Una reunión de alto vuelo que no pudo aterrizar
La reciente reunión entre el presidente Donald Trump, el vicepresidente James David Vance y el presidente ucraniano Volodímir Zelenski en la Casa Blanca no solo ha generado incertidumbre sobre el futuro de la relación entre ambos países, sino que también puede tener un impacto considerable en la estabilidad de Europa y en el marco del derecho internacional.
El motivo principal de la reunión era la firma de un acuerdo relacionado con la explotación de minerales estratégicos en Ucrania, específicamente tierras raras, recursos de vital importancia para diversas industrias tecnológicas. Sin embargo, las diferencias en las expectativas y demandas de ambas partes llevaron a una escalada de tensiones que culminó en un intercambio verbal acalorado.
Trump y Vance acusaron a Zelenski de no mostrar suficiente gratitud por el apoyo militar y financiero brindado por Estados Unidos, mientras que Zelenski defendió la soberanía y las necesidades de seguridad de su nación en medio del conflicto con Rusia.
La situación se agravó cuando el vicepresidente Vance sugirió que la diplomacia era el camino necesario para resolver el conflicto entre Ucrania y Rusia, insinuando que Ucrania debería considerar concesiones territoriales. Esta postura fue rechazada vehementemente por Zelenski, quien argumentó que tales concesiones pondrían en peligro la integridad territorial y la independencia de Ucrania. La discusión se intensificó, llevando a Trump a acusar a Zelenski de «jugar con la Tercera Guerra Mundial» y de no estar dispuesto a buscar la paz si Estados Unidos estaba involucrado.
Lo que en principio se esperaba que fuera un gesto de respaldo de Estados Unidos a Ucrania terminó revelando no solo profundas diferencias entre ambos líderes, sino también una reorientación de la política exterior estadounidense con respecto a la guerra en curso en Europa del Este y una posición frente a Europa.
Una muestra preocupante fue la actitud de Trump y su vicepresidente, JD Vance, quienes adoptaron un tono crítico hacia Zelenski, sugiriendo que Ucrania debería estar abierta a negociaciones con Moscú y dispuesta a dar concesiones porque no estaba en condiciones de ir más allá. Como sugiriendo que Putin merecía un premio por haber invadido a Ucrania, no una vez, sino dos veces.
Posición extraña, de un presidente norteamericano, cuyo país participó en la construcción del orden mundial liberal vigente, basado en reglas, y que ha participado en muchas guerras, en este siglo y en el pasado en pro de ese “orden vigente”.
Esta postura representa un giro en comparación con la administración de Joe Biden, que había mantenido un respaldo incondicional a Ucrania. Ciertamente, esa falta de consenso en el liderazgo estadounidense ha generado preocupación en Europa, donde la unidad transatlántica ha sido clave para sostener la resistencia ucraniana y frenar la expansión de Rusia.
Ese encuentro en la Casa Blanca se debe interpretar como un debilitamiento del compromiso de Estados Unidos con la seguridad del continente. Ciertamente, La Unión Europea y la OTAN han dependido en gran medida del liderazgo de Washington para coordinar la respuesta al conflicto. Si el presidente Trump sigue avanzando en su discurso de reducir el apoyo a Ucrania, Europa tendría que asumir una carga mayor en términos de asistencia militar y financiera, siendo que no todos los países del bloque están dispuestos o en condiciones de hacerlo, lo que podría erosionar la unidad europea y crear fracturas dentro de la alianza transatlántica, lo que sería el primer impacto negativo sobre la alianza europea.
Un aspecto crítico del fracaso de la reunión fue la falta de un acuerdo sobre minerales estratégicos. Ucrania esperaba cerrar el convenio, ya negociado, con Estados Unidos para el suministro de estos recursos clave para la industria tecnológica y militar, lo que habría proporcionado una fuente de ingresos vital en medio de la guerra.
El impacto en el derecho internacional es significativo, ya que la falta de un respaldo firme por parte de Estados Unidos podría debilitar el principio de soberanía e integridad territorial que ha sido clave en la respuesta global a la invasión rusa. Si Estados Unidos opta por una postura más flexible frente a las negociaciones con Moscú, podría sentar un precedente peligroso en el que la comunidad internacional tolere concesiones territoriales impuestas por la fuerza. Esto no solo afectaría a Ucrania, sino que también podría incentivar a otros actores en el escenario global a desafiar el derecho internacional con acciones similares.
La ausencia de un claro respaldo a Ucrania genera inquietud en los países del este de Europa, como Polonia y los Estados bálticos, que ven en Moscú una amenaza directa a su seguridad, ya que reducir su compromiso con Ucrania, estos países podrían verse obligados a reforzar unilateralmente sus defensas, lo que podría aumentar las tensiones en la región y debilitar la cohesión de la OTAN.
De hecho, cifras recientes, indican que los países europeos ya salieron al mercado de armamentos a hacer su compras y al parecer, uno de los beneficiarios de ese black-Friday europeo podría ser es Francia.
Internamente, la reunión también tiene implicaciones para la política estadounidense. Trump ha sido crítico con la cantidad de ayuda financiera que Estados Unidos ha enviado a Ucrania y ha argumentado que el dinero debería destinarse a problemas domésticos, como la crisis en la frontera con México. Este discurso va dirigido a una parte importante de su base política de apoyo, que ve con escepticismo la intervención estadounidense en conflictos extranjeros.
Sin embargo, es de hacer notar que, el hecho de haber transmitido una reunión, que por práctica diplomática y por la sensibilidad de los temas que serían tratados allí, debió haber sido en privado y no por la televisión, lo que hizo ver al presidente Zelenski como una víctima de dos personas, de tan alto nivel político, irrespetarlo de esa manera, solo para defender los intereses de Rusia. A lo que habría que agregarle, haber permitido que un periodista se burlara de la ropa que vestía el presidente ucraniano en esa reunión.
Es importante señalar que, para Ucrania, la falta de un apoyo firme por parte de Estados Unidos representa un golpe tanto en el campo de batalla como en el frente diplomático ya que Zelenski ha trabajado intensamente para mantener el respaldo de Occidente, pero el encuentro con Trump deja claro que su margen de maniobra se está reduciendo. La posibilidad de que Ucrania tenga que aceptar concesiones territoriales para alcanzar un acuerdo de paz ha pasado de ser un tema tabú a una opción que el alto gobierno en Washington ha considerado.
Sin duda alguna, la reunión Trump-Zelenski ha generado más dudas que certezas sobre el futuro de la guerra en Ucrania y la posición de Estados Unidos en el conflicto. Más allá de las implicaciones bilaterales, el encuentro tiene un impacto significativo en Europa y en el derecho internacional, al cuestionar principios fundamentales como la soberanía territorial y el compromiso de Occidente con la seguridad colectiva, ya que Europa tendrá que adaptarse a este nuevo escenario, en el que el respaldo estadounidense ya no podría darse por sentado.
En el ámbito del Derecho Internacional, el impacto es profundo y preocupante, ya que pone en entredicho principios fundamentales como la soberanía de los Estados, la inviolabilidad de las fronteras y la respuesta global ante actos de agresión. Desde que Rusia invadió Ucrania en 2022, la comunidad internacional ha tratado de mantener una postura unificada en defensa del orden legal establecido, pero el cambio en la postura de Estados Unidos, evidenciado en este encuentro, debilitó ese consenso.
Es importante que se tenga claro que uno de los principios fundamentales del derecho internacional es la prohibición expresa del uso de la fuerza para modificar fronteras. Esta norma, se encuentra consagrada en la Carta de las Naciones Unidas y reafirmada en múltiples tratados y resoluciones internacionales y ha sido la base del rechazo occidental a la anexión ilegal de territorios ucranianos por parte de Rusia. La falta de un respaldo firme de Trump a la integridad territorial, no solo de Ucrania, podría ser de cualquier otro país, envía una señal preocupante de que estos principios pueden ser negociables en función de intereses políticos o estratégicos.
La presión de la administración de Trump para que Ucrania acepte un acuerdo de paz con concesiones territoriales establece un precedente peligroso en el derecho internacional. Si un Estado agresor como Rusia logra obtener territorio por la fuerza y la comunidad internacional lo acepta de facto, se debilita el principio de soberanía y se abre la puerta para que otros países con ambiciones expansionistas sigan estrategias similares. Esto podría afectar no solo a Europa, sino también a otras regiones con disputas territoriales latentes, como Taiwán, el Mar de China Meridional o el Cáucaso, así como también en Latinoamérica.
Cabe señalar que la guerra en Ucrania ha puesto a prueba la efectividad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), que han mostrado ser incapaces de frenar la agresión rusa debido al bloqueo de Rusia en el Consejo de Seguridad, si además le agregamos que Estados Unidos deja de asumir un liderazgo en la defensa del derecho internacional, los mecanismos de seguridad global pueden verse aún más debilitados.
Desde la perspectiva del derecho humanitario, la reunión entre Trump y Zelenski también genera incertidumbre sobre el futuro de los esfuerzos para documentar y sancionar los crímenes de guerra cometidos en el conflicto. Hasta ahora, Estados Unidos ha apoyado la recolección de pruebas sobre violaciones a los derechos humanos por parte de las fuerzas rusas en Ucrania, pero si la administración de Trump decide minimizar estos crímenes en un eventual proceso de negociación con Moscú, se dificultaría la rendición de cuentas de los responsables.
En términos de sanciones internacionales, el cambio en la política de Estados Unidos también podría debilitar la presión económica sobre Rusia. Las sanciones impuestas desde 2022 han sido un elemento clave para restringir la capacidad de Moscú de financiar su esfuerzo bélico, pero si Washington flexibiliza estas medidas como parte de un posible acuerdo, otros países podrían seguir su ejemplo y la efectividad del régimen de sanciones podría disminuir considerablemente. Esto no solo beneficiaría a Rusia, sino que también reduciría, aun mas, el papel de las sanciones como herramienta de disuasión en futuras crisis internacionales.
Es importante resaltar que la agresión rusa a Ucrania no es un fenómeno reciente, sino que tiene raíces históricas profundas. Uno de los episodios más trágicos de esta relación fue el Holodomor (castigo ejemplar), la hambruna provocada deliberadamente por el régimen de Stalin entre 1932 y 1933, que causó la muerte de 4 millones de ucranianos. Este genocidio fue una estrategia del Kremlin para aplastar el nacionalismo ucraniano y consolidar el control soviético sobre la región, mediante la confiscación masiva de cosechas y la represión brutal de cualquier resistencia. La memoria del Holodomor sigue viva en la conciencia nacional ucraniana y es un recordatorio de la continua lucha del país por su independencia y soberanía frente a la opresión rusa.
En la actualidad, la invasión de Rusia a Ucrania sigue la misma lógica expansionista y de dominio. Desde la anexión de Crimea en 2014 hasta la guerra a gran escala iniciada en 2022, el Kremlin ha utilizado tácticas de terror similares a las del pasado, incluyendo el bombardeo de infraestructuras civiles, la deportación forzosa de ciudadanos ucranianos y la manipulación de la historia para justificar su agresión. Este contexto histórico explica la firmeza de Zelenski y del pueblo ucraniano en su resistencia, ya que ven en la guerra actual una continuación de los intentos rusos por subyugar a Ucrania y borrar su identidad nacional.
Ante esta realidad, me planteo algunas preguntas: ¿aceptar los términos de una capitulación que dictarán, de común acuerdo, Trump y Putin? ¿O seguir luchando para intentar defender su soberanía e independencia con el apoyo que puede proveer Europa? ¿Qué quiere y qué está dispuesta Europa hacer para apoyarla?
No obstante, en diplomacia, alcanzar un acuerdo no es fácil; todo se interrumpe y reinicia sobre nuevas bases.
Luis Velázquez