María José Solano: The King of Huelva
Pronto descubre que allí también hay otra clase de sufrimiento
Cuando en 1873 la Río Tinto Company Limited empezó a arrancarle cobre a las entrañas de Huelva, los ingleses no tardaron mucho en convencerse de que aquello no era una aventura pasajera, así que levantaron una pequeña Inglaterra en plena sierra con sus casas victorianas alineadas con rigor imperial. Siempre tendentes a fundar clubes donde no los llaman, lo primero que hicieron –aparte de explotar un poco el subsuelo y otro poco a los locales– fue construir un club de tenis. Porque, claro, uno podrá estar en la Andalucía profunda, pero sin un sitio donde sudar dignamente en pantalón blanco, ¿qué sentido tiene la vida? Así nació el Club Inglés de Bellavista, el más antiguo testimonio de la huella británica en suelo español. No fue solo un lugar para tomar Bloody Mary o leer en su hermosa biblioteca, sino también la cuna del tenis. Porque sí, fue en este rincón de la sierra de Huelva donde por primera vez se practicó ese deporte en nuestro país.
Y ahí es donde entra nuestro Dickens. Imaginemos (¿quién nos impide jugar?) la escena: el curioso Charles, en algún punto entre ‘Tiempos difíciles’ y ‘Casa desolada’, harto del Londres brumoso y los huérfanos con acento ‘cockney’, decide darse un respiro en el sur de España. Le hablan de un clima benigno, de una hermosa cancha de tenis y de la hospitalidad local. El inglés, que no era tonto, hace las maletas sin consultar a la Reina ni al Foreign Office. Llega a Huelva en barco. Baja con gesto circunspecto, dispuesto a escribir una crónica sobre la miseria obrera en las minas… pero pronto descubre que allí también hay otra clase de sufrimiento: el de no poder parar de comer. Porque el primer andaluz que se le cruza le planta un plato de jamón y un vaso de vino de la tierra, y Dickens, que venía de desayunar gachas frías, decide que la novela social puede esperar.
Así que, si lo que busca usted es turismo sin masas, sin pulserita ni selfi, le sugiero que se acerque a este singular rincón de Andalucía donde aún resuenan los ecos de raquetas victorianas, se sirve el té como Dios (anglicano) manda, y se corta el mejor jamón del mundo mientras el fantasma de Dickens, nuestro particular King de Huelva, practica el ‘drive’.