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La traición intelectual a Ucrania

Con respecto a la guerra de Ucrania, la academia latinoamericana ha renunciado a una reflexión seria, ignorando el conflicto o alineándose de manera franca con la visión del imperialismo ruso.

 

 

Es llamativo cómo se ha dejado de hablar de Ucrania en los círculos académicos e intelectuales de América Latina. En un ámbito condicionado y marcado por las tendencias que aparecen en los medios de comunicación, Ucrania se ha convertido en lo que mi colega Bohdana Kurylo denominó, en una plática informal, “una antitendencia” que resulta incómoda para los académicos e intelectuales latinoamericanos que han optado por enfocar su atención en temas que predominan en la prensa y a los que está acostumbrada la audiencia.

El quehacer académico basado en tendencias, en el que imperan la coyuntura y la atención mediática, ha provocado un vacío intelectual sobre Ucrania y la agresión rusa. Esto resulta paradójico, pues cada vez contamos con más información y evidencia de la guerra híbrida, el sabotaje, la campaña de desinformación y el comportamiento criminal y colonialista de Moscú, que debería ser analizado, investigado e incorporado, de manera metódica y constante, a la literatura especializada de disciplinas como historia, sociología, ciencia política, filosofía y relaciones internacionales en nuestras universidades y centros de investigación.

Más allá de las honrosas excepciones, hay que señalar que la agresión y los crímenes que Rusia cometía en suelo ucraniano fueron prácticamente ignorados por nuestros académicos desde 2014 hasta 2022, año en el que las imágenes de misiles impactando en Kyiv y otras ciudades ucranianas, así como las de civiles ucranianos asesinados de manera brutal en Bucha, finalmente llevaron a Ucrania al centro de la atención mundial. Fue en ese momento en que muchos académicos, más preocupados por salir en medios de comunicación que por observar y analizar detenidamente las dinámicas de la región, se subieron al carro de la tendencia mediática y publicaron columnas de opinión sobre Ucrania. Estos escritos, en su mayoría, carecían de la perspectiva histórica de largo plazo sobre dicho país, su identidad y su evolución política de los últimos 30 años.

Algo realmente sorprendente fue observar cómo muy pocos académicos latinoamericanos voltearon a ver, leer y escuchar a los especialistas sobre Ucrania, tanto provenientes de ese país como del resto del mundo. Menos aún fueron los que les dieron voz pues la mayoría optó por desarrollar un endeble análisis sobre Ucrania a partir del rusocentrismo y la rusofilia dominantes entre los círculos intelectuales y académicos latinoamericanos, lo que fue en detrimento de las naciones no rusas del llamado “espacio postsoviético”. Darles voz a especialistas en Ucrania fue el impulso para compilar, junto a mi colega ucraniana Olena Palko, Descubriendo Ucrania. Su pueblo, su historia y su cultura (Universidad San Isidro, Argentina, 2023) y Ukraine’s many faces (Transcript, 2023).

El período en el cual Ucrania fue foco de atención mediática y académica en América Latina no logró incorporar una crítica ni profunda ni estructural a la forma en la que vemos y pensamos no sólo a Ucrania sino a todos los países que en algún momento formaron parte de la URSS y ahora son independientes y muestran dinámicas centrífugas en relación con Rusia. Mucho menos se logró crear una nueva forma de ver el colonialismo moscovita que padecen decenas de naciones no rusas al interior de la Federación Rusa.

En un cruel e indigno giro, el mundo académico ha normalizado los bombardeos, asesinatos de civiles, secuestros de infantes y una enorme campaña de desinformación gestada por Moscú de la mano de su agencia propagandística RT, que hoy transmite impunemente sus mentiras en varios países latinoamericanos. Esta es una prueba irrefutable de que las bases desde las que pensamos esta parte del mundo siguen estando mal cimentadas y orientadas.

Ucrania solo fue relevante para la academia latinoamericana porque la brutal agresión rusa provocó lo que Ariana Gic, quien encabeza Direct Initiative International Centre for Ukraine, denomina una triple pornografía: académica, bélica y del sufrimiento que, momentáneamente, emocionó a la gente y forzó a la élite intelectual a adaptarse al instante, escribir artículos y opinar en televisión y radio. No obstante, lo hicieron sin crear las condiciones para un cambio de paradigma en nuestra mirada sobre esa parte del mundo.

A la academia latinoamericana ya no le resulta atractivo pensar, investigar y denunciar el colonialismo ruso y varias voces han optado por sugerir que la rendición ucraniana y la aceptación de la brutalidad del país invasor son opciones reales para solucionar lo que denominan “el conflicto entre Rusia y Ucrania”. Con esto igualan al agresor con el agredido y condenan a los países vecinos del gigante euroasiático a una futura embestida colonialista moscovita. A la vez, hay colegas que adoptan la narrativa moscovita, en la cual las instituciones occidentales (como la OTAN y la UE) son las culpables de la situación y los ucranianos son reducidos a “neonazis” y “hermanos de los rusos”.

Todo esto trae como consecuencia la proliferación de agentes de desinformación rusos en espacios académicos y redes sociales. Basta ver la validación y aceptación de gobiernos latinoamericanos de la cadena de propaganda rusa RT que ha encontrado espacios mediáticos en México, Brasil y Chile.

La academia latinoamericana, al abandonar la reflexión sobre Ucrania y (re)incorporar la narrativa rusa, ha perdido una gran oportunidad de dirigir su reflexión sobre Europa del Este, Cáucaso y Asia Central hacia una perspectiva más afín tanto a las dinámicas culturales, identitarias y políticas de dichas zonas como al pensamiento decolonial y postcolonial que tiene en América Latina un foco destacado. ¿Qué queda del ejercicio intelectual del llamado “Sur global” si se termina alineando con la visión colonialista e imperialista rusa?

La academia latinoamericana debería ayudar a enfatizar los contextos históricos compartidos de resistencia contra el colonialismo y el imperialismo tanto del espacio latinoamericano como del espacio exsoviético. Ucrania debe ser visto como un país que se resiste a ambiciones coloniales y que en medio de esa lucha debate internamente sobre los derechos de poblaciones nativas (los tártaros de Crimea, por ejemplo), su identidad nacional y sus traumas del pasado. Además de lo anterior, la protección del medio ambiente, la lucha contra la violencia y los movimientos feministas juegan un rol importante para su academia aun en los tiempos que corren.

La experiencia latinoamericana podría verse fortalecida y enriquecida no solo por el pensamiento de ucranianos, sino por la perspectiva de todos y cada uno de los países exsoviéticos que hoy experimentan amenazas colonialistas e incluso el borramiento de su identidad nacional. El no crear las condiciones estructurales para una reflexión seria, informada y metódica sobre Ucrania y basar la mirada académica en las tendencias de moda impuestas por la coyuntura mediática es un error de las élites intelectuales latinoamericanas.  Esta falta dará pie a mayores incomprensiones sobre el largo y brutal colonialismo ruso y también fomentará nuestra ceguera ante los esfuerzos de naciones por desprenderse del yugo moscovita y por ser libres, democráticas y parte de la resistencia a las pulsiones autoritarias que nos amenazan y asedian en nuestros días. ~

 

 

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