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Del proteccionismo a la diplomacia: Europa, Asia y América Latina reconfiguran el tablero

Nuevas oportunidades de mercado con el Acuerdo UE-MERCOSUR | ISERN

 

La presentación formal del texto legal del acuerdo entre la Unión Europea y Mercosur por parte de la Comisión Europea marca el cierre de más de dos décadas de negociaciones y podría mostrar, al mismo tiempo, una jugada geopolítica de alto impacto. 

El tratado conecta a casi 780 millones de personas y prevé un aumento del 40 % en los intercambios comerciales, que actualmente rondan los 100.000 millones de euros anuales. Además, permitirá un ahorro estimado de 4.000 millones de euros en aranceles para los exportadores europeos y eliminará más del 80 % de los gravámenes en ambas direcciones. 

Ese pacto se proyecta, como uno de los más ambiciosos de la historia de la UE y como un mensaje claro frente al proteccionismo estadounidense y a la creciente influencia de China en América Latina.

El impacto económico seria profundo. Para Europa, la apertura de los mercados sudamericanos beneficiará a la industria automotriz y de maquinaria, con la reducción de aranceles de hasta el 35 %, consolidando la presencia en Brasil y Argentina, dos de los mayores mercados emergentes. También reforzará sectores estratégicos como farmacéuticas, construcción de infraestructura y servicios tecnológicos, permitiendo que startups latinoamericanas se integren en ecosistemas europeos. 

Por su parte, Latinoamérica se beneficiaria de un acceso privilegiado a un mercado europeo de alto poder adquisitivo, con mayores oportunidades de exportación de soja, carne, lácteos, frutas y productos agroindustriales, lo que fortalece ingresos y empleo en la región. Además, la diversificación de socios comerciales podría reducir la dependencia de EE. UU y China, otorgando mayor autonomía estratégica a los países del Mercosur. 

La inversión europea en infraestructura, tecnología y manufactura local puede generar transferencia tecnológica y desarrollo industrial, mientras la protección de indicaciones geográficas y estándares europeos valoriza los productos regionales en mercados internacionales. El acuerdo también permite la integración de Mercosur en cadenas globales de valor más sofisticadas y aporta estabilidad y previsibilidad regulatoria, factores que favorecen la inversión extranjera y el crecimiento económico sostenido. 

Además, más de 350 indicaciones geográficas protegidas de productos gourmet europeos, como vinos y quesos, quedarán blindadas, reforzando su valor cultural y económico. El acceso a minerales críticos como litio y cobre será clave para la transición energética europea. 

Este intercambio no es solo comercial: es también una estrategia de interdependencia diseñada para aumentar la resiliencia de las cadenas globales de valor.

China aparece como el jugador inevitable, ya que es el principal socio comercial de Mercosur, absorbiendo más del 30 % de las exportaciones de Brasil y Argentina y liderando inversiones en infraestructura, telecomunicaciones y energía. Sin embargo, el acuerdo con la UE no busca desplazar a Pekín, sino equilibrar el tablero. 

Mercosur gana autonomía al diversificar socios y reducir su dependencia de China, mientras ya que Europa ofrece una alternativa basada en mercados de alto poder adquisitivo y marcos regulatorios robustos. La competencia entre China y Europa convierte a América Latina en un escenario clave de rivalidad global, otorgándole un poder de negociación sin precedentes.

El pacto tiene un profundo efecto sobre la reconfiguración del orden mundial. La política aislacionista de Donald Trump, que debilitó a la OMC y priorizó acuerdos bilaterales, abrió un vacío que la UE busca ocupar consolidando su presencia en regiones estratégicas. América Latina deja de ser vista únicamente como proveedora de materias primas para convertirse en un pivote decisivo en la transición energética y en las cadenas de suministro globales.

 La UE demuestra que puede actuar como potencia autónoma, no solo como socio de Washington. La competencia triangular entre EE. UU., China y Europa coloca a América Latina en posición de árbitro: sus recursos críticos y mercados emergentes le otorgan un peso geopolítico que trasciende lo económico. Para para la UE, asegurar el acceso a litio y otros minerales esenciales no solo representa ventaja comercial, sino también seguridad industrial en un contexto de guerra tecnológica y comercial global.

El acuerdo UE–Mercosur es mucho más que un tratado de libre comercio. Es una jugada estratégica que proyecta poder, podría reforzar la autonomía europea y de paso permite a América Latina jugar un papel en el rediseño del mapa geopolítico. Con un mercado combinado de 780 millones de personas, intercambios que podrían crecer un 40 % y la eliminación de aranceles sin precedentes, el pacto inaugura una nueva fase de globalización regulada. 

Todo esto ocurre mientras Estados Unidos, bajo la doctrina de “América Primero”, ve cómo el comercio global se reorganiza sin depender de su iniciativa. La finalización de las negociaciones UE–Mercosur, sumada a la Cumbre de Tianjin convocada por China, refuerza este mensaje: el sistema internacional avanza hacia una multipolaridad en la que las decisiones clave ya no se definen únicamente bajo la tutela de Washington. 

Estos dos hitos multilaterales revelan un cambio de paradigma, donde las alianzas regionales y el fortalecimiento del Sur Global trazan una arquitectura de poder más distribuida, resiliente y menos dependiente del “gran hermano” estadounidense.

 

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