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The New Yorker: Tim Kaine, en español

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 Como candidato a vicepresidente de Hillary Clinton, el senador de Virginia, Tim Kaine, puede apelar a muchos votantes hispanos debido a su defensa de la reforma migratoria y su conocimiento fluido del español. FOTOGRAFÍA POR JAHI CHIKEWENDIU / THE WASHINGTON POST A TRAVÉS DE GETTY

El 11 de junio de 2013, Tim Kaine pidió permiso para hacer algo sin precedentes en la plenaria del Senado. «Les pido el consentimiento unánime para que yo pueda hacer un discurso en español sobre la reforma migratoria», dijo Kaine. Con el permiso concedido, él empezó a hablar acerca de la importancia de la lengua que había aprendido mientras realizaba labores misioneras en Honduras a los veintidós años de edad. «Es una lengua que se ha hablado en este país desde que los misioneros españoles fundaron San Agustín, Florida (actual Saint Augustine), en 1565«, explicó. «Cerca de cuarenta millones de estadounidenses la hablan.» Kaine a continuación felicitó al grupo de senadores que habían elaborado S.744, el proyecto de ley bipartidista de reforma migratoria que en última instancia no tuvo éxito, y que más tarde sería conocido como el proyecto de la Banda de los Ocho. Durante catorce minutos en un español sin esfuerzo, Kaine expuso cómo la reforma de inmigración funcionaría bajo el proyecto de ley, incluyendo una descripción matizada de la seguridad en la frontera, mientras que hacía un argumento a favor de los beneficios de la inmigración tanto de alta como de baja calificación en los Estados Unidos. Kaine concluyó en un tono conciliador: «Vamos a mostrar a nuestro país y al mundo que esta legislación no es republicana o demócrata, sino, más bien,  intensamente bipartidista y estadounidense».

El histórico discurso de Kaine sobre inmigración ilustra dos de los activos que lo han convertido en  la elección de Hillary Clinton para vicepresidente. En primer lugar, en una era de confrontación legislativa, Kaine es conocido como un centrista constructor de puentes. El senador Jeff Flake, de Arizona, republicano (aunque uno de los más comprometidos  oponentes de Donald Trump dentro del partido), alabó a Kaine sólo unos minutos después del anuncio oficial del comando de campaña de Clinton. Además, el discurso de 2013 puso de relieve dramáticamente uno de los atractivos más notables de Kaine: su español fluido, coloquial, que no tiene precedentes en este nivel en la política estadounidense contemporánea, aparte de los mejores esfuerzos de Jimmy Carter.

Entrevisté al senador Kaine hace un par de semanas, en el programa de entrevistas de la mañana del domingo en Univisión, Al Punto. Hablamos largo y tendido en español sobre los  asesinatos de policías, la seguridad nacional, la inmigración, y Centroamérica, una región que Kaine conoce bien. Me sorprendió su capacidad para improvisar libremente sobre política y las políticas públicas en su segundo idioma. Cuando le pregunté si era realista esperar que se aprobara una reforma migratoria en un Congreso bajo control republicano, Kaine se mostró optimista. «Después del 8 de noviembre los republicanos escucharán a los votantes», argumentó. «Hay senadores republicanos que apoyan la idea, como Lindsey Graham o Marco Rubio, por lo que tengo confianza en que lo lograremos.»

Pero sobre todo, me quedé impresionado por su ingenio en un idioma que no es el suyo. Cuando le dije que no todos los políticos de América hablan español de manera tan fluida como él, Kaine rápidamente le quitó importancia ( » Un Poquito de Spanglish «), pero luego recordó a los espectadores los más de trescientos mil potenciales votantes latinos en su estado natal de Virginia, uno de los estados donde se decidirá la elección el próximo noviembre. Después de la entrevista, cuando volví a destacar lo bien que hablaba español, Kaine respondió con una frase que uno podría esperar de un cómico mordaz: «Bueno, no soy Cervantes».

Las capacidades de Kaine podrían ayudar a Hillary Clinton en noviembre, aunque quizás no de forma significativa. De acuerdo con una reciente encuesta, sólo el veinte y seis por ciento de los votantes hispanos afirman que serían más propensos a votar por un candidato que hable español con fluidez. El porcentaje es treinta y seis por ciento entre los nacidos en el extranjero, y treinta y nueve por ciento entre los que han mantenido el español como su idioma preferido en los Estados Unidos. Los números pueden no no ser abrumadores, pero podrían producir una diferencia en estados fluctuantes donde el electorado latino juega un papel cada vez más importante, como Colorado y Nevada, y tal vez incluso en Georgia, Carolina del Norte, o, de hecho, Virginia, donde Kaine recibió el setenta por ciento del voto hispano en su campaña al Senado en 2012 contra el republicano George Allen. El hecho de que Kaine sea un católico practicante, como el sesenta y dos por ciento de los hispanos en los Estados Unidos, probablemente tampoco haga daño.

Pero más que las estadísticas detrás del posible efecto del Senador Kaine sobre la elección, hay que considerar la narrativa. Hace cuatro años, el Partido Republicano se comprometió a reconsiderar su relación con la comunidad hispana del país. Pero entonces llegó Donald Trump. En la convención del partido en Cleveland, la semana pasada, se le dio un gran protagonismo a los oponentes más radicales de la reforma migratoria en el Congreso. El partido que había considerado la posible nominación Marco Rubio o Jeb Bush -ambos hablan un elegante y elocuente español, y habían apoyado la reforma migratoria- promovió con fuerza a los senadores Jeff Sessions y Tom Cotton. Al Sheriff Joe Arpaio se le dio la oportunidad de hablar sobre el muro fronterizo, casi en la hora de máxima audiencia.

En ese contexto, es difícil imaginar un contraste más marcado que el que Tim Kaine podría ofrecer. En la campaña electoral tendrá la oportunidad sin precedentes de hablar sobre los temas que le importan a los hispanos y hacerlo, si es necesario, en su propio idioma. De hecho ya lo hizo durante su primer evento con Clinton en Miami. Después del discurso de Kaine, la estratega republicana Ana Navarro tuiteó que Kaine sería «un excelente suplente» de Clinton con los hispanos. «Él posee lo necesario», agregó Navarro. Es seguro asumir que Kaine será entrevistado con frecuencia en los próximos meses por los medios hispanos, tanto en Estados Unidos como en el extranjero, sin posibilidad de una réplica republicana. (Mike Pence no habla español, y no se conocen expertos en español en el campo de Trump; Bush y Cruz no van a ayudar, y Rubio mantiene las distancias.) En Filadelfia, Kaine podría incluso aprovechar la oportunidad de hacer historia de nuevo y, sin necesidad de pedir permiso, tomar la palabra en la Convención Nacional Democrática y realizar parte de su discurso en español .

Traducción: Marcos Villasmil


THE NEW YORKER

TIM KAINE, EN ESPAÑOL

León Krauze

On June 11, 2013, Tim Kaine requested permission to do something unprecedented on the Senate’s floor. “I ask unanimous consent that I be able to deliver a floor speech on immigration reform in Spanish,” Kaine said. With permission granted, hestarted to talk about the importance of the language he had learned while performing missionary work in Honduras as a twenty-two-year-old. “This is a language that has been spoken in this country ever since Spanish missionaries founded San Agustín, Florida (today’s Saint Augustine), in 1565,” he explained. “Close to forty million Americans speak the language today.” Kaine then congratulated the group of senators who had crafted S.744, the ultimately unsuccessful bipartisan immigration-reform bill that would later be dryly known as the Gang of Eightbill. During fourteen minutes of uninterrupted, effortless Spanish, Kaine laid out how immigration reform would work under the bill, including a nuanced description of border security, while making an argument for the benefits of both high- and low-skilled immigration into the United States. Kaine concluded on a conciliatory note: “We will show our country and the world that this piece of legislation is not Republican or Democratic but, rather, strongly bipartisan and American.”

Kaine’s historic speech on immigration illustrates two of the assets that have now made himHillary Clinton’s choice for Vice-President. First, in an era of legislative rancor, Kaine is known as a centrist bridge builder. Senator Jeff Flake, of Arizona, a Republican (though one of Donald Trump’s most committed opponents within the Party), praisedKaine only a few minutes after the Clinton campaign’s official announcement. In addition, the 2013 speech dramatically highlighted one of Kaine’s most noticeable selling points: his fluent, colloquial Spanish, which is unprecedented at this level in contemporary American politics, Jimmy Carter’s best efforts aside.

I interviewed Senator Kaine a couple of weeks ago, on Univision’s Sunday-morning talk show,Al Punto. We spoke at length in Spanish about police shootings, national security, immigration, and Central America, a region Kaine knows well. I was surprised by his capacity to ad-lib freely on policy and politics in his second language. When I asked him whether it was realistic to expect immigration reform with Congress under Republican control, Kaine remained optimistic. “After November 8th, Republicans will listen to the voters,” he argued. “There are Republican senators who support the idea, like Lindsey Graham or Marco Rubio, so I feel confident we’ll be able to do it.”

But most of all I was impressed by his wit in a language that is not his own. When I told him that not every American politician speaks Spanish so fluently, Kaine quickly downplayed it (“un poquito de Spanglish”), but then reminded viewers of the more than three hundred thousand potential Latino voters in his home state of Virginia, a November battleground. After the interview, when I again pointed out how well he spoke Spanish, Kaine responded with a phrase one might expect from a sharp-tongued comedian: “Bueno, no soy Cervantes”—or, in English, “Well, I’m not Cervantes.

Kaine’s proficiency could help Hillary Clinton in November, though perhaps not significantly. According to a recent poll, only twenty-six per cent of Hispanic voters say they would be more likely to vote for a candidate who spoke Spanish fluently. The number is thirty-six per cent among those born abroad, and thirty-nine per cent among those who have kept Spanish as their preferred language in the United States. The numbers might not be overwhelming, but they could make a difference in swing states where the Latino electorate plays an increasingly important role, like Colorado and Nevada, and perhaps even Georgia, North Carolina, or, indeed, Virginia, where Kaine received seventy per cent of the Hispanic vote in his 2012 Senate race against the Republican George Allen. The fact that Kaine is a practicing Catholic, like sixty-two per cent of Hispanics is the United States, probably won’t hurt, either.

But more than the statistics behind Senador Kaine’s possible effect on the election, one has to consider the narrative. Four years ago, the Republican Party pledgedto rethink its relationship with the country’s Hispanic community. But then came Donald Trump. At the Party Convention, in Cleveland, last week, the most radical opponents of immigration reform in Congress were given the spotlight. The Party that had considered nominating Marco Rubio or Jeb Bush—both of whom speak elegant, eloquent Spanish, and once supported immigration reform—instead heavily promoted Senators Jeff Sessions and Tom Cotton.Sheriff Joe Arpaio was given a chance to speak about the border wall, just shy of prime time.

In that context, it’s hard to imagine a starker contrast than the one Tim Kaine might offer. On the campaign trail, Kaine will have the unprecedented opportunity to talk about the issues Hispanics care about, and do it, if need be, in their own language. He has already begun, with a well-received turn at the mic during his first event with Clinton, in Miami. After Kaine’s speech, Republican strategist Ana Navarrotweetedthat Kaine would be “a hell of a good surrogate” for Clinton with Hispanics. “He gets it,” Navarro added. It’s safe to assume that Kaine will be frequently interviewed by Hispanic outlets, both in America and abroad, in the following months, with no possible Republican retort. (Mike Pence does not speak Spanish, and there are no other Spanish-literate Trump surrogates in sight; Bush and Cruz aren’t going to help, and Rubio is keeping his distance.) In Philadelphia, Kaine might even jump at the chance to make history again, and, without the need to ask for permission, take the floor of the Democratic National Convention and deliver part of his discurso en español.

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