Sánchez necesita a Franco
Lo que ABC conmemora de 1975 no es una muerte sino, de la mano de la Monarquía, el nacimiento de la etapa más pacífica y próspera de España; no una revancha, sino la concordia que hizo posible el reencuentro de las dos Españas en una sola

El PSOE ha decidido que la mejor manera de conmemorar el 50 aniversario de Franco es sometiendo a la democracia española a su mayor crisis institucional, con la quiebra de los valores constitucionales más esenciales. Por esto mismo, no debería causar extrañeza que, siendo Pedro Sánchez quien lidera este movimiento retrospectivo contra Franco –como si estuviera aún vivo–, las encuestas de los últimos días otorguen al franquismo un estimable porcentaje de buena opinión, sobre todo entre los jóvenes. La razón es bastante sencilla: quien pacta su investidura con los legatarios de ETA, negocia su poltrona con un prófugo en el extranjero y miente sistemáticamente sobre sus compromisos electorales, difícilmente puede presentarse como un virtuoso de la democracia empeñado en rescatar a los españoles de su tardofranquismo latente. Si ya conmemorar la muerte de un dictador en su propia cama es una opción bastante inútil, más lo es hacerlo cincuenta años después y con un gobernante al frente de un gobierno tóxico y divisivo, que se jacta de alzar muros en la sociedad y de tener como socios de preferencia a condenados por terrorismo que no han pedido perdón por su crímenes. La generación más joven de españoles que se ha educado netamente en democracia se ha visto empujada a hacerse antifranquista sin ninguna necesidad y lo que ha conseguido el gobierno es que se haga más conservadora que nunca. En efecto, nadie está haciendo por el franquismo tanto como Pedro Sánchez.
Pero no ha sido tanto un error de cálculo con los jóvenes como una estrategia de fondo fallida. En efecto, al conmemorar la muerte de Franco y recordar la dictadura franquista tal y como lo está haciendo el Gobierno, la izquierda ha buscado erosionar la legitimidad originaria del sistema democrático de 1978, que debe su existencia, sin duda alguna, a la Transición de la dictadura a la democracia, «de la ley a la ley». Por eso, la izquierda no conmemora en este año el acceso de Don Juan Carlos al Trono; ni en 2026, si sigue en el poder, recordará la Ley de Reforma Política de 1976; ni en 2027 dedicará tiempo y dinero a mostrar que fue la izquierda la que reclamó la Ley de Amnistía de 1977 para ambos bandos de la Guerra Civil y la Dictadura, umbral del debate constituyente que culminó con la Constitución de 1978.
La estrategia del PSOE desde el mandato de Rodríguez Zapatero ha sido resucitar muertos para beneficio político. Empezó reanimando a una ETA muerta operativa y financieramente, con un pacto político para que llegara el día –el día de hoy– en que sus herederos dieran sus votos a un presidente socialista. Siguió con el rescate del separatismo catalán para sumar los votos de Junts y ERC (indultos, derogación de la sedición, amnistía), pese a haber sido deslegitimados y derrotados el 1-O. Y ahora pretende insuflar ánimos a la izquierda echando mano de un dictador fallecido hace medio siglo en la cama de un hospital.
No es esto lo que la democracia española se merece conmemorar en 2025, sino el extraordinario ejercicio de serenidad colectiva que los españoles hicieron tras la muerte de quien gobernó España durante casi cuarenta años. Lo que los jóvenes de hoy tendrían que saber es que el 20 de noviembre de 1975, España estaba sumida en la incertidumbre y, en buena medida, se hallaba en manos de los poderes que sostuvieron el régimen franquista. El futuro de nuestro país, en aquella noche en la que murió Franco, era una incógnita rodeada de temores. Sin embargo, el acceso de Don Juan Carlos al Trono de España garantizó inmediatamente una Jefatura de Estado en camino a un futuro distinto y, gracias a la conjunción de unas personalidades históricas, el Rey pilotó una Transición compleja, pero fructífera. Por esto mismo, ABC conmemora de 1975 no una muerte, sino el nacimiento de la etapa más pacífica y próspera de España; no una revancha, sino la concordia que hizo posible el reencuentro de las dos Españas en una sola; y tampoco secunda hoy el juicio oportunista de políticos vanidosos sin motivo, sino el sentir mayoritario de los españoles por la reafirmación de su democracia frente a los años destructivos del sanchismo.
La comparación que no aguanta Sánchez no es con Franco –comparación que sería impertinente a todas luces–, sino con aquellos dirigentes conservadores, socialistas, comunistas, democristianos y nacionalistas, que, con mayor o menor grado de acierto, a partir de 1975 hicieron todo lo posible para dar a España la oportunidad de una democracia como monarquía parlamentaria.
