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Laberintos: Diálogo (im)posible en Venezuela

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   La crisis venezolana ha generado el temor universal de que su más probable desenlace sea un estallido social o un golpe militar. Ante esta drástica realidad, también se fortalecía la firme convicción de que sólo un gran diálogo nacional podría evitar ambas calamidades.

 

   Este era el complejo clima espiritual que reinaba en Venezuela el pasado viernes, cuando se filtró la información de que el milagro estaba al fin a punto de producirse. Según Telesur, simple canal de televisión de propaganda chavista para América Latina, representantes del gobierno y de la oposición, con la mediación de UNASUR propuesta por Maduro, estaban reunidos en República Dominicana con tres ex presidentes, José Luis Rodríguez Zapatero (España), Leonel Fernández (República Dominicana) y Martín Torrijos (Panamá), y negociaban la agenda de ese gran y salvador diálogo nacional que comenzaba entonces “por iniciativa de Maduro”, como indicó tramposamente Delcy Rodríguez, ministra venezolana de Relaciones Exteriores. Sin embargo, en lugar de una estruendosa explosión de alegría, desde el mismo momento en que se supo la noticia, este supuesto intento de la comunidad internacional por resolver el problema venezolano por la vía del entendimiento y la palabra comenzó a morir.

 

   Para entender el por qué del rápido fracaso de un diálogo con el que en principio todas las partes interesadas debían de haber estado de acuerdo, es necesario tener en cuenta los siguientes factores de perturbación:

 

   En primer lugar, el carácter secreto que gobierno y oposición le dieron al encuentro. ¿Por qué tanto hermetismo? Nadie en Venezuela podía haberse imaginado una ocurrencia semejante y descubrir ahora, de golpe y porrazo, que unos y otros se habían sentado a una misma mesa para discutir el destino del país sin siquiera prevenir a una opinión pública muy consciente de que la fuerza actual de la oposición es consecuencia directa del mandato que le dieron a sus candidatos los electores en las urnas del pasado 6 de diciembre, provocó un inmediato y fuerte rechazo a la iniciativa, pues el secreto hacía presumir que se trataba de otra trampa del régimen para oxigenar el asfixiado gobierno de Nicolás Maduro y que una parte de la oposición, por ingenuidad o complicidad, y a pesar de todas las advertencias, volvía a caer en la misma trampa de otras tantas ocasiones similares.

 

   Poco importó que la MUD tratara enseguida de controlar los daños aclarando que esos encuentros sólo habían sido consultas de los mediadores con los representantes del gobierno y la oposición por separado con la finalidad de explorar la posibilidad de promover un diálogo directo de las partes y una agenda realista de negociaciones. Era evidente que para alcanzar ese objetivo no se necesitaban mayores misterios, y no era necesario escaparse a una playa del Caribe dominicano, a no ser, no se olvide que estos son tiempos de suspicacias y recelos, que el encuentro de Punta Cana tuviera en realidad otro propósito, mucho menos inocente que el declarado, y que la filtración de la noticia sencillamente frustró los verdaderos propósitos de unas conversaciones de las que los venezolanos siguen sin saber absolutamente nada.

 

   El segundo ingrediente de este paso en falso de la oposición fue que Maduro sustituyó unilateralmente la oferta del papa Francisco de mediar en el conflicto venezolano por la de UNASUR y que la oposición no tuvo el menor reparo en aceptar esta nueva versión del diálogo, ahora con la mediación de tres ex presidentes de gobierno, todos ellos con diversos pero indiscutibles grados de buena relación con el chavismo, en una acción particularmente poco confiable porque para colmo de males su facilitador resultó ser nada más y nada menos que el muy controvertido ex presidente colombiano Ernesto Samper, secretario general de UNASUR, organismo multilateral creado por Hugo Chávez con la muy evidente intención de eliminar la presencia de la OEA en la región. Esta anomalía, cuya auténtica naturaleza no hay quien la ponga en duda, fue rechazada hasta por la Conferencia Episcopal Venezolana, cuyo secretario, monseñor Víctor Hugo Bensabe, se apresuró a declarar que la “UNASUR tiene muy poco que hacer en cuanto a promover un diálogo, no tiene fuerza suficiente para impulsarlo, ni es actor adecuado porque en su génesis el gobierno tiene mucho que ver.”

 

   La tercera causa de que todas las alarmas de la Venezuela opositora se dispararan al unísono la misma noche del viernes fue una incógnita muy desalentadora. ¿Por qué la oposición acudió a toda prisa y corriendo a estas reuniones convocadas por mediadores cercanos al régimen, precisamente, muy pocos días antes de que Luis Almagro, secretario general de la OEA, convocara una reunión del Consejo Permanente del organismo para presentar sobre la muy difícil crisis global que se sufre en Venezuela y escuchar su propuesta sobre una eventual activación de los mecanismos que contempla la Carta Democrática Interamericana en caso de que se rompa el hilo constitucional en una de las naciones miembros? Es otras palabras, esta prisa insinuaba que la oposición, al participar en estas reuniones diseñadas por el régimen, en realidad posibilitaba que Maduro lograra su urgente empeño táctico de ganar tiempo, tal como había hecho exitosamente Chávez en los años 2002 y 2003, y el propio Maduro en 2014, y de este sinuoso modo desmotivar a los gobiernos de la región a sumarse a las acciones que se proponía emprender Almagro, pues si el gobierno y la oposición habían acordado sentarse a una mesa a negociar directamente acuerdos específicos para superar sus diferencias tranquilamente, lo más sensato era abrir un compás de espera y ver si en efecto todos podían recuperar el sueño sin necesidad de recurrir a remedios mucho más extremos y controversiales.

 

   La MUD, por supuesto, ha negado esta contingencia. Según ha repetido Jesús Torrealba, su secretario general, los encuentros de República Dominicana de ningún modo han sido un recurso retorcido para desactivar posibles acciones de la OEA, sino que su objetivo central es y seguirá siendo promover la convocatoria de un referéndum revocatorio del mandato presidencial de Maduro antes de diciembre y comenzar así a enderezar el catastrófico rumbo que le ha fijado la revolución “bolivariana” a la nación.

 

   No obstante estas afirmaciones, el comunicado oficial de UNASUR sobre lo ocurrido en República Dominicana, divulgado la mañana del domingo, da mucho que pensar. Según sostiene Samper en este breve texto que parece redactado por manos cubanas y venezolanas al alimón, “después de hacer reuniones en forma alternativa con los representantes del gobierno y la oposición, los ex Presidentes constatan que existe una voluntad de diálogo de ambas partes, por lo cual se propuso continuar explorando nuevos contactos en fechas próximas con el objeto de acordar una agenda que cumpla con los requerimientos de cada una de las partes y un método para el diálogo nacional.” Es decir, que de acuerdo con este comunicado, tal como le interesa hacer creer a Maduro y a sus asesores cubanos, ningún gobierno latinoamericano debe dudar que a pesar de los naturales escollos que puedan surgir en el espinoso camino de las negociaciones, este diálogo gobierno-oposición continuará sin mayores contratiempos y pronto arrojará triunfos de mucha consideración, como “el bienestar de todos los ciudadanos, la paz, la justicia, la verdad, la convivencia institucional, el fortalecimiento de la economía, la preservación del Estado de Derecho, la democracia y el respeto de la soberanía nacional.”

 

   El comunicado no lo afirma directamente, pero en estas líneas Samper y UNASUR asumen la responsabilidad de plantear como objetivos centrales de este gran diálogo nacional los puntos cruciales del argumento que emplean Maduro y sus lugartenientes para desmantelar por todos los medios el aplastante triunfo electoral conquistado por la oposición el pasado 6 de diciembre y denunciar de paso la vocación golpista de la oposición, aliada del imperialismo y la apátrida burguesía nacional en siniestro plan para destruir el bienestar actual de los venezolanos, subvertir la paz y la justicia impuestas por la revolución bolivariana y la verdad de la causa chavista, desautorizar las decisiones del Tribunal Supremo de Justicia y del Consejo Nacional Electoral, y entregarle la Patria y la soberanía nacional a la voracidad sin límites de los grandes intereses económicos y financieros del norte desarrollado.

 

   Las consecuencias de esta auténtica maniobra contra la oposición venezolana, dirigida ahora por el dúo Maduro-Samper, aún están por verse. Por lo pronto, el pasado martes, Almagro presentó su informe de 132 cuartillas, en el que traza su visión de la realidad actual de Venezuela y le solicita al presidente del Consejo Permanente de la OEA convocar una reunión entre el 10 y el 20 de junio para analizar el documento, cuya conclusión sería aprobar la aplicación de mediados encaminadas a restituir el hilo constitucional interrumpido en Venezuela por el gobierno chavista.

 

   La respuesta de Maduro no se hizo esperar. Este mismo martes le respondió a Almagro con su habitual y escatológica violencia verbal, y aprovechó la ocasión para anunciar que en los próximos días acusará en el Tribunal Supremo de Justicia a toda la directiva de la Asamblea Nacional de traición a la patria por haber solicitado la intervención de la OEA en los asuntos internos de Venezuela, en el fondo, primer paso concreto para desconocer y desintegrar formalmente la autoridad constitucional del poder legislativo. Por otra parte, reiteró su invitación a la MUD de proseguir el diálogo con los representantes del gobierno, una opción que coloca a los partidos agrupados en la MUD a elegir entre continuar el diálogo, ya sin mucho sentido, con el gobierno, o abandonar esa opción que sólo contribuiría al empeño del régimen por borrar hasta el último vestigio de la Asamblea del escenario político nacional, pero que de retirarse de las conversaciones daría pie para que Maduro los acuse de sabotear la única solución pacífica posible del problema, razón por la cual la oposición cargaría con la culpa de la violencia por venir, para concentrar todos sus esfuerzos, aunque sin ninguna posibilidad de éxito, en la defensa de la institucionalidad de la actual Asamblea Nacional y en la materialización del referéndum revocatorio antes de diciembre. Un callejón aún más sin salida política que el callejón del que se quería salir en República Dominicana hace apenas un par de días, y que deja a Venezuela a merced de los efectos devastadores de la crisis, ahora convertida irremediablemente en atroz crisis humanitaria, absolutamente indemne ante los peligros inminentes del estallido social o el golpe militar, como el semanario The Economist alertaba desde sus páginas hace una semana.

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