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La frivolidad del mal: la insensata política exterior de Sánchez Castejón

Sánchez Castejón, en su juego narcisista y frívolo se pone del lado del mal sin medir sus consecuencias

El presidente Pedro Sánchez El presidente Pedro SánchezAFP

Visto desde el exterior Sánchez Castejón y su gobierno-engendro transita de la ridiculez internacional a ser vistos como poco fiables y estúpidamente peligrosos.

Así, la administración Biden hubo de salir al paso de la torpeza del presidente español al pretender recabar apoyos para un reconocimiento unilateral de Palestina, mientras Israel, EE.UU. y los gobiernos europeos se preparaban para un ataque inminente de Irán contra Israel que ya se ha llevado a efecto.

El narcisista presidente español viajaba al norte, apoyado por su secuaz Albares, o «Napoleonchu», –como bien le dice mi admirado Pérez-Maura– en busca de apoyos para un plan unilateral de reconocimiento de Palestina, en medio de una guerra donde, bien es sabido, que su falta de credibilidad e irrelevancia internacional no iban a lograr más que un abrumador ridículo, como ha sido el caso.

Sánchez no ha recabado ni un solo apoyo, ni siquiera de Noruega o Irlanda. El gobierno de España solo ha conseguido un serio tirón de orejas de Estados Unidos más a su irrisoria iniciativa poniéndose del lado equivocado, en medio de una gravísima crisis.

Si la filósofa judía alemana Hannah Arendt presentaba la modalidad de un «mal banal» para expresar aquel «mal» causado por individuos que actúan, dentro de las reglas del sistema al que pertenecen, sin reflexionar sobre sus actos y las consecuencias perversas y terribles de sus acciones sobre otros (cuando solo miran el cumplimiento del deber) –como fue el caso de Eichmann en la logística del exterminio de los judíos en el Holocausto–, Sánchez Castejón actúa conforme a otra tipología de «mal», muy común en el estilo de política que ha impuesto: es la frivolidad del mal.

Sánchez ha hecho de las malas decisiones, del discurso falaz y contradictorio, de la in-política (en cuanto equivalente de la in-moralidad) todo en favor de su narcisismo y maquiavelismo, para sostenerse en el poder a toda costa sin reparar en medios, el rasgo diferencial de su gobierno.

El «mal» motivado por la estupidez y la arrogancia es «dos veces mal».

Así, Sánchez ha tomado partido por el bando de Irán y de sus franquicias terroristas. Ese mismo Irán que en su día financió parte del conglomerado que hoy forma parte de su extraño gobierno.

Ese mismo Irán que ha lanzado un ataque masivo contra Israel este 13 de abril de 2024. Ese mismo Irán que preparó al grupo terrorista Hamás para que atacase con una horrible razia, el pasado 7 de octubre. Ese Irán es la opción de Sánchez Castejón y su gobierno.

Hay que tener presente que los milicianos de Hamás masacraron a cientos de inocentes, mataron deliberadamente a niños y ancianos y violaron y mutilaron a mujeres.

Secuestraron a cientos de civiles –incluidas mujeres, niños y octogenarios– y los mantienen aun cautivos en condiciones deplorables, sometidos a abusos y hambre.

Las acciones de Hamás, motivadas por Irán contravenían cualquier sentido del derecho y de los principios humanitarios.

Los matarifes, todavía salpicados de sangre, alardearon alegremente de sus atrocidades, que se difundieron en vídeos espantosos y se citaron en artículos de prensa.

En respuesta, Israel ha librado una guerra justa de autodefensa y por mucho que los medios afines a Sánchez Castejón y otras instancias del «totalitarismo nostálgico» (mejor llamado progresismo) traten de modificar el relato. El vasto ataque de Irán muestra con claridad la legitimidad de Israel en su defensa existencial.
Por suerte, Israel ha interceptado la práctica totalidad del ataque con drones y misiles sobre su territorio porque de no ser así tendríamos un problema aún mayor. La defensa de Israel ha contado con el apoyo directo e incondicional de EE.UU. Reino Unido y Francia.

Sánchez Castejón, sin embargo, en su juego narcisista y frívolo se pone del lado del mal sin medir sus consecuencias. Ya lo hace, a nivel interno: si comprobamos los cuatro indicadores clave del comportamiento autoritario, siguiendo los estudios avanzados que en Harvard han desarrollado los prestigiosos politólogos S. Levitsky y D. Ziblatt (Cómo mueren las democracias, Ariel, 2018), Pedro Sánchez los cumple todos.

Dicen estos autores que el primer elemento para socavar una democracia consiste en la «débil aceptación de las reglas democráticas» con el rechazo de la Constitución establecida o aspectos de esta.

Un segundo aspecto es la «negación de legitimidad de los oponentes políticos» y el insulto y silenciamiento como respuesta. Aquí tenemos ese muro que Sánchez ha levantado frente a sus adversarios.

Lo tercero es la tolerancia y «el fomento de la división y la violencia», algo que desde la moción de censura que sacó del gobierno a Rajoy no ha hecho más que crecer con este gobierno.

Incluso el perfil agresivo de buena parte de sus ministros y ministras es la mayor evidencia de polarización y violencia política.

Por último, «la predisposición a restringir las libertades civiles y dominar los principales medios de comunicación», algo que se ha llevado a cabo aprovechando la excepcionalidad de la pandemia y una sucesiva legislación sacada a base de decretos.

Como vemos el gobierno de Sánchez Castejón cumple todos los requisitos de un autoritarismo creciente que erosiona una democracia.

Pero, peor aún, Sánchez representa el juego frívolo y autocomplaciente del perdedor que se une a los perdedores para sumar y ganar poder a toda costa, algo que ha llevado también a su política exterior.
Si la política exterior de un país es el conjunto de acciones de un gobierno para promover y defender sus valores e intereses en la escena internacional, como muy bien define el reciente y muy brillante manual del español de José M.ª Beneyto (Tecnos, 2023).

Algo está fallando en los últimos movimientos de nuestra diplomacia, motivados por Sánchez Castejón.

El conflicto de Oriente Próximo y el caos generado por Irán para remodelar la región del próximo oriente nos ha introducido en una crisis de altísimo riesgo. España es la frontera sur de Europa y no es aceptable andar frivolizando insensatamente en nuestra política exterior.

 

 

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