Perdidos en el espacio
La perspectiva de que la pareja de astronautas atrapada desde junio a millones de kilómetros de la Tierra permanezca en la estación espacial hasta, por lo menos, febrero del próximo año, tiene que provocar angustia y sudores fríos a quienes sufren de claustrofobia.
Nada demasiado inquietante, sin embargo, para dos veteranos como Barry Wilmore, con ocho mil horas de vuelo, que en 2009 permaneció solitario once días en el transbordador Atlantis y cumplió numerosas misiones en las guerras del Medio Oriente y los Balcanes, y la capitana Sunita Williams, de origen esloveno-hindú, piloto e instructora de helicópteros que, con 195 días, detentó durante mucho tiempo el record femenino de permanencia en el espacio.
En la misión número 71, originalmente planificada para diez días, Wilmore, de 62 años, y Williams, de 58, abordaron la nave Starliner de fabricación Boeing en un experimento para establecer una suerte de taxi entre la NASA y la Estación Espacial Internacional, que hizo aguas desde el propio instante del lanzamiento, al registrarse una fuga de helio, y cuando colapsaron los propulsores al ensamblarse con su objetivo.
Fue un inconveniente más de un proyecto aquejado de numerosos problemas de diseño, desde el primer viaje fracasado hace cinco años cuando fallaron los instrumentos de navegación, y en las pruebas sucesivas sin tripulación; y, naturalmente, se esperaba con ansiedad el lanzamiento del pasado 5 de junio.
Su destino se decidirá en estos días, porque si no regresan en la Starliner, ésta se desconectará de manera automática y retornará vacía, y entonces habría que apelar a la empresa Crew Dragon, una más del archibillonario Elon Musk, que mientras electriza el transporte automotor y discursea sobre lo humano y lo divino, aún halla tiempo para financiar la campaña del señor Trump, armar conspiraciones contra tiranos bananeros y lanzarse a la conquista del espacio.
Aunque Willmore y Williams están preparados como oficiales de vasta experiencia, según insiste el responsable de la Estación en la NASA, la situación es preocupante, por el simple motivo financiero de que el principal competidor, SpaceX de Musk, ha volado mientras tanto sin contratiempos y es lo último que necesitaría BOEING, sumida en una prolongada mala racha.
Mientras tanto, la pareja combate el aburrimiento y el efluvio a cubil que pese a todas las precauciones debe impregnar su refugio, gracias a la experiencia previa en los simuladores de vuelo y un enlace permanente con psicólogos y familiares, en la rutina diaria que arranca con una ducha sumaria con toallitas húmedas y un desayuno de comida rehidratada que puede incluir albaricoques, corn-flakes,
Una serie de experimentos científicos y el mantenimiento de la estación ocupan la jornada, intercalados con sesiones de ejercicio en cintas de correr y bicicletas estacionarias, almuerzos con carne de res enlatada con espárragos, frutillas y una barra de almendras y cenas con cocktail de camarones, bife, brócolis gratinados y jugos tropicales sin alcohol.
(Dieta que, por cierto, se modificó en 2012 para permitir que la italiana Samantha Cristoforetti disfrutara del primer espresso
Y – mientras llega el momento de embutirse en sacos de dormir adosados a las paredes, que evitan flotar ingrávida y peligrosamente- largas y aburridísimas horas de lectura, películas y video-llamadas que, según informaciones del diario INDIAN TIMES, no han eliminado absolutamente el riesgo de daños cerebrales en su heroína nacional, Sunita Williams, por una deficiente oxigenación.
Porque, además de la radiación cósmica que afecta el ADN e incrementa el peligro cancerígeno, las condiciones en la cápsula por ausencia de presión atmosférica y vacío extremo obligan a moverse en un ambiente artificial donde cualquier error puede traducirse en daños fisiológicos irreversibles.
Sobre nuestras cabezas, pues, está en curso una dramática carrera contra el tiempo para rescatar sanos y salvos a la pareja de astronautas.
Varsovia, agosto de 2024.