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Paulina Gamus: Odio por fomo

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FOMO: “Fear of  missing out”.
Miedo de perderse algo o de quedar excluído”.

¿Cuántos recuerdan cuándo, cómo y  porqué comenzó la guerra de Gaza? El 7 de octubre de 2023, el grupo terrorista islámico Hamás atacó por sorpresa a Israel. 3.000 terroristas lo invadieron por aire y mar y con misiles. Causaron la muerte de 1.200 civiles israelíes. Fue una masacre que los mismos terroristas filmaron para mostrar al mundo las dimensiones de su brutalidad: violaciones de mujeres, bebés decapitados y quemados, embarazadas a quienes les abrieron el vientre para sacarles sus fetos, ancianos igualmente violados y asesinados. La mayor matanza -como una cruel ironía- ocurrió en un festival de rock que se celebraba por la paz.

Fueron tomados 240 rehenes de distintas edades y procedencia de los cuales han  asesinado a  un número indeterminado, han sido devueltos o rescatados unos pocos y se supone que continúan con vida unos 130 que Hamás utiliza como factor de negociación. Todos quienes han visto los videos que filmó Hamás y que dejó como evidencia de su sangrienta victoria, han quedado traumatizados por aquel horror sin límites, imposible de creer si no es visto.

Dos días después las Fuerzas armadas de Israel (FDI) invadieron Gaza en represalia por las atrocidades de Hamas. Enseguida explotó, como si fuese una bomba nuclear desactivada desde 1945, una oleada de compasión por los palestinos unida a otra de odio contra Israel y el pueblo judio en general. Para decirlo con propiedad: una ola de antisemitismo.

La pandemia antisemita llego hasta las universidades de la llamada Ivy League  o universidades élite de los Estados Unidos de América. Para las muchas generaciones de venezolanos que tuvimos acceso gratuito a la que fue una de las mejores universidades de América hispana, la Central de Venezuela, no era fácil entender que en la Unión Soviética  la universidad también gratuita, solo aceptaba estudiantes que aprobaran un estricto examen de admisión. Y que en EEUU  las universidades fuesen  privadas y las más prestigiosas con matrículas de hasta 80 mil dólares por año.

Esas son justamente las que han visto cancelados sus actos de graduación, detenidos y expulsados a decenas de estudiantes, algunas con sus rectores destituidos u obligados a renunciar. Han llenado los espacios de sus casas de estudio con tiendas de campaña, se cubren con la bandera palestina, además de vocear las consignas de Hamás: “Del río hasta el mar.” “Muerte a Israel”, etc. Y para no tener alguna duda de que se trata de movimientos antisemitas, han atacado con violencia a los estudiantes judíos cuando han tratado de ingresar a la universidad que ellos también pagan.

Ese aquelarre pro palestino y antijudío se ha extendido, aunque con menor furia,  a varias universidades de Europa. No me voy a detener en la marchita lánguida e hipócrita que organizó el régimen venezolano con adolescentes que usaban gorras del Magallanes, de los Leones del Caracas o de Nike. Y que ignoraban  para qué fueron movilizados.

¿Por qué tanta compasión  por el pueblo palestino que en fin de cuentas es víctima de Hamás mucho más que de Israel, y por qué la indiferencia ante genocidios reales que ocurren desde hace años en otros lugares del mundo?

El año 2023 es considerado el más mortal por conflictos (237.000 muertos)  desde el genocidio de Ruanda en 1994, según el Journal of Peace Research, de Oslo, Noruega. ” El pronunciado aumento en 2022 se debió a dos guerras particularmente violentas: la de Rusia y Ucrania, y la que libra el Gobierno de Etiopía contra el rebelde Frente de Liberación del Pueblo Tigray, con más de 81.500 y 101.000 muertos, respectivamente, hasta finales de 2022”. La guerra civil en Yemen, que según la ONU ya ha causado más de 300.000 muertes desde su inicio en 2014, también continúa sin que se vea un final. “La mitad de las muertes en ese país fueron causadas directamente por el conflicto armado, mientras que la otra mitad ocurrió como consecuencia del hambre y de las enfermedades provocadas por la crisis humanitaria a gran escala”.

La Agencia de la ONU para los Refugiados describe la crisis humanitaria que se desarrolla en Sudán como «inimaginable«. Casi 6 millones de personas han sido obligadas a abandonar sus hogares desde abril de 2022.  En 6 meses, el conflicto ha causado la muerte de más de 9.000 personas, creando «una de las peores pesadillas humanitarias” . En  Myanmar, después del golpe militar de 2021 y según la ONU, han muerto más de 13.000 niños y 1.3 millones de personas han sido desplazadas de sus hogares. En Darfur, Sudán, se desarrolla desde hace años una guerra de limpieza étnica contra las comunidades no árabes que ha causado más de 130.000 muertos y 8 millones de desplazados.

Deberíamos sumar los miles de muertos, entre ellos niños, por la guerra de Siria detrás de la cual está la mano genocida de Vladimir Putin.  ¿Y dónde están las manifestaciones de universitarios élite y de la izquierda woke en el mundo occidental para protestar por estos verdaderos genocidios? No hay judíos involucrados a quienes culpar.

 

Paulina Gamus es abogada, parlamentaria de la democracia. 
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