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¿Quiénes son esos 600 muchachos? 3 días con las firmas del 1% para el referendo

Confiar-en-los-600-voluntarios-del-Comando-de-Bello-Monte-por-Laura-Solórzano-2“Queremos ayudar…”

En el edificio Vivel, en la avenida principal de Bello Monte, entre un local de una cadena de farmacias y un taller mecánico, está “el comando”, un lugar que desde 2011 ha servido como campamento base a la oposición en las campañas electorales y durante los momentos políticos más importantes del último lustro. Es sábado, son las once y media de la mañana y en el Vivel no cabe mas nadie: hay voluntarios trabajando adentro del edificio y quizás un par de centenas más afuera, con ganas de ayudar pero sin espacio. No quedan sillas, ni mesas, ni comida ni café. La responsable de los voluntarios baja y les hace saber que pueden regresar a las cinco de la tarde, si quieren, cuando algunos de quienes trabajan ahora comiencen a irse a sus casas. Los expectantes voluntarios se anotan y se van, con las ganas intactas migradas a otro turno.

En cada uno de los cuatro pisos del edificio hay muchas voces en distintos tonos. Más de seiscientas personas están trabajando de manera voluntaria para lograr la meta anunciada por el gobernador de Miranda y principal promotor del Referendo Revocatorio: entregar a principio de semana las casi 196.000 firmas requeridas por el Consejo Nacional Electoral para continuar con el proceso de revocatorio a Nicolás Maduro.

La noche del día anterior, como a las siete y media de la noche, el paisaje no era distinto. Como una de tantas redes invisibles de las cuales formamos parte, decenas de voluntarios comenzaron a llegar desde temprano. Tras una cinta y un personal de seguridad que restringe el paso está la logística de recibimiento, verificación y organización. En planta baja estaban dos mesones grandes con ocho personas responsables de recibir, anotar y distribuir cada una de las actas originales. Allí también reciben y anotan a los voluntarios para distribuirles las tareas. Registran en las computadoras la información dada por quienes entregan las planillas y las primeras firmas en llegar son las que corresponden a Caracas y los estados cercanos.

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Veinteañeros trabajando

Vestida con un jean color azul oscuro y una camisa vinotinto, Dionela camina acelerada y entra a las oficinas buscando planillas, dando información, verificando que no le falte nada a nadie. Vive en Guarenas, es flaca, morena y siempre tiene una gorra puesta. Le gusta la política desde pequeña y desde los 17 años ha participado de distintas maneras. Llegó a las siete de la mañana del viernes y son las ocho de la noche y sigue ahí. No recuerda cuántos vasos de café lleva, tampoco cuántas veces ha subido y bajado las escaleras.

Le tocó recibir las planillas de Caracas que llegaron el viernes a las dos y media de la tarde. Recuerda que el 6 de diciembre celebró que en su zona ganaron los diputados de oposición, por eso Dionela entiende la importancia de recibir las 19.800 firmas que corresponden al Municipio Libertador y que ya fueron entregadas.  “El cambio tarda, pero llega”, sentencia.

A las ocho de la noche del viernes, Henrique Capriles entra a saludar a los voluntarios. Viste una chaqueta negra, va en zapatos de goma y tiene su celular en mano: va a hacer una transmisión en vivo por sus redes. Una muchacha con un suéter negro, cabello liso y un teléfono que parece ser la prolongación de su mano se queda sentada en una mesa de las mesas de diez puestos. Sonríe, pero sigue trabajando: debe colocar los números de cédula de los firmantes en la página del CNE para verificar que la cédula corresponde con el nombre y que el centro de votación corresponde con lo que está anotado en la planilla. Todos los demás se han puesto de pie y se toman fotos con el gobernador, mientras él los anima a seguir trabajando.

Al preguntar las edades en ese salón, el promedio es de apenas 20 años.

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Saturday night

El sábado por la tarde en esa misma sala hay mucha más gente. Algunos rostros se repiten, otros son nuevos. Jonathan llegó a las cinco y media de la tarde, pero logró entrar pasadas las ocho de la noche. Sin embargo, ya está anotado para irse a Bello Monte desde el domingo en la mañana. Se enteró porque alguien colocó en Facebook que necesitaban voluntarios. Mientras lo cuenta se acelera y le emociona la posibilidad de “hacer algo más que un retuit”.

Junto a otros voluntarios, está sentado en el piso dos. En cada mesa se sientan diez personas y hay once mesas como ésta en el espacio más grande, más dos mesas en cada una de las tres oficinas. Frente a una de las puertas que dan a esas oficinas hay otra puerta que conduce a un espacio más pequeño, que también está lleno de gente. “Suele ser el área de comunicaciones, pero el sábado pasó a ser otra sala de voluntarios”. Resulta que el viernes por la noche el grupo de personas que trabaja ahí tuvo que recoger sus cosas para ceder el espacio: la recolección era prioritaria.

Cuando los sobres con firmas llegan a Bello Monte, luego de ser registradas en planta baja, un grupo de muchachos los sube hasta el piso 1. Ahí son recibidas, etiquetadas y entregadas a un equipo de personas cuyo número no varió demasiado entre el viernes y el sábado por la mañana, pero sí el sábado por la tarde cuando son 277 personas sentadas y trabajando en silencio. Su labor consiste en verificar que no haya firmas planas, que las planillas hayan sido llenadas correctamente y que la “entidad” corresponda a los domicilios. Una vez terminado este proceso, son registradas y enviadas al piso 2.

La edad promedio en este salón es distinta: 45 años.

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Los que entran por los que salen

En el primer piso del Vivel hay una terraza. Para optimizar el proceso, los responsables de la logística deciden que también debe haber mesas allí. Sin embargo, el viernes por la noche hubo dos asuntos que no se resolvieron a tiempo: no había luz afuera ni suficientes toldos. Una de las personas encargadas dicen que “los del camión no pudieron llegar por la lluvia”, pero que temprano en la mañana estará resuelto.

La mitad de las sillas están ocupadas por voluntarios que han venido desde Petare. Resuelto el  asunto de la luz, las sillas y los toldos, llega la lluvia. Sin embargo, en medio de chistes y comentarios jocosos, detienen el trabajo por unos minutos para saludar a su diputado, otro joven que se mezcla entre quienes vuelven al trabajo. A lo largo del día desfilarán por este mismo piso varios políticos de distintos partidos. Todos les dan ánimo. Algunos se sentarán a ayudarlos o les buscarán agua y café. Los muchachos no se distraen con quienes prolongan demasiado sus discursos: quienes están ahí sentados entienden la importancia del trabajo que significa organizar las firmas para activar el revocatorio.

El domingo llueve como llovió el sábado, pero desde las ocho y media de la mañana hasta las diez entran nuevos voluntarios al edificio. El domingo había, incluso, voluntarios de otros estados. Como en una carrera de relevo, la puerta principal del Vivel da la impresión de que entran tantos como los que salen. Y a los voluntarios se suman señoras que llevan comida, mamás que compran chucherías o gente que va y dona refrescos, bebidas y agua.

Planillas, sobres y cajas

La primera caja estuvo lista el viernes a las cuatro y media de la tarde. Aquí es necesario entender cómo funciona el asunto: cada sobre tiene cien planillas y cada caja tiene veinticinco sobres. Y cada caja tiene una identificación donde se lee el número de caja, el serial de las planillas y una frase que identifica que dentro de esa caja están las manifestaciones de voluntades para la promoción y solicitud del referendo revocatorio.

Todo ese trabajo se hace en el piso 4. Ahí está todo el equipo responsable del último paso y uno de los más delicados. Una vez que las planillas pasan por los dos primeros pisos, son organizadas nuevamente por estado y entregadas a una sala del piso 4 en la que durante los tres días han estado foliando las planillas, identificándolas con un número para darle el carácter legal que indica el reglamento del CNE. Pues bien: cada centenar de planillas es enviado a las salas de fotocopiado, donde otros voluntarios sacan copias de las planillas: una de respaldo para la MUD y una para que sean firmadas. Las originales son devueltas pues ésas serán entregadas.

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Las planillas se seleccionan y pasan a la sala que está más celosamente cuidada. Otro grupo de personas distribuye las planillas en tres sobres distintos: originales, copia MUD, copia respaldo CNE. Dentro de esta sala hay una oficina donde están todas las cajas.

“¡Listas las cajas!”

Alejandro es alto, tiene barba y viste una camisa gris, oscura. Sus ojos delatan las pocas horas de sueño y con el cigarro que se le acaba enciende otro mientras intenta pensar en cómo optimizar el trabajo de su piso. Él y Antonio (camisa azul y lentes grandes) le piden a la gente que no está trabajando entre el piso 3 y el 4 que se vayan y no distraigan a quienes se encargan de ensobrar.

Todos en este equipo han trabajado desde las elecciones de la universidad en la que estudiaron. Saben lo que le molesta al otro, pero fundamentalmente saben en qué es bueno cada uno. El sábado a mediodía ya hay 29 cajas listas y resguardadas. Una de las voluntarias, antes de salir el sábado por la noche, dijo en la puerta, al aire: “Vale la pena venir para reconciliarse con el país”.

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El paso del 1%

El proceso del referendo revocatorio será largo. El mismo domingo, una de las rectoras del Consejo Nacional Electoral, Tania D’ Amelio, colocó en su cuenta de Twitter que “Se debe cumplir el lapso de 30 días fijado para la recolección del 1% de manifestaciones de voluntad para pasar a la fase de constatación”.

Horas después, el rector Luis Emilio Rondón, dijo en la misma red que “Así ordena el Art 10.5: recibida la solicitud se revisarán las manifestaciones de voluntad y constatará q cumplen con 1% en 5 días continuos”.

Según Henrique Capriles Radonski y Jesús “Chúo” Torrealba, el asunto estaba más claro: advierten que el martes irán al CNE a entregar las firmas. Ambos lo informaron, también, a traves de sus redes sociales.

A medida que se van alcanzando los objetivos, los pisos se han ido vaciando, pero en los pisos 3 y 4 aún quedaban tareas. Cuando faltaba un cuarto de hora para la medianoche en domingo para lunes, todavía un equipo grande se mantenía trabajando. No fue sino hasta las 5:37 a.m. del lunes que terminó una jornada que debía volver a arrancar en apenas unas horas.

Entrega sorpresa

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Apenas unos minutos después de la una de la tarde del lunes, Chúo Torrealba anunció por Twitter que las cajas con las firmas ya habían sido entregadas esa misma mañana.

Lo de la entrega pautada para el martes, al parecer, fue un elemento distractor. Las llevaron a la sede del CNE en Mariches, en modo comando y como quien necesita sorprender al adversario. Una parte de los que se quedaron en ese último turno subieron las cajas en sus carros y las llevaron a primera hora.

No hubo enfrentamientos. No hubo peleas. No hubo terreno para el agavillamiento en la víspera.

Fue simple: una parte del equipo entregó las firmas de otros venezolanos que hoy están a la espera de que el CNE, en los próximos 5 días  continuos, las verifique y los llame a validar su voluntad.

Y cuando nos enterábamos de eso, el equipo que se había quedado hasta pasadas las seis de la mañana recién se estaba despertando. El país y el huso horario seguían siendo los mismos, sólo que ahora la voluntad de muchos espera servir de algo.

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