Irene Vallejo: La invención del éxito
En el territorio sin fronteras de internet, todos podemos conocernos
y buscarnos. Sin embargo, las redes sociales, con esas sutiles
herramientas que nos acostumbran a desear la aprobación ajena,
han sido diseñadas para hipnotizar nuestra atención y alimentar
nuestro ego.
Más que comunicarnos, jugamos a mirar y ser
admirados. Ante las radiantes pantallas plateadas, donde fingir es
más fácil, aparentamos triunfos y ocultamos fragilidades. A través de
fotos y frases seleccionadas nos inventamos nuevas identidades,
versiones mejoradas de nosotros mismos. Asusta pensar que en
esta fiesta permanente de la realidad maquillada, donde chirría
hablar de fracaso o soledad, corremos el riesgo de alimentar la
frustración de otros con nuestras fantasías de éxito.
El emperador Marco Aurelio podía jactarse de ser el hombre más
poderoso de Roma. Sin embargo, en sus Meditaciones se desnuda
de todos los adornos y reconoce sus desengaños. Pasó la mayor
parte de su reinado luchando en las fronteras contra hordas
invasoras, vivió un matrimonio desgraciado y tuvo una relación difícil
con su hijo. Escribió: “Lo que vemos es una perspectiva, no es la
verdad; lo que oímos son opiniones, no hechos. No malgastes la
parte que te resta de vida, si no es por el bien común, en
representaciones sobre el prójimo”. Marco Aurelio sabía que no es
sincero todo lo que reluce.