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No queremos ser héroes

El escritor venezolano Rodrigo Blanco Calderón reflexiona en ABC sobre la salida del opositor Edmundo González de Venezuela en dirección a España

La intervención de Pedro Sánchez en el Comité Federal del PSOE realizado en Madrid, este 7 de septiembre, donde se refirió a Edmundo González Urrutia como «un héroe a quien España no va abandonar», fue la primera alarma. La segunda fue el comunicado de la Cancillería de Venezuela anunciando la revocación de la autorización otorgada al gobierno de Brasil para custodiar la embajada de Argentina en Venezuela, donde permanecen refugiados, bajo un asedio constante, seis miembros del equipo de María Corina Machado. La tercera alarma, en mi caso, fue un presentimiento. Me desperté este domingo a las 5 de la mañana y no pude volver a dormir. Revisé el teléfono y vi que empezaba a circular la noticia: Edmundo González Urrutia estaba en camino hacia España donde recibiría asilo político.

Por supuesto, en este teatro de la solidaridad se puede intuir, tras bastidores, las artimañas de José Luis Rodríguez Zapatero. Es una jugada maestra que le permite a Sánchez posar de demócrata y a la vez mantener sus relaciones con la tiranía de Nicolás Maduro. Según Reuters, nada más en lo que va de este año, España ha importado 353.000 toneladas de petróleo venezolano. Lo cual ya representa casi el triple del crudo importado en 2023 en el mismo periodo. Al final, estos y otros inconfesables intereses son los que han determinado la vergonzosa ambigüedad, cuando no una abierta complicidad, del gobierno español con la dictadura venezolana. Un país al que otros gobiernos y organismos decisivos de la comunidad internacional han dejado, de nuevo, solo. Solos en las cárceles, solos en los hospitales donde se mueren por falta de luz o de insumos, solos arriesgando la vida cruzando el Darién, solos en todos los rincones del mundo a donde han tenido que llegar los venezolanos, sacrificando el vínculo con la tierra, lejos de la familia y los amigos, soportando en muchas ocasiones el desprecio y los sinsabores que suelen sufrir los inmigrantes. Visto desde una perspectiva panorámica, literaria, épica, sí, es probable que en el momento en que Venezuela al fin vuelva a ser libre, todo este esfuerzo y sacrificio, que ha costado cientos de miles de vidas, merezca ser tildado de «heroico». El problema es que los venezolanos estamos cansados de los héroes. Solo queremos que se nos reconozca como lo que somos: ciudadanos.

 

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