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Héctor Quintero Montiel: La Europa de la jarana y la América de los galimatías

 

 

El mes de julio, históricamente, ha sido escenario embrionario de grandes mutaciones en la política mundial. En 1776, el día 4, tuvo lugar la declaración de independencia de las colonias británicas en los Estados Unidos, y trece años más tarde, el 14, los revolucionarios franceses tomaron la Bastilla de París. El 5 de julio de 1811 Venezuela declaró su independencia. 

El 9 de ese mes, Argentina, conmemoró su independencia, fecha en la cual se inauguraba en Washington la cumbre de la OTAN para evocar la firma del acta constitutiva hace ya 75 años. En esta reunión se abordaron decisiones fundamentales respecto al rearme de los ejércitos europeos. Sublime ironía, o quién sabe si intencionada burla, pues desde hace casi un cuarto de siglo la ONU proclamó el 9 de julio como el Día mundial de la destrucción de armas de fuego, en contribución a las políticas de seguridad y paz, sin embargo, la entente internacional ha cambiado.  

Estas celebraciones son compartidas con un apretujado ciclo electoral en Europa. El cual ha dado un vuelco espectacular al ejercicio del poder en el Reino Unido; conjurado la amenaza de la ultraderecha en Francia, aunque su influencia se ha visto reforzada en las instituciones europeas; y devuelto algunas esperanzas a los maltrechos partidos socialistas del continente. Todo esto invita a revisitar las tendencias visibles en la reestructuración del viejo orden mundial, que llegó a pronosticar el fin de la Historia y el triunfo perdurable del imperio unipolar americano. 

Predecir el futuro es cosa de brujos y la ciencia política es muy poco científica, pero no es hechicería, como han demostrado las proyecciones electorales en las legislativas francesas. Pero los hechos demuestran un creciente desorden en la gobernanza europea, llamada a convivir con el fenómeno de la campaña electoral americana. 

En el entretanto, las víctimas mortales de la guerra de Ucrania se cuentan ya quizás por cientos de miles; en Gaza y Sudán del Sur, por decenas de miles; y millones de personas se han visto desplazadas de sus casas y están amenazadas por la hambruna en un mundo cada vez más desigual. A lo cual debemos adherir el estraperlo electoral que se ha producido en Venezuela para eternizar una cleptonarcotiranía, así como las migraciones africanas, las de algunas naciones asiáticas y latinoamericanas, las cuales se incrementarán de continuar la crisis venezolana.  

En los países desarrollados, portaestandartes de la democracia, la ausencia de liderazgo político, la ineficacia de su gestión, la partitocracia y el aumento de la corrupción contribuyen porfiadamente al desmoronamiento de las instituciones, cuando no a su ocupación furtiva. No es de extrañar la creciente desconfianza de los pueblos respecto a quienes les gobiernan. Lo cual se ha manifestado en los países menos desarrollados donde la corrupción, el narcotráfico, el irrespeto al orden jurídico y a los derechos humanos la inexistencia de organizaciones políticas con principios nítidos y fuertes, hacen tambalear a las incipientes democracias.  

 Sobre lo sucedido estos días en los Estados Unidos, aparte del sainete electoral, merece la pena comentar la decisión del Supremo de conceder inmunidad penal al presidente en ejercicio sobre sus decisiones oficiales. La jueza Sotomayor y otros dos miembros del tribunal ejercieron su voto discrepante en términos especialmente duros, y el propio Biden comentó que con esa decisión Trump no podría ser juzgado por animar a una turba armada a ocupar el Capitolio como de hecho sucedió hace unos años atrás. De esta forma, se transforma la operatividad del sistema democrático en concordancia con el criterio de unos jueces designados durante el ejercicio del poder de uno de los dos partidos que dominan la escena política estadounidense, abandonando de paso la equidad, la justicia y la integridad.  

 La Constitución española declara también que el Rey es inviolable y no está sujeto a responsabilidad. Pero en este caso el monarca no tiene poder alguno y todos sus actos oficiales han de ser refrendados. Los responsables son quienes los refrendan. En opinión mayoritaria entre los juristas, el monarca no está protegido, sin embargo, respecto a sus actos personales, pero sería de desear que esto se esclareciera en una próxima revisión del texto constitucional. 

Lo más preocupante del proceso americano es la personalidad de los candidatos, con evidentes deficiencias para ejercer un liderazgo digno de la primera potencia mundial. suponen una amenaza para el orden internacional en momentos de extrema tensión bélica y de retorno a los tiempos de la Guerra Fría. O no tan fría.

Por lo demás, la designación en la Corte Suprema de los Estados Unidos de América de los jueces de tendencia conservadora, llevada a cabo a finales de la presidencia de Donald Trump, podría ser comparable a la que actualmente se desarrolla en España, en lo que se refiere al control del Constitucional por los amigos de Sánchez. Recientes decisiones que han modificado sentencias del alto tribunal sobre antiguos dirigentes socialistas amenazan la independencia del poder judicial y la seguridad jurídica. Políticos togados que indultan o amnistían a otros políticos, sean compañeros de partido o cómplices necesarios en la ocupación del poder, no es la mejor manera de demostrar la madurez de la aún en formación democracia española.

Saltando al Reino Unido, el partido laborista ha obtenido un resultado espectacular con una arrolladora mayoría absoluta frente a los conservadores, lo que fortalece las esperanzas de los socialdemócratas europeos. La otra buena noticia es que el partido ha regresado a la moderación que la realidad impone y parece consciente de que su abrumador triunfo no es coherente con la evolución del número de sus electores. Han pasado de obtener el 32 por ciento de los votos en las anteriores elecciones al 34. Pero el sistema mayoritario, unido a la fragmentación de la derecha, les permite controlar más del 60 por ciento de los asientos en los Comunes. 

Un desgobierno en Francia afectaría profundamente a toda Europa, sumida ya en el desconcierto, abandonado el sueño de su autonomía frente a los Estados Unidos, convertida como está en una delegación de la Alianza Atlántica y el despliegue imperial norteamericano. Ha tenido que ser Jacques Attali, consejero áulico de Mitterrand y uno de los intelectuales galos más sagaces e influyentes, quien recordara que su país es la cuna de la razón ilustrada, por lo que habrá una solución que tranquilice los ánimos. 

En Francia es el presidente de la República quien designa al primer ministro y no lo hará con probabilidad hasta la vuelta del verano. La evolución de Europa en general y de la guerra de Ucrania en particular aportarán señales sobre si habrá alivio temprano para el actual desorden. Al menos, mientras aguardamos la solución americana al caos institucional que sus dos grandes partidos han provocado. 

Para evitar su suicidio, Europa necesita reinventarse. No basta con gestionar un modelo agotado. El Estado de bienestar ha acabado en un estado de descontento permanente. La educación ha pasado a ser un bien de consumo más, y no el bien de inversión que aseguraba la productividad y la convivencia. Urge empezar a construir un nuevo consenso; pero sobre la base de un nuevo modelo. Difícil tarea la de elegir qué salvar del naufragio; pero, sean cuales sean las prioridades que elijamos, no basta con gestionar la herencia recibida. Se precisa un diagnóstico de sus fallos, un plan para recomponerla y la voluntad sincera de ejecutarlo. Hacen falta ideas y liderazgo.

No es solo las naciones europeas o los Estados Unidos de América quienes tienen que transformar sus sistemas políticos, a ello debemos agregar los organismos multilaterales, los cuales como aquellos deben realizar un aggiornamento de sus estructuras, de sus funciones y de su actuación ante los conflictos que se han desatado en la comunidad internacional en los últimos años, indicando que de no hacerlo las democracias podrían desaparecer del mapa, dando paso a un autoritarismo tiránico que mantendría el mundo en tensión. 

Para concluir, quisiera recordar las palabras de Juan Luis Cebrián, exdirector de El País y ex, presidente del Grupo Prisa «La ausencia de liderazgo político, la partitocracia y el aumento de la corrupción contribuyen al desmoronamiento de las instituciones, cuando no a su ocupación». Debiendo incluir, para que nuestro círculo esté completo, el narcotráfico en el ámbito de la corrupción.

 

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