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¿El comienzo de una historia?

Este 7 de abril, los partidos Amarillos por Chile y Demócratas suscribirán un pacto electoral para enfrentar juntos las elecciones de octubre próximo. Lo llaman “Centro Democrático”.

 

Una conocida afirmación de Friedrich Nietzsche señala “vuestro honor no lo constituirá vuestro origen, sino vuestro fin”. El filósofo se refería, naturalmente, al honor de casta enfrentado al honor de una obra realizada y evaluada al término de una vida, pero refleja un criterio que tiende a dominar el pensamiento occidental: el de que no importa tanto como comienzan las cosas sino como terminan. Una idea, o quizás un sentimiento que, por ejemplo, está presente también en el título de la obra de Shakespeare “Bueno es lo que bien acaba”. ¿Por qué se tiende a privilegiar el final sobre el comienzo?  Una respuesta la dio Isaiah Berlin al definir la historia como una “proyección mental hacia el pasado”, significando con ello que se tiende a interpretar los acontecimientos del pasado a partir de los efectos que ellos tuvieron sobre quienes hacen esa interpretación. Así, esos efectos, o el final de la historia desde el punto de vista de quien la mira, construye la historia misma.

Pero seguramente esas no son más que convenciones, maneras de ver las cosas porque no habría historia posible, buena o mala, si no supiéramos cómo ha comenzado. Nada viene de la nada y ese origen no puede sino explicar por qué ciertas cosas se dan como se dan y por qué ciertos actores actúan como actúan o reaccionan como reaccionan frente a ciertos estímulos. Pero sobre todo el comienzo, el momento en que algo se inicia, es muy importante pues nos da indicios acerca de la necesidad de que algo ocurra.

Este 7 de abril, los partidos Amarillos por Chile y Demócratas suscribirán un pacto electoral para enfrentar juntos las elecciones de octubre próximo. Lo llaman “Centro Democrático”. ¿Es el inicio de una historia? Sí, puede serlo. Depende de la necesidad que venga a cubrir y de los efectos que su desarrollo pueda llegar a tener en nuestra sociedad y en nuestra política.

¿Qué necesidad está llamado a cubrir este pacto? La necesidad de una organización política que exprese a un electorado que hasta ahora se ha mantenido alejado de los extremos de nuestra política nacional y ha actuado en cada oportunidad electoral como una fuerza moderadora de esos extremos. Ese electorado se constituyó ya en la segunda mitad del siglo pasado y ha tendido a ser reconocido como “centro político”.

Le negó a Allende la mayoría que necesitaba para materializar legislativamente su programa socialista al comenzar los años setenta y le negó a Pinochet los votos que necesitaba para imponer en el plebiscito de 1988 el Sí que le habría permitido prolongar su régimen por ocho años más. Le dio el triunfo a la Concertación de Partidos por la Democracia y le restó su apoyo, para dárselo a gobiernos moderados de derecha, cuando esa Concertación se escoró hacia la izquierda renunciando a su esencia original. Rechazó el extremista y refundacional proyecto de Constitución elaborado por la Convención, pero también rechazó el proyecto elaborado por el Consejo Constitucional cuando quienes lo apoyaban no pudieron demostrar que no era un proyecto de extrema derecha.

Esta fuerza electoral, que se sitúa entre el 35% (a veces más a veces menos) que ha venido obteniendo la izquierda desde la elección de Salvador Allende y el 45% (a veces más a veces menos) que ha venido obteniendo la derecha desde el plebiscito de 1988, ha tenido partidos que la han representado: el Partido Radical durante un período, la Democracia Cristiana posteriormente. Hoy, en medio de la polarización a que llevó la renuncia de la Democracia Cristiana a esa posición central y a la extinción de la Concertación de Partidos por la Democracia a que llevaron los gobiernos de Michele Bachelet, ese electorado de centro carece de representación.

En el contexto de la polarización se han multiplicado partidos que han buscado llenar el vacío en el centro político y en las últimas elecciones han proliferado candidatos no comprometidos con los extremos que han saltado a la palestra en solitario. Ninguno de esos partidos ha demostrado un arraigo verdadero en el electorado de centro, más allá de episodios aislados y sólo explicables en medio del caos de los últimos años. Y los parlamentarios que han surgido de candidaturas independientes sólo han contribuido a aumentar ese caos.

Ahora es el turno de Amarillos y Demócratas. Formados por personas que se habían mantenido como independientes y por conocidas figuras que fueran militantes de la DC, del radicalismo o de sectores socialdemócratas del Partido por la Democracia y el Partido Socialista, los dos partidos que hoy firman un pacto se reclaman como herederos de la tradición de centro y de la Concertación de Partidos por la Democracia. El camino que hoy inician busca demostrar que eso es verdad, que ellos pueden recoger y expresar la votación de centro que ha sido decisiva durante todos los episodios electorales de las últimas décadas en nuestro país.

Para ello deberán probarse en las elecciones de octubre. Ese será su momento de la verdad. Un momento que deben enfrentar solos para probar ante el país y ante ellos mismos su valía electoral. No necesitan más de un 10% de los votos en la próxima elección de concejales para demostrar esa valía. Quizás menos bastaría para dejar de manifiesto que sí pueden constituirse en la expresión de ese electorado moderador de los extremos, pero también impulsador de reformas en la medida de lo posible y necesario, como ocurrió con la Concertación de Partidos por la Democracia. Es fácil augurar que, de lograr ese propósito en las elecciones de octubre, el siguiente paso ha de ser una fusión que les permita, ya como un nuevo partido, terminar de atraer a nuevos militantes y a figuras políticas que podrán identificarse con él. Y desde esa posición podrá contribuir a la formación de un frente político amplio, junto con otras fuerzas hoy opositoras y siempre excluyendo a los extremos, para enfrentar las elecciones parlamentarias y presidencial de 2025. Un frente político que podría, sin duda, dar estabilidad política al país en los próximos años y, sobre esa base, cimentar la prosperidad económica perdida durante los años de polarización y caos.

Pero para eso, ya está dicho, deberán probarse primero el próximo octubre. Demostrar que este 7 de abril, se inicia una historia.

 

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