Europa Premia su Riqueza Forestal
Para Jorge Valero, arquitecto de selvas
Por cuarta vez consecutiva, un ejemplar polonés ha vencido en el concurso Árbol Europeo del Año, con que un grupo de entusiastas reunidos en la Environmental Partnership Association de Bruselas reconoce desde hace una década la belleza, la longevidad y el significado histórico de su patrimonio forestal.
El Corazón de los montes Dalkowski en el municipio de Gaworcyze, Baja Silesia, es una haya que debe su nombre a su ubicación en el centro de un lozano parque de resonancias históricas, la hojarasca carmesí que evoca el color del órgano vital y el cobijo que brinda a conciertos, misas y talleres de horticultura y silvoterapia.
Esos atributos hubiesen bastado para la máxima votación pero fueron reforzados por la campaña del Club Gaja, fundado en 1988, inspirador de numerosas iniciativas de protección ambiental donde han participado un millón de personas y coordinador del evento europeo que ya forma parte del patrimonio cultural de la nación.
El segundo puesto fue para el llamado Baniano de los Enamorados, una imponente higuera plantada en el siglo XIX en Coimbra, Portugal, junto al río Mondego, por un aristócrata aficionado a la jardinería, con semillas traídas del jardín botánico de Sydney, Australia, y ahora es referencia obligada en los senderos de la Quinta das Lagrimas del romance secreto entre el rey Pedro I y doña Inés de Castro.
El tercero recayó en el Pino de Juan Molinera en el municipio de Abengibre, provincia de Albacete, España, con cuatro siglos de antigüedad, que previamente había ganado el capítulo nacional como testigo y colaborador en las festividades y combates de los agricultores locales, habiendo resistido todo género de inclemencias naturales.
Al premiar en cuarto lugar el Roble de Lukavice, en la región checa de Pardubice, se reconoció su resistencia a las intemperies durante siete siglos hasta devenir miembro fundamental de la comunidad local.
La pera salvaje de Bosaca, en Trencin, Cárpatos de Eslovaquia, recibió el quinto premio, y una acacia blanca en las márgenes de un pequeño lago en Ivano-Frankivsk, Ucrania, ciudadana sucesiva de seis estados en sus 140 años, el sexto.
El roble de Skipinnish en Lochaber, Escocia, sumó el séptimo lugar al primero obtenido en el Reino Unido.
El Gran Roble de Méru, en la municipalidad de Smiltene, exhibe con orgullo la más grande canopea del mar Báltico, que le valió el octavo lugar; y otro, el Árbol de la Libertad que brinda cobijo a los moradores de Rab en Croacia, el noveno.
El Roble de Varniskes, en Vilnius, capital lituana; el Tasso di Matari, en la provincia de Nuoro, Cerdeña, y el Ginkgo Biloba de Leiden, Países Bajos, recibieron los tres siguientes.
Y los tres últimos galardones fueron atribuidos al Roble Apacible que custodia la Abadía de Saint-Maurice en el Finisterre bretón; el Plátano del Jardín Arzobispal de Eger, Hungría, y el Viejo Castaño de Sint-Rafael en Amberes, Bélgica. El Roble Apacible de Saint-Maurice.
Como es ya costumbre, la ceremonia de premiación tuvo lugar en el auditorio Yehudi Menuhin de la Comisión Europea en Bruselas, promotora de un evento que, con cada nueva edición, se arraiga más en el calendario cultural y social del Viejo Continente.
Varsovia, julio de 2025.