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Cuba trata de tapar el furor por Obama

USA/OBAMAEl presidente dejó una profunda huella en La Habana

LA HABANA.- El oficialismo cubano reaccionó a la partida de su histórico invitado como si se tratara de un amante despechado. «Obama en el Gran Teatro o el gran teatro de Obama en La Habana», destacó Juventud Rebelde, como si quisiera atenuar la «Obamamanía» que todavía se vive en la isla.

También Granma, el órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, detalló los actos del presidente destacando su «habilidad en el uso del teleprompter». Eso sí, olvidó la reunión con los 13 disidentes y el entusiasmo de buena parte del país ante las palabras de Obama. Sí, se pudo. No sólo porque el equipo de los Rayos de Florida derrotó al combinado cubano. También porque el «Gran Yuma» habló en el corazón de La Habana directo al alma de un país que ya había conquistado con su poderoso juego seductor. Sus palabras, su simpatía, sus guiños y toda la parafernalia que rodea al hombre más poderoso del planeta enamoraron a gran parte de un pueblo que lo estuvo velando, como dicen en la isla, durante sus tres días de estancia.

«Mira, chico, se me eriza la piel, este negrito nos ha conquistado«, repite emocionado Alberto Tulipán, cuentapropista nacido en tiempos de revolución. «Si su objetivo era enamorarnos, Obama ya nos comió, con papas y todo. ¡El Gran Yuma partió el bate antes del juego!», resume con alborozo.

Yuma es el cubanismo que se emplea para definir a los norteamericanos, ampliable a otros extranjeros. Durante décadas, y más en el Período especial, señalaba a los portadores de divisas, tan ansiadas por sus habitantes. Desde ya, Obama es el Gran Yuma, el hombre que ha apostado por un futuro en manos del pueblo, que se resume en una palabra: esperanza. Es la más usada en las esquinas habaneras para definir un viaje histórico que ha tocado la médula espinal del cubano.

«Para nosotros los jóvenes, Obama nos ha traído nuevos sueños. Quería irme para Miami, pero si es capaz de ayudarnos, de apoyarnos para que esto cambie, me quedo«, dice Robertico R., de 19 años, mientras muestra como un trofeo en su celular Samsung al presidente en un video tras la cena en un «paladar».

Obamamanía que el régimen quiso evitar desde el primer momento, huyendo de la parafernalia habitual para sus invitados y midiendo casa uno de los pasos institucionales. A los fotógrafos internacionales les ha costado muchos kilómetros de idas y vueltas para hallar íconos visuales de la visita.

«No podemos caer en el encantamiento, siguen sus programas injerencistas», advirtió el historiador Elier Ramírez tras escuchar a Obama. Un objetivo imposible. «No traiga tantas maletas, que viene para dos días», repite Noel Gil una y otra vez tras escucharlo en el programa humorístico de Pánfilo en la televisión cubana. Frases como ésta, además del celebérrimo «¿Qué bolá, Cuba?«, han dejado una huella profunda en el imaginario caribeño.

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