Rafael Rojas: Cuatro componentes del modelo Bukele
El argumento oficial para justificar esa perpetuación en el poder es el viejísimo mito de que sólo Bukele puede mantener la paz social

El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, habla durante un acto en Antiguo Cuscatlán, el 19 de marzo de 2025. // Foto | EFE/Rodrigo Sura/Archivo
Que Nayib Bukele ha creado un modelo político atractivo en América Latina y el Caribe no es novedad. Presidentes de diversos países como el ecuatoriano Daniel Noboa o el costarricense Rodrigo Chaves han expresado admiración por el proyecto del líder salvadoreño. ¿Cuáles serían los componentes de ese nuevo proyecto? En primer lugar, estaría la militarización como vía para lograr una supuesta reducción de las pandillas de la Mara Salvatrucha (MS-13) y la Mara 18. Muchos estudios serios confirman que, en efecto, se ha incrementado el control de las pandillas en el país centroamericano, aunque también alertan que la militarización rebasa los objetivos de seguridad interior.
La militarización se dio acompañada, desde un inicio, de una remodelación profunda del sistema penitenciario. Un elemento central del nuevo diseño de seguridad es la creación de mega cárceles con dispositivos de vigilancia y corrección de los reclusos. Esos nuevos panópticos se incorporan a una estrategia mediática y publicitaria del gobierno, que tiene un efecto reproductor sobre la popularidad de Bukele.
La segunda premisa del bukelismo es la recurrencia a un estado de excepción permanente. En marzo de 2022, la Asamblea Legislativa aprobó una ley de suspensión de derechos constitucionales, luego de que se registraran más de 60 muertes en pocos días. El estado de excepción fue prorrogándose en los años siguientes y a principios de 2025 alcanzó el récord de más mil días.
Al cumplir los mil días de estado de excepción, el Gobierno de Bukele anunció que habían sido detenidas y recluidas 83 000 personas. Esa cifra altísima se veía contrarrestada en el discurso oficial por una disminución de la delincuencia que, según el Gobierno, rondaba 1.9 homicidios por cada cien mil habitantes. Las estadísticas de reducción del crimen eran esgrimidas por la Fiscalía General de la República como el gran éxito del Gobierno.
Un tercer elemento del modelo se derivaba justamente del anterior. La mezcla de seguritización y militarización, al darse acompañada por mensajes publicitarios eficaces sobre la contracción del crimen, propiciaba un aumento de la base electoral de Bukele y su partido Nuevas Ideas. El flamante grupo del poder pasó entonces a constituir una hegemonía legislativa en el parlamento de ese país centroamericano.
La mayoría permitió el control del Poder Judicial y la relectura de la Constitución de 1983 que, en 2024, facilitó la primera reelección de Bukele. Un año después, esa mayoría parlamentaria ha dado un paso más allá y 57 de 60 asambleístas abren la puerta a la reelección indefinida.
El cuarto elemento de la autocratización de El Salvador es, pues, la reforma constitucional de 2025, que elimina la segunda vuelta y abroga limitantes para una nueva postulación del líder en 2027. El argumento oficial para justificar esa perpetuación en el poder es el viejísimo mito que sólo Bukele puede mantener la paz social.
*Este artículo se publicó originalmente en La Razón de México.