El precio de la incertidumbre
La guerra prolongada beneficia a nadie.” — Sun Tzu
En política, como en la guerra, la incertidumbre puede ser una táctica eficaz, pero nunca una estrategia sostenible. Quien gobierna desde la ambigüedad —sin atacar, sin negociar, sin definir un rumbo— gana tiempo, pero pierde terreno.
Por un tiempo, la indefinición le permite al poder respirar, dividir a sus adversarios y mantener en vilo a una sociedad agotada. La ambigüedad se convierte entonces en su escudo y en su argumento: mientras todo parece posible, nada resulta urgente.
Pero esa misma táctica lleva en sí el germen de su fracaso. Ningún país puede sostenerse en el suspenso perpetuo. La economía se resiente, la confianza se disuelve y la población, habituada al silencio, termina por volverse indiferente.
Ningún poder se sostiene sobre la fatiga moral de su pueblo.

