Derechos humanosDictaduraHistoriaViolencia

El momento Kirov de Estados Unidos

Político soviético Sergei Kirov, 17º Congreso del Partido Comunista, Moscú,  URSS, 1934
SERGEI KIROV
Desde hace una semana, la amplificación algorítmica de la emoción provocada por el brutal asesinato de Charlie Kirk está tomando una dirección muy concreta.
Ha comenzado una purga.
En un estudio que se publica hoy en nuestras páginas, hemos intentado hacer un primer balance de este movimiento masivo.
Decenas de periodistas, académicos, funcionarios federales, militares o empleados del sector privado han sido suspendidos o despedidos.
Un solo sitio web anónimo, Expose Charlie’s Murderers («Denuncia a los asesinos de Charlie Kirk»), ya habría recibido más de 60.000 denuncias.
Lejos de ser casos aislados, forman parte de una estrategia coordinada que une el poder de las redes sociales con el poder del Estado.
Varios altos cargos de la administración, como el vicepresidente J.D. Vance o el subsecretario de Estado Christopher Landau, piden que se denuncie no sólo a quienes «celebraron» la muerte de Kirk, sino también a quienes «la elogian, minimizan o racionalizan».
En 1934, Stalin utilizó el asesinato de Serguéi Kirov, secretario del Partido en Leningrado, para justificar purgas de una violencia sin precedentes.
¿Podría Estados Unidos, bajo el mandato de Donald Trump, estar viviendo una especie de momento Kirov?
El asesinato de Charlie Kirk se ha convertido ahora en un pretexto y en el punto de partida de una mecánica de sospecha generalizada.
Esta represión reivindica la fuerza de una emoción legítima para acabar con toda oposición.
Y los efectos ya se dejan sentir a todos los niveles.
Un agente del Servicio Secreto ha sido suspendido por publicar en Internet que Charlie Kirk «difundía el odio y el racismo».
El famoso presentador de uno de los programas nocturnos más populares de Estados Unidos, Jimmy Kimmel, fue brutalmente destituido.
Como escribe Timothy Snyder:
­
En los países que se inclinan hacia un sistema autoritario se observa una tendencia: los humoristas se vuelven cada vez más divertidos y mordaces —hasta que son silenciados—.
­ ­
Se puede analizar la situación desde todos los ángulos, pero hay algo que resulta evidente.
El intento de cambio de régimen ha pasado a la siguiente fase en Estados Unidos.
Para derrocar el sistema, se puede actuar de forma indirecta o directa.
Al llevar a cabo una espectacular ruptura de la primera enmienda, Donald Trump asume un riesgo considerable, pero por el momento no parece enfrentarse a ninguna oposición y podría haber acelerado radicalmente la transformación de Estados Unidos en un sistema autoritario.
La fiscal general, Pam Bondi, estableció el lunes en Fox News una distinción entre «discurso de odio» y «libertad de expresión», declarando:
­
«Le perseguiremos y le procesaremos si ataca a alguien con discurso de odio».
­ ­
Sin embargo, no existe tal distinción en la primera enmienda.
Si la Constitución ya no tiene importancia, ¿qué es lo que aún la tiene en Estados Unidos?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba