Una reflexión sobre el artículo La meta errada del arte, de Juan Carlos Botero
Juan Carlos Botero cree que el propósito esencial entre los artistas del pasado, llegando hasta los hombres del paleolítico, era crear belleza. Yo creo que no hay suficiente evidencia para hacer tal afirmación; además, al decir tal cosa se está extrapolando la visión del arte y de la belleza de hoy a otras culturas y…

Juan Carlos Botero cree que el propósito esencial entre los artistas del pasado, llegando hasta los hombres del paleolítico, era crear belleza. Yo creo que no hay suficiente evidencia para hacer tal afirmación; además, al decir tal cosa se está extrapolando la visión del arte y de la belleza de hoy a otras culturas y épocas.
En la actualidad llamamos arte a los dibujos, pinturas, relieves, estatuillas, tótems, que encontramos en distintas cavernas por el mundo; llamamos arte a las danzas de culturas periféricas que antes no apreciábamos; llamamos arte a muchos tipos de música compleja y simple. No creo que se pueda decir que en todas las manifestaciones del pasado uno perciba belleza, diría que en algunas sí y en otras no. Para dar dos ejemplos, ni del Ídolo de Shigir ni de la Venus de Willendorf se puede decir que despierten sensaciones de belleza.

Debido a que se han encontrado un número considerable de herramientas de piedra, de distintas épocas e, incluso, con diferencias de miles de años entre unas y otras, se puede hacer una comparación que denota que, escojamos las hachas de piedra, entre estas hubo un incremento gradual de destreza en la ejecución, de simetría, afilamiento de los bordes, escogencia de los materiales más perdurables y adecuados para la función, conquista de la perfección en un sentido utilitario y belleza. Se puede decir que algunas hachas de piedra bifásicas achelenses son arte y son bellas[i].
Es cierto, como dice Botero, que en los museos hay una selección de “objetos bellos y sublimes, incluyendo joyas y vitrales, tallas y mármoles, ánforas y estampas, cuadros y retablos, urnas y sarcófagos, bronces y tapices”, también, creo, hay objetos, como muebles, espadas, armas, vajillas, cucharas y otros, que no son bellos, pero que poseen otras cualidades que los hacen dignos de exhibición. Quizás nos asombran, ya sea por la dificultad en su ejecución, por su rareza o escasez, por su capacidad simbólica, por su antigüedad o proveniencia, por algún tipo de exceso, o por su costo.
La categoría de arte aparece frente a comportamientos o producto de habilidades cuando estos se destacan por su superioridad, por haber alcanzado un óptimo en su categoría. Los miembros de distintas culturas celebran, visibilizan y ensalzan estas performances y objetos para darles un valor, preservarlos y convertirlos en paradigmas, puntos de referencia. Es una manera de crear cultura, es una manera de crear progreso, que trae ventajas a los miembros de la comunidad donde estos ejemplares se produjeron y se producen.
Botero dice que las dos guerras mundiales del siglo XX cambiaron aquello de la búsqueda de la belleza como finalidad de las artes, y cita a Vargas Llosa cuando dice que: “La tarea del artista se volvió la de expresar los grandes traumas y desequilibrios, la desgracia, el furor, la desesperación y la angustia”. Yo agrego que la música, la pintura, los performances, los video-arte, las instalaciones, el teatro, la literatura, han tenido diversas funciones durante la historia, como las de dejar una memoria, enseñar, persuadir, expresar ideas, emociones, creencias y experiencias, representar deidades, representar narrativas sagradas, inducir reverencia y asombro, consolidar el poder, propagar ideologías, hacer crítica, fomentar la cohesión del grupo social, conmemorar, divertir, hacer de ciertos eventos algo especial y, por supuesto, también generar placer estético, aunque no siempre; ah, y hasta funciones terapéuticas han tenido las artes.
Botero considera que el arte no se ha encargado de denunciar o recordar las peores atrocidades de la modernidad, que solo está el Guernica y una que otra obra más, pero no hay nada, dice él, que se refiera al “infierno de Auschwitz, a la devastación de las bombas atómicas de Hiroshima o Nagasaki, a la infamia del gulag al salvajismo de guerras como la de Argelia o Vietnam”. Agrego que otras formas de arte, distintas de la pintura y la escultura, se han encargado de estos temas, como el cine, la literatura, la fotografía, la poesía y la música. Estas formas de arte han dejado denuncia y memoria de todos estos temas, y de una manera extraordinaria. Quizás las artes plásticas no son los medios idóneos para tales causas, quizás se quedan cortas. Es verdad que son escasas las obras pictóricas y escultóricas que han tratado estos temas, y es de estudiar las razones. Posiblemente sea muy difícil o muy poco comercial hacerlo.
El arte, dice Botero, “Ya no aspira a deleitar al espectador sino a escandalizarlo, desafiarlo o chocarlo”. Esto es parcialmente cierto. Muchas veces el escándalo paga y, además, todas las formas de cultura cogen por diversos caminos; preferiblemente por aquellos que utilizan algún aspecto de la psicología humana que sea terreno abonado para crecer, proliferar y capturar la atención, que es el primer requisito para que, más adelante, se otorgue la categoría de arte. En algún momento, y por motivos accidentales y caprichosos, una idea tonta puede volverse exitosa, o porque logra llamar la atención de los medios, o porque la propone alguien con prestigio, o porque quien lo hace se puede dar el lujo de escandalizar[ii] . Estamos hablando de un tiburón metido en un tanque con formol y de un banano pegado de una pared con cinta gris, entre muchas otras banalidades. La sicología humana es sensible al estatus de una manera casi imposible de creer. Cuando una persona que ya tiene un lugar en el mundo del arte hace una ridiculez, esa misma es copiada y alabada y hasta vendida por grandes sumas de dinero.
Las cualidades de las obras de arte pueden no ser estéticas, pueden ser incluso defectos, si los poderosos del mundo del arte las avalan. Ese es el aspecto más extraño de un mundo que es bastante elusivo y cambiante.
Botero dice: “Hoy se avala un arte banal y efímero, que nos ha empobrecido a todos”. Le doy toda la razón, pero añado que no creo que perdure en el tiempo. De la misma manera que ocurre en la naturaleza, en la que algunas especies han existido durante millones de años y otras, en cambio, solo durante milenios, así ocurre con los productos de las actividades artísticas: hay manifestaciones que despiertan respuestas humanas profundas y a largo plazo —plazo contado en miles de años— y otras que apenas levantan escozor y están condenadas a desaparecer rápidamente (15 minutos).
Sobre este tema, ampliado y con profundidad, hablo en un libro que será publicado en un mes y medio por la editorial P&P: El arte al desnudo. Allí se explican los orígenes del arte, sus funciones y los criterios con los que juzgamos los objetos y comportamientos a los que luego les damos tal categoría.
Juan Carlos Botero, El Espectador 4 July 2025 https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/juan-carlos-botero/la-meta-errada-del-arte/
[i] Sobre las herramientas de piedra https://americanuestra.com/ana-cristina-velez-las-herramientas-que-nos-hicieron-humanos/
[ii] Recordemos el concepto de ofensa conspicua. En La teoría de la clase ociosa, desarrollada por Thorstein Veblen, este se refiere a la observación de que en las sociedades modernas existe una clase social que no necesita participar en trabajos productivos y que utiliza el ocio, la ofensa y el consumo conspicuo como una forma de demostrar su estatus social. Esta clase ociosa se distingue por su estilo de vida, que incluye actividades no productivas y el consumo de bienes y servicios de lujo, no para satisfacer necesidades básicas, sino para proyectar una imagen de riqueza y superioridad.