Antonio Caño: La sentencia de Ferraz
«El PSOE ha decidido este fin de semana unir su suerte a la de Sánchez y su final será igual de irreversible y categórico»

Ilustración de Alejandra Svriz.
No es la primera vez que Pedro Sánchez sale sin vida de la calle Ferraz. La anterior, muy conocida, fue el 1 de octubre de 2016, cuando otro Comité Federal lo destituyó después de que intentara hacerse reelegir de forma fraudulenta. Entonces salió en coche por el garaje, huyendo del estado en el que dejaba al PSOE. Esta vez, este sábado pasado, ha salido con su habitual contoneo, con escoltas y promesas de resistencia, pero tal vez estaba ahora más muerto que entonces.
La historia de Sánchez con el PSOE es una historia rara. Llegado en un momento de declive del partido y de crisis de la socialdemocracia en todo el mundo, supo dirigirse al estómago de un partido que llevaba muchos años gobernado por el cerebro. Apeló a una militancia que envidiaba el descaro populista de Podemos, y eso, unido a los errores de los dirigentes tradicionales y de las trampas que algún día se descubrirán, lo elevó a la cumbre.
Ese no era el plan inicial de Sánchez, que siempre pretendió hacer carrera como un chico modosito y liberal obediente con el aparato del partido. Pero, cuando el plan A no funcionó, tomó el primer atajo que encontró y, aprovechando el momento de debilidad del PSOE y la inconsistencia de sus rivales, acabó convirtiéndose en el puto amo.
Su paso por el Comité Federal ha sido siempre para morir o matar, como entiende la política en general. Nunca ha ido para debatir un argumento o para defender un punto de vista frente a rivales reconocidos y respetados. Sus actuaciones en el Comité Federal han sido siempre arrasadoras, en el sentido más antidemocrático de la palabra.
La actuación de este sábado, me temo, será la definitiva. El último resquicio de supervivencia de un partido democrático desapareció cuando insultaron a Emiliano García Page. El PSOE ha dejado de ser el partido que conocimos desde su refundación por Felipe González. Hoy es una secta al servicio de Pedro Sánchez. En esas condiciones, nada bueno puede aportar ya a nuestro país, y lo mejor es que salga del Gobierno cuanto antes por el bien general de los españoles.
Creo que eso no evitaría ya la muerte del PSOE, lo que puede entristecer a algunos, pero tampoco es un drama. En España sigue habiendo muchos votantes que defienden puntos de vista similares a los del PSOE anterior a Sánchez, muchos votantes que ahora van a votar en blanco, se van a abstener o incluso van a votar al PP, pero que tal vez regresen a una organización progresista que les devuelva la política civilizada que añoran.
Pero esa organización no va a ser ya el PSOE, en el que Sánchez no ha dejado espacio para la discusión y la inteligencia. El PSOE unió su destino este fin de semana al de Sánchez y su final será igual de irreversible y categórico. Cuando Sánchez salga del Gobierno querrá conservar el liderazgo en el partido y, si no es así, algunos de los que hoy le rodean intentarán prolongar el sanchismo. Otros, los que ahora parecen más fieles, harán lo contrario: lo negarán, no tres, sino cien veces. Pero ni unos ni otros tendrán credibilidad y el partido se disolverá en una pelea esteril y ajena a los intereses de los ciudadanos.
No era tan difícil anticipar este final. Sánchez enseñó desde muy pronto sus miserables cartas. Pero, en todo caso, hubo muchas ocasiones en los últimos años para descubrir al personaje. No quisieron. Ni la militancia socialista ni la corte de aduladores que le ha acompañado durante este tiempo quisieron prestar atención a las infamias que se cometían ante sus ojos. Algunos intentan ahora hacerse los sorprendidos. Bienvenidos sean. Pero es demasiado tarde.