Arnoldo José Gabaldón: “Aquí hay un colapso sistémico y prolongado”
Entre 1998 y 2016 la población de Venezuela aumentó en 34 por ciento. Previsiblemente, esa es una enorme carga para los servicios públicos y la infraestructura de un país. El dato rara vez se menciona en los análisis independientes, mientras que en discurso oficial ha sido proscrito. No existe. Es una incógnita sin solución. Arnoldo José Gabaldón, coordinador del Grupo Orinoco de Energía y Ambiente, ex ministro del Ambiente y ex presidente de la Copre, advierte que la omisión no obedece a un fallo de la memoria, sino a la acción deliberada de ocultar la desinversión en sectores claves que redundan en la calidad de vida de los venezolanos.
Un ejemplo es el caso del agua. “Aquí prácticamente la capacidad de almacenamiento para garantizar el suministro del agua potable se congeló al año 1998”. Gabaldón tienen las cifras a la mano. “Hasta 1958 había en Venezuela una capacidad de 180 hectómetros cúbicos de almacenamiento. Esa capacidad se aumentó, entre 1958 y 1998, a 7.300 hectómetros cúbicos, pero en el período que va de 1998 a 2016, la capacidad apenas se aumentó en 130 hectómetros cúbicos. Es un largo período, ¿no?”. El dato revela tanto una desinversión, como un desvío de los recursos hacia otras cosas, que no han incidido favorablemente en los servicios de acueductos.
Desde una de las paredes de su lugar de trabajo observa su padre, Arnoldo Gabaldón, el hombre que erradicó la malaria en Venezuela. La cabeza inclinada y la mirada retadora, como diciendo. ¿Qué carajo fue lo que pasó aquí?
¿Qué ha pasado con el mapa institucional de Venezuela?
El país está sufriendo lo que yo he denominado el colapso sistémico del gobierno y por ende de todos los servicios que el gobierno presta. Parece rimbombante el término sistémico, pero lo llamo así porque la gente no advierte que las organizaciones que deben estar articuladas se ven afectadas cuando parte de ellas empiezan a fallar y a presentar desajustes. Dentro de ese enfoque, por ejemplo, tenemos una crisis del agua; tenemos una crisis de la electricidad, en el servicio de salud, en el servicio de la educación, empezando por las universidades, y de la economía, que está absolutamente desorganizada. Entonces, yo hablo del colapso sistémico provocado por políticas a las cuales se les pueden adosar otros vicios como la corrupción o la ineficiencia, son políticas las que conducen a ese colapso. Lo que está pasando en el país es una cosa sumamente grave. No se trata de mejorar el servicio eléctrico o de que se tenga que hacerle mantenimiento a las turbinas de las plantas termoeléctricas, etc., sino que tenemos un colapso sistémico.
¿Usted cree que el país está deshilachado?
Absolutamente, Guzmán Blanco decía, de pronto, cuando era presidente, tengo que salir al exterior porque se me ha desorganizado el país. Él se refería a las montoneras y alzamientos que aparecían por aquí y por allá, pero la matriz de funcionamiento de aquella Venezuela pobrísima, eso estaba más o menos funcionando. Ahora, ese aparato colapsó.
¿Estamos ante los primeros síntomas o en medio de la oscurana?
No, yo creo que el colapso está en plena fase destructiva.
No deja de ser curioso que una de las banderas de la organización popular sea las Mesas Técnicas de Agua, por ejemplo. El gobierno asegura que el 96 por ciento de los venezolanos tiene acceso al agua potable. ¿En qué quedamos?
Esa es una meta que el gobierno alardea de haber alcanzado, entre otras cosas, porque está entre las metas del milenio del año 2000 que estableció Naciones Unidas. Se divulga esa información ampliamente, pero por otra parte se hace una encuesta, me refiero a la encuesta Encovi, en la que participan varias universidades (la UCV, la UCAB y la USB) y aparece que solamente el 81 por ciento de la población tiene acceso al agua potable. Hay una diferencia importante entre 81 y 96, 15 puntos. Pero de ese 81 por ciento, apenas el 60 por ciento asegura que tiene acceso a un servicio de agua continua. El otro no. Entonces, aquí hay una millonada de personas que no tiene servicio de acueductos o que lo tiene discontinuo y eso puede ser cada 15 días. De acuerdo a los parámetros internacionales, eso no es un servicio aceptable de agua potable. A mí me tocó confrontar con Alejandro Hitcher, quien dijo que las cifras de HidroVen son absolutamente confiables. Yo le respondí con una anécdota.
¿Una anécdota?
Le dije, mire, hay un honorable ex presidente del INOS, que aún está vivo, que me dijo que cuando estaba preparando el primer informe anual de su gestión, llegó un funcionario y le preguntó, mire presidente, ¿cuánta gente vamos a decir que se incorporó este año al servicio de acueducto?, y él le respondió, esa cifra me la tiene que dar usted a mí, no al revés, porque yo no conté cuántas conexiones domiciliarias se hicieron. Lo dije para poner de relieve lo poco fiable que son las estadísticas del gobierno. El Ministerio del Ambiente dice en su memoria queel porcentaje de aguas tratadas de cloacas es tanto por ciento, tal como lo declaró el viceministro en su oportunidad. ¿Es que una declaración a la prensa puede ser una estadística oficial? No, eso tiene que ser parte de un sistema de captación de estadística. Y algo similar ocurre en el Ministerio de Sanidad. Yo recuerdo perfectamente que una de las obsesiones de mi padre, quien fue ministro de Sanidad durante cinco años, era el boletín de estadística. ¡Carajo! Que se atrasara eso tres meses para yo verlo dando… porque ese era el instrumento para saber por dónde va la cosa y ahí tengo yo que actuar.
¿Usted cree que esto es un fraude entonces?
En parte hay un fraude. Yo he reflexionado mucho sobre eso. Esto no es un fenómeno tropical, esto es un fenómeno de los regímenes comunistas, que distorsionan especialmente estadísticas. Recuerdo que en un viaje a Cuba a mí me llevaron al Museo de la Revolución donde estaban los grandes logros en materia educativa y de salud. Mi hermana, que era bastante incisiva, me dijo aquí no ha habido ningún milagro. Cuba tenía unos buenos índices de salud anterior a la revolución. Ellos, como eran los soviéticos, se especializaban en inflar las cosas. Y por eso pusieron en el INE a un señor que era de absoluta confianza del régimen.
¿Se está refiriendo a Elías Eljuri?
Sí, señor. Lo que ha pasado en el Banco Central. Eso es un crimen, porque esa estructura que se montó en 1942 tenía unos cuerpos técnicos muy ajustados a las metodologías que establecen las Naciones Unidas para llevar las cuentas. Metieron allí a cubanos y a unos venezolanos y han ido maquillando cifras. Eso no le permite a uno tener una radiografía precisa de lo que está ocurriendo. Eso es un crimen de lesa humanidad, caramba, lo que se hace con las estadísticas de un país cuando se trastocan las cifras.
¿No hay información confiable en ninguna institución?
Aquí se cometió, desde el punto de vista institucional, otro crimen. En 1999 se eliminó del organigrama del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social, la Dirección de Malariología y Saneamiento Ambiental. Esa dirección venía funcionando desde hacía 30 años. Se ocupaba de viviendas, acueductos y cloacas rurales. Eso, junto con el control de vectores, que dependían de esa dirección, fueron difuminadas del Ministerio de Sanidad. Conozco al doctor Oscar Noya, que era un funcionario de ese ministerio y quien además era simpatizante del régimen en esos años. Recientemente, en la Academia de Ciencias, donde hubo un foro sobre zika, dengue y malaria, el doctor Noya mostró una carta que le dirigió al ex presidente Chávez y al entonces ministro de Sanidad, en la que decía, subrayado en amarillo, de haber tomado esa decisión se va a arrepentir el gobierno. ¿Por qué tenemos la incidencia más grave de malaria en América Latina después de haber presentado ante la Organización Mundial de la Salud, en forma certificada, la extensión más grande de malaria erradicada? Que nosotros no tengamos cómo diagnosticar la incidencia de la epidemia de zika, pero indirectamente, los médicos refieran casos de fiebres muy altas, lo que denota es que aquí algo muy grave pasó.
Mientras en Colombia las autoridades estiman que este año se podrían registrar 600.000 casos de Zika. Aquí se dan a conocer 4.000 casos. Esa discrepancia motivó una queja por la forma en que Venezuela maneja sus estadísticas.
Ecológicamente esa situación no es explicable. De países tropicales, vecinos, ¿cómo eso está ocurriendo? Eso es lo que yo llamo el colapso sistémico prolongado. Y por eso, entonces, salir de la situación en la que estamos es algo muy complejo, que va a requerir mucho esfuerzo, muchas neuronas.
Si es provocado, me imagino que debe haber un fin. Un objetivo detrás de todo esto.
Yo no soy de los que emito como hipótesis esa cosa truculenta de que el gobierno quería deteriorar a los venezolanos. No, a mí me parece que eso no cabe en la mente humana. Pero lo que sí cabe es que tú desarrollaste unas políticas, un modelo, que te produjo esas consecuencias. Por eso digo que es provocado, por esas políticas y a esas políticas hay que adosarles un porcentaje de corrupción muy alto. Aquí ha habido siempre corrupción. No cabe duda. Pero los volúmenes de la corrupción que hemos visto en los últimos años son una cosa escandalosa. Y por supuesto, otro problema también, muy importante, es el profesionalismo de la función pública. Cuando yo fui presidente de la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado, una de las cinco áreas fundamentales era la profesionalización de la función pública. Tú no puedes tener al general Mota Domínguez al frente de las empresas de electricidad. Este es un hombre de la Guardia Nacional diciéndole al país lo que tiene que hacer con su sistema eléctrico, porque eso es una cosa ilógica, allí habían pasado profesionales que eran del sector. En el agua potable otro tanto. Una señora, porque tuvo éxito en Cantv, la pone al frente de HidroVen. Personas que no calzan las condiciones para esos cargos, porque el término meritocrático se estigmatizó. Era una cosa dañina hablar de meritocracia, de PDVSA.
Uno advierte que este modelo que se implementó y que ha arrojado estos resultados, no es objeto de una reflexión, de un mea culpa, de una necesidad de ajustar algo. ¿Cómo vamos a hacer con eso que llaman el Arco Minero? Ahí están las riberas del Orinoco. ¿Vamos a caerles encima?
Yo creo que eso es uno de los crímenes más importantes que se le imputarán a este régimen. Lo que se está haciendo es exponer el territorio prístino más amplio del país, la reserva de los recursos hídricos más importantes, la reserva de la capacidad de generación hidroeléctrica y la reserva de biodiversidad más importantes, en circunstancias donde el Estado no tiene capacidad de control. Dicen que vamos a traer empresas transnacionales que vienen a hacer un desarrollo sustentable de la minería. Mire, la minería en cualquier parte del mundo es una actividad sumamente destructiva. Y tú tienes que tener un Estado muy competente para mantener a raya, fijándole protocolos de acción… ¿en un país donde no hay estado de derecho, donde no hay capacidad para mantener la seguridad pública? ¿Qué va a pasar allá? Que esos intereses, más la minería de garimpeiros, van a acabar con eso. ¿Qué está ocurriendo con las cabeceras del río Caroní? Si ese es uno de los ríos en el mundo de mayor potencial hidroeléctrico. Esto que inventó Chávez de estigmatizar el desarrollo de Guri, ¿Cómo se iba a poner al país a depender de los proyectos hidroeléctricos de un solo río? Pero si eso es una bendición de la naturaleza. Estamos en esta crisis eléctrica porque descuidamos los desarrollos hidroeléctricos. La represa de Tocoma tiene dos años paralizada y no se ve cuándo se va a concluir.
¿Por una decisión política o porque no hay recursos?
No, porque contrataron las turbinas de Tocoma a una empresa argentina que no tenía antecedentes para obras de esa envergadura. Por negocios entre Chávez y Cristina Kirchner. Ahí tenemos ahora que la empresa está desaparecida. Esas turbinas son como trajes a la medida, no son cosas que se compran en el mercado. Bueno, ahí tuviéramos 2 mil megavatios más en estos momentos de crisis para generar electricidad. Le hicimos ver al país que era preferible no depender de la generación hidroeléctrica, sino de las fuentes termoeléctricas, porque tenemos las reservas de combustibles fósiles más grandes del mundo. Pero contratamos unas plantas de generación distribuida que no teníamos capacidad para mantenerlas. Y en eso se gastaron entre 50 y 60 mil millones de dólares. Esa es una de las catástrofes de esta administración.
¿Ha pasado por Puerto Píritu? ¿Cómo es que esa montaña de coque está ahí?
Eso forma parte del proyecto de la faja del Orinoco, cuya meta era llevar la producción a seis millones de barriles diarios. Pero dentro de las cosas que no se estimaron suficientemente eran los impactos ambientales de eso. Menos mal que no hubo capacidad para llegar a los fulanos seis millones, porque si no esa montaña fuera del alto del Himalaya. Ahí se pusieron unas correas transportadoras para embarcar el coque. Me dicen a mí que allí hay un gansterismo que echa a perder esas correas para poder transportar el coque en camiones, pero no tiene capacidad suficiente y eso se va acumulando. Desde el punto de vista ambiental, eso es una cosa terrible lo que está pasando allí.
¿Qué opinión tiene del ecosocialismo, digamos, como concepto? Y como parte de la épica discursiva del venezolano ahora tenemos la misión de salvar a la especie humana.
Uno de los cinco ejes del llamado Plan de la Patria es la salvación del planeta y de la especie humana. En diciembre fuimos a París a la conferencia de la ONU sobre el cambio climático y Venezuela, junto con otros 12 países, no presentó una carta de compromiso sobre lo que haríamos para contribuir a disminuir el problema del cambio climático. 12 países de los 180 que participaron en la conferencia. Bueno, ecosocialismo es un concepto acuñado por unos intelectuales alemanes que han pensado que el marxismo podría reivindicarse buscando una caparazón verde. Le han puesto ecosocialismo. Pero eso no existe sino en el papel de esos autores alemanes.
¿No sería más ambicioso salvarnos a nosotros mismos en vez de salvar a la humanidad?
Así es. Son cosas risibles, pero con lágrimas en los ojos, porque la tragedia que estamos viviendo es muy grande. Aquí tiene que venir cambio de régimen y reforma de instituciones, porque una de las cosas que ha tenido este período es destrucción institucional. Hay que crear instituciones. Hay que buscar a los venezolanos que sepan hacer las cosas, a protegerlos y a evitarles el clientelismo.
¿No le preocupa que se diga que usted lo que está pidiendo es un golpe de Estado?
No, yo creo que la Constitución tiene la virtud de abrir una serie de cauces para salir del régimen y yo creo que eso es conveniente, que nos vayamos por los cauces constitucionales, porque de los golpes de Estado no quedan sino heridas que después se suturan al término de muchos años. Es preferible que el país llegue por la convicción de que esto se desplomó, de que esto implosionó, de que esto colapsó. Que estamos ante un colapso sistémico provocado y que entonces la gente esté dispuesta a cambiar, no por consenso, porque eso es casi imposible de alcanzar, pero sí por necesidad.