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Un estallido social en marcha

En Cuba, el estallido social está en marcha, y nadie lo sabe mejor que el propio régimen. De ahí las amenazas de Díaz-Canel y los juicios 'escogidos' contra manifestantes.

Protestas populares en el Paseo del Prado, 11 de julio de 2021.
Protestas populares en el Paseo del Prado, 11 de julio de 2021. AFP

 

 

La historia del mundo está llena de hitos, esos eventos que, de acuerdo a quien los registra e interpreta, supuestamente marcaron un antes y un después en el devenir de la humanidad. Ya sea en el campo de las artes, la política, el deporte o cualquier otro campo de actividad de los seres humanos, siempre hay quien señala un particular suceso calificado como parteaguas en el hilo de los acontecimientos tal y como habían sucedido anteriormente.

La invención de la rueda (que en realidad no sabemos quién la hizo), o la bombilla eléctrica, que aunque se atribuye a Thomas Alva Edison existe una polémica mundial sobre quien inicialmente la creó, dentro de la cual se menciona a científicos rusos e ingleses. O la creación del inodoro, mencionado por la revista Time en su compilación del año 2000 como el más revolucionario de todos los inventos, debido a la indudable vinculación del desarrollo con las formas de tratamiento de los desechos humanos.

hablando de revoluciones hay que mencionar sin dudas la Revolución Francesa, con su emblemático «Libertad, igualdad y fraternidad».  Un evento que tiene tantos forjadores que la sola mención de sus nombres llenaría el espacio de caracteres asignados a un artículo de esta índole.

La cuestión radica en que ninguno de estos fenómenos surgió de la noche a la mañana, de forma súbita, sino que fueron el resultado de procesos que venían en desarrollo desde mucho antes que el episodio en sí, «una serie de eventos desafortunados» para algunos y desafortunados para otros, remedando un poco a Lemony Snicket.

La Revolución Francesa no brotó con la Toma de la Bastilla, aunque sea ese su evento más conocido, ni el campo socialista cayó con el desplome del Muro de Berlín y sus imágenes incuestionablemente poderosas de los alemanes de ambos lados desgranando ese símbolo de la ignominia con martillos, mandarrias y cualquier cosa que tuvieran a mano. Anteriormente ya se había producido el triunfo deSolidaridad en Polonia, y poco después la Revolución de Terciopelo en Checoslovaquia, también como resultado de largos procesos que duraron años en esos países, con su correspondiente carga de éxitos y fracasos temporales.

Es importante tener en cuenta estas realidades, debido al gran barraje de esquemas mentales que durante siglos han marcado la enseñanza, tanto en las escuelas como en los libros de texto y los escritos por historiadores, generalmente centrados en visiones personalistas y puntuales sobre la Historia y sus protagonistas. Nos han condicionado a creer en personalidades y momentos específicos, mirar a los árboles y no al bosque. Particularmente en estos tiempos modernos donde la información se encapsula en «etiquetas» (dicho así, descaradamente, sin ningún tipo de tapujos), o memes que la gente reproduce en la mayoría de los casos sin cuestionar la lógica del contenido y sin ni siquiera saber qué significa el término en sí.

A modo de recordatorio, aquí les dejo el significado de la palabra «meme», de acuerdo al Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española: «Rasgo cultural o de conducta que se transmite por imitación de persona a persona o de generación en generación». ¿Curioso, verdad? Se trata entonces de ir más allá de lo inmediato, lo ostentosamente visible, para llegar a la raíz de los fenómenos y entender por qué se producen. No hay chispa generadora de cambios, sino la acumulación de pequeñas transformaciones en hábitos y conductas que repercuten en grandes modificaciones de estructuras sociales o políticas. Los hechos carecen de significado real si no son puestos en contexto.

Lo mismo sucede en cualquier situación, bajo cualquier circunstancia, en cualquier época de la historia. Recientemente la ONG Justicia Cuba dio a conocer que ha verificado «al menos 70 manifestaciones públicas de descontento ocurridas en la Isla desde que colapsara casi completamente el sistema eléctrico nacional el pasado 18 de octubre». El informe agrega que «luego del paso del huracán Rafael el día 6 de noviembre, se han producido 14 de estas protestas».

Esto es solamente lo sucedido en los últimos tres meses, que no solo ratifica, sino que muestra además un aumento de las tendencias de manifestación del descontento observadas durante todo el año. El colapso energético y los desastres naturales no son las causas, sino los catalizadores de una propensión cada vez más creciente de la población a la protesta pública. Al observar lo que está sucediendo hoy en día en Cuba, mucha gente se atreve a aventurar acerca del tan proclamado «estallido social», ese mágico impromptu en virtud del cual los cubanos se alzarán «todos a una» como en Fuenteovejuna, para desembarazarse de la dictadura.

Valgan las metáforas. Dentro de la mentalidad de los cubanos se ha producido un desembarazo generalizadoLa gente ya no vincula su existencia a la del régimen, de hecho entiende claramente que su bienestar depende directamente de la desaparición de la tiranía. Por eso las protestas están relacionadas con la luz, agua y comida, y dentro de ellas también se grita «Libertad» o «Patria y Vida». Una canción por sí sola no tumba un sistema, pero sí contribuye a la gestación de un proceso de divorcio entre los ciudadanos y las consignas, uno de los pilares de apoyo más fuertes del sistema.

La narrativa del castrismo ha dejado de ser un punto de referencia en el universo cognoscitivo del cubano de a pie, y eso significa una herramienta poderosa en la acumulación de capital ciudadano, la base del poder en números imprescindible para cualquier movimiento de cambios por vías no violentas. Los fuenteovejunos no se alzaron por conceptos abstractos de libertad o democracia, sino por simple solidaridad con uno de sus compatriotas. La huelga en los astilleros de Gdansk comenzó en solidaridad con Anna Walentynowicz, expulsada por repartir folletos del KOR (Comité de Defensa de los Obreros).

El famoso estallido social está en marcha, y nadie lo sabe mejor que el propio régimen. De ahí las amenazas de Díaz-Canel y los juicios «escogidos» contra los manifestantes en los diferentes pueblos y ciudades. Una vez más, el análisis de contexto nos muestra que los encarcelamientos y detenciones representan un porcentaje ínfimo de la cantidad de manifestantes y, además, evidentemente no han podido contener la ola de protestas que continúa expandiéndose a lo largo y ancho del país. La política de «represión contenciosa» ha resultado totalmente ineficaz ante la voluntad expresa de la gente de romper los parámetros del sistema. El quiebre es evidente, y cuantificable.

¿Es esto una revolución? ¿Conducirá eventualmente a un desencadenamiento, o mejor dicho, un encadenamiento fortuito de todas estas expresiones de descontento? El tema de las clasificaciones se lo dejo a quienes tengan la pretensión de ser cubanólogos, esa extraña raza. Lo que sí es innegable es que hay todo un proceso en marcha, y los cubanos ni van a inventar la rueda, ni están exentos de las reglas que determinan los resultados en circunstancias similares a las suyas.

Resulta curioso que en nuestro caso, muchos analistas descartan lo que ha sucedido y apuestan por lo que nunca ha sucedido. Es hora de que empecemos a confiar en nuestra propia gente, y estimular la extraordinaria capacidad de resiliencia que muestran a diario, en una auténtica transformación del carácter social que los confronta cada vez más con el sistema. Esto de por sí es una revolución, gústele a quien le guste y pésele a quien le pese. No surgió de la noche a la mañana, pero sí llegó para quedarse.

 

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