendación”, el cual se vuelve peligroso en contextos electorales.

Hiram Camarillo, cofundador y director ejecutivo de Seekurity, coincide con esta interpretación. Para él, la defensa de la seguridad de los estadounidenses ante una amenaza china es un pretexto. “Lo que ellos buscan, más que nada, es ese algoritmo que otras redes sociales no han logrado obtener”, dice. Estados Unidos quiere desarrollar plataformas que puedan generar ese mismo nivel de atracción hacia los usuarios para “recolectar más información tanto de nacionales como de los internacionales”.

Y existen aún más interpretaciones. Para Juan Carlos Lara, director ejecutivo de Derechos Digitales, si TikTok es una plataforma disruptora lo es porque proviene del país que más cuestiona “el alcance hegemónico” estadounidense. Según datos de Statista, Estados Unidos es la nación con la mayor cantidad de usuarios de TikTok, con más de 148 millones. Ello representa el 44% de su población total. Es seguida por Indonesia, con más de 126 millones de usuarios; Brasil, con más de 98 millones; México, con más de 74 millones y Vietnam, que rebasa los 67 millones. Lara asegura que, en realidad, para la política de Washington está bien que exista una explotación masiva de datos personales. “Lo que no quieren es que lo haga una empresa no estadounidense”.

 

 

Infografía: El meteórico ascenso de TikTok | Statista

 

 

Además está el factor competencia. Para Natalia Zuazo, periodista experta en política tecnológica y digital, se trata de una “disputa por una carrera tecnológica que hasta hace tiempo Estados Unidos venía, entre comillas, ganando o estaba más adelantado”. Sin embargo, China ha crecido tanto que hoy le pelea tecnológicamente, no solo a nivel de hardware, es decir, de equipos, sino a nivel software, de sistemas informáticos. Hasta antes de la aparición de TikTok las marcas “que dominaban la mente de las personas eran estadounidenses, pero si hoy vos decís TikTok, que es una empresa china, esa marca ya te dice algo”.

Por su parte, Lara dice que el caso de TikTok en Estados Unidos es paradigmático debido a que muestra “un importante nivel de transferencia de datos de forma transfronteriza, es decir, de un país a otro”. Para Camarillo, esos datos personales son “un activo muy importante”, porque permiten, por ejemplo, que las empresas generen ingresos. También para que los cibercriminales lleven a cabo ataques tipo phishing o vía SMS con el fin de hacer recaudaciones financieras. “Si tú caes en este tipo de fraudes, las instituciones bancarias no tienen por qué devolverte tu dinero, porque al final de cuentas tú proporcionaste esos datos”.

Y también está la otra cara de la moneda. Mientras en el Congreso de Estados Unidos critican que el Gobierno chino pueda usar los datos personales de los ciudadanos de ese país, un proyecto estadounidense de Tools for Humanity Corporation ha despertado preocupación en varios países porque escanea el iris de la gente a cambio de criptodinero. Se trata de Worldcoin, desarrollado entre otros por Sam Altman, quien está detrás de los proyectos OpenAI y del ChatGPT. En su sitio web afirma que solo buscan distinguir a los humanos de los bots para servicios en línea. Sin embargo, Zuazo asegura que se trata de un caso “de una gravedad inusitada”.

Worldcoin se presenta como “un proyecto multifacético con una ambiciosa misión: construir la red humana más grande del mundo para mejorar la confianza en línea y el acceso a la economía global”. Uno de sus planes es avanzar “hacia el código abierto”. Está compuesta por una comunidad “creciente” de casi 4.5 millones de “seres humanos únicos” en los cinco continentes.

El problema es que la gente decide entregar la información de su iris “por una cuestión económica”, porque estas empresas saben que en muchos países hay grandes necesidades, explica Zuazo, autora del libro Guerras de internet. “Por eso vienen a Latinoamérica o a África y no van a Bélgica”, dice la periodista. Lo peor, subraya, es que “somos un experimento biométrico de unos niños ricos de California”.

El 6 de marzo, la Agencia Española de Protección de Datos fue enérgica. Exigió a Tools for Humanity Corporation dejar de escanear el iris de ciudadanos. De acuerdo con el sitio Observatorio Blockchain, la Agencia Argentina de Acceso a la Información Pública (AAIP) también está tomando cartas en el asunto e investiga posibles afectaciones a los derechos reconocidos por la Ley 25.326, por el tratamiento de datos personales de Worldcoin en ese país. También ha sido suspendido en Kenia y Portugal.

Además, Worldcoin ha despertado alertas en otras naciones. Por ejemplo, Observatorio Blockchain asegura que la Agencia Francesa de Protección de Datos tiene dudas “sobre la legalidad de la recopilación de datos”, al igual que la oficina del Comisionado de Información de Reino Unido, que aseguró que realizarán consultas sobre el proyecto. En Alemania ocurre una situación similar.

Los datos personales biométricos son el nuevo tesoro al que aspiran gobiernos, corporativos e, incluso, cybercriminales. Implican un arma potente para quien los posee. Las leyes y regulaciones, aunque en muchos casos son buenas, siempre están un paso atrás del desarrollo tecnológico. La verdadera solución a este problema es la educación digital para que la gente comprenda lo que implica ceder con facilidad esa información. El riesgo es tan grande que, de acuerdo con Camarillo, hoy en día sería más fácil que la gente regalara sus claves de acceso a sus datos biométricos, “porque esas contraseñas las puedes cambiar, pero el iris no”.

Pero, ¿qué tan protegidos estamos los latinoamericanos en cuanto a nuestra información? Los expertos difieren en este punto. Por un lado, Solís asegura que en México, por ejemplo, las leyes son casi tan buenas como las europeas. Por otro, Camarillo piensa que a pesar de todo, la regulación solo existe en papel. “Esa es una de las razones por las que se dan las fugas o los robos de información”, afirma.

En esa misma línea, para Lara la protección de datos personales en América Latina es paradójica. Dice que muchos países han avanzado en reglamentos y legislaciones, como Argentina y Chile, aunque esa protección se ve minada porque se mantienen prácticas comerciales y estatales de recopilación de grandes volúmenes de información que superan la necesidad o el propósito para el que se recogen. “En ese sentido, parece que no avanzamos tanto como se supone que lo estamos haciendo”.

En todo caso, América Latina seguirá siendo un protagonista pasivo de esta historia, en la medida en que se mantenga a la zaga de los avances tecnológicos y solo contribuya al fenómeno con sus millones de usuarios potenciales, que además, por sus circunstancias de bajos ingresos y educación, son especialmente vulnerables. Los gobiernos tienen la palabra.

 

 

 

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