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Abogada chilena de la CIDH: “Hubiera esperado que gente que sufrió la dictadura de Pinochet tuviera empatía con los jóvenes nicaragüenses”

Antonia Urrejola, relatora de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para Nicaragua, analiza la situación del gobierno de Daniel Ortega y recuerda las agresiones que sufrieron los estudiantes nicaragüenses que vinieron a Chile para dar su testimonio. Además plantea que es la extrema izquierda la que no quiere ver la situación de derechos humanos que ocurre en el país centroamericano.

En momentos en que los ojos de América Latina estaban puestos en Venezuela, a casi 2.160 kilómetros, en Nicaragua, estalló una protesta social que, con el paso de los meses, devino en una crisis política. “La comunidad internacional no le ponía tanta atención porque formalmente era un país que estaba funcionando, que tenía un crecimiento económico más o menos ordenado y porque era un muro de contención en Centroamérica contra el narcotráfico”, señala Antonia Urrejola, relatora de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para dicha nación, respecto a las movilizaciones que comenzaron el 18 de abril.

La abogada chilena, que trabajó con José Miguel Insulza en la OEA y luego en la Segpres durante el segundo gobierno de Michelle Bachelet, asumió en su cargo en enero de este año. A casi 8 meses de que se iniciaran las protestas contra el gobierno sandinista, la abogada afirma a “El Líbero” que “a nivel de la izquierda latinoamericana, la situación de Nicaragua ha generado un debate interno más allá de los Estados“.

-La situación de Nicaragua fue algo que tomó por sorpresa a gran parte del continente que estaba enfocado en otros países de la región. A más de seis meses que estallara la crisis, ¿cómo ve la situación?

-La situación de Nicaragua no estaba como prioridad, sin perjuicio de lo cual debo decir que asumí en enero y en febrero tuve reuniones con ONG en Colombia que estaban diciendo que pasaban muchas cosas en Nicaragua y que no eran visibilizadas. La comunidad internacional no le ponía tanta atención porque formalmente era un país que estaba funcionando, que tenía un crecimiento económico más o menos ordenado y porque era un muro de contención en Centroamérica contra el narcotráfico. Pero, la explosión que hubo en las calles a partir del 18 de abril te indica que algo estaba pasando porque ningún pueblo reacciona como lo hizo en Nicaragua si está todo bien.

Si bien en su comienzo la mayoría de los partidos de izquierda (de América Latina) fue cauteloso o un poco tímido, en el último tiempo los hechos hablan por sí solos y ahora ya es gente más ligada a la extrema izquierda la que no quiere ver la situación de derechos humanos que está pasando en Nicaragua”.

-¿Y cómo es la realidad que se vive actualmente en Nicaragua?

-Ha habido una escalada súper fuerte de hostigamiento hacia la prensa y a algunos periodistas. Como al corresponsal de El País de España, Carlos Salinas, quien tiene gente permanentemente afuera de su casa o al director de 100% Noticias, Miguel Mora, que tiene drones fuera de su casa [el periodista fue detenido por las fuerzas de Ortega a los pocos días de esta entrevista]. Por otra parte, hace poco ingresaron al diario El Confidencial y en la práctica les expropiaron las oficinas porque los paramilitares están adentro. Además, a través de la Asamblea Nacional se aprobaron un conjunto de decretos para quitarle la personalidad jurídica a un conjunto de ONG de derechos humanos.

Lo que hemos visto en las últimas semanas es que ha habido una escalada súper fuerte de hostigamiento hacia la prensa y a algunos periodistas”.

-En ese sentido la Alta Comisionada para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, urgió a Nicaragua para cesar el acoso contra la sociedad civil y los medios de comunicación. ¿No se puede hacer una mayor presión desde este tipo de organismos?

-Nosotros como comisión sacamos un comunicado en el mismo sentido. Lo que pasa es que ahí hay un tema que la gente no entiende, los organismos internacionales tienen un mandato y no podemos hacer más allá de este. En nuestro caso es monitorear la situación de derechos humanos, hacer las denuncias cuando corresponde, como también decretar medidas cautelares. Muchas veces me piden que haga algo más o que les diga qué hacer a los Estados. Lo que hacemos es señalarles cuando están violando derechos humanos, pero no tenemos un imperio ni podemos obligar a cumplir un Estado y llevarlo preso si no lo hace. Lo mismo pasa con la Alta Comisionada.

Chile ha estado de manera permanente pendiente de la situación de Nicaragua

-Usted ha señalado que la violación a los derechos humanos no tiene color político, Más allá de las acciones que han tomado los organismos internacionales, ¿cómo ha sido la reacción de los gobiernos del continente con lo que sucede en Nicaragua?

-Cuando recién partieron las protestas, hubo reacciones -unas más fuertes y otras menos- de parte de los Estados de América Latina, salvo algunos países como Venezuela, Bolivia o Cuba. El primer país en condenar lo que estaba pasando con la prensa y las ONG de Derechos Humanos fue Uruguay, seguida por Perú y Chile, pero los países ligados al ALBA no han dicho nada. A nivel de la izquierda latinoamericana, la situación de Nicaragua ha generado un debate interno más allá de los Estados y si bien en su comienzo la mayoría de los partidos de izquierda fue cauteloso o un poco tímido, en el último tiempo los hechos hablan por sí solos y ahora ya es gente más ligada a la extrema izquierda la que no quiere ver la situación de derechos humanos que está pasando Nicaragua.

-En ese sentido, ¿cómo ha sido el rol que ha jugado Chile?

-Chile es uno de los países que ha estado siguiendo la situación en Nicaragua, haciendo comunicados, el embajador de Chile ante la OEA es co-coordinador de un grupo de trabajo de Estados miembros de la OEA sobre Nicaragua y Chile ha estado de manera permanente pendiente de la situación del país.

-Cuando se publicó el informe de la CIDH sobre violaciones a derechos humanos en Nicaragua hubo voces, como el mismo gobierno de Daniel Ortega, que señalaron el organismo era sesgado. ¿Cómo analiza estos dichos?

-Yo sigo recibiendo esas acusaciones en Twitter, como que mi jefe es Donald Trump y recibo dólares. A estas alturas me dan risa porque viene de gente que simplemente no quiere ver, pero también recibo acusaciones de que soy roja o soy comunista. La gente piensa que la CIDH son órganos políticos y efectivamente cumplen un rol político porque nuestros informes producen efectos políticos según el gobierno al que toque condenar, pero cuando discutimos los informes no miramos si es un país de izquierda o de derecha, sino los hechos por sí mismos.

Hubiera esperado de gente que sufrió la dictadura de Pinochet que por lo menos tuviera empatía de escuchar y ponerse en los zapatos de personas que están denunciando situaciones similares”.

-En agosto vino una comitiva nicaragüense para dar a conocer la situación en Nicaragua, y en medio de un evento fueron agredidos en el Museo de la Memoria por los defensores del régimen de Daniel Ortega. Usted también estuvo presente, ¿cómo fue esa experiencia?

-Me pareció un evento muy triste porque los estudiantes que venían no alcanzaron a terminar de hablar y los interrumpieron. Cada uno vive el presente desde su propia historia y mira el presente desde ahí, no voy a juzgar la manera con la que ven la situación de Ortega. Pero hubiera esperado de gente que sufrió la dictadura de Pinochet que por lo menos tuviera empatía de escuchar y ponerse en los zapatos de personas que están denunciando situaciones similares.

-Edmundo Jarquín, ex candidato presidencial nicaragüense, señaló a “El Líbero” que Daniel Ortega logró recuperar el control territorial del país en base al terror, ¿comparte ese diagnóstico?

-Si, estoy de acuerdo con eso. Daniel Ortega tiene el control de la calle hoy día, pero la efervescencia social sigue ahí y en algún momento quizás vuelvan a salir con la fuerza que salieron el 18 de abril.

El único camino que hay, pero cada vez lo veo más lejano es el diálogo porque no sé cómo puedes dialogar en un país que está tan enfrentado”

-¿Cómo se podría lograr una salida a la crisis que vive Nicaragua?

-El único camino que hay, pero cada vez lo veo más lejano es el diálogo porque no sé cómo puedes dialogar en un país que está tan enfrentado, con un nivel de politización tan fuerte y, por otro lado, con un discurso público de estigmatización y ataque tan fuerte contra la disidencia, entonces es muy difícil sentarse a la mesa.

-Si bien Nicaragua absorbió parte de importante de su agenda, ¿cómo fue la situación de derechos humanos en Cuba este año, país del que también usted es relatora?

-Cuba no participa del sistema, nosotros mandamos notas, pero no contestan. Están suspendidos de la OEA, pero la comisión sigue teniendo competencias y hacemos audiencias donde recibimos denuncias cuyos temas principales tienen que ver por libertad de expresión y presos políticos. Ahora hay un debate por una reforma constitucional, hemos visto algunos textos, pero queremos saber cuál es el definitivo y para ver si se abre algún espacio de mayor democratización.

Cuba está suspendida de la OEA, pero la comisión sigue teniendo competencias y hacemos audiencias donde recibimos denuncias cuyos temas principales tienen que ver por libertad de expresión y presos políticos”.

-Otra nación que de la que es relatora es Brasil.

-Brasil es un gigante y las situaciones son bien diversas de un Estado a otro. La visita que hicimos en noviembre para mí fue impactante, es un país con una exclusión social y estructural brutal, donde la mayoría de los asesinados por la policía en la periferia son jóvenes negros y pobres, o sea ejecuciones extrajudiciales. Me impresionó la situación de los pueblos indígenas, las demandas sobre los territorios y hay un conflicto grande en ese sentido.

“Nos preocupa cómo autoridades públicas empiezan a incorporar discursos de odio”

-¿Cómo ha sido este año en América Latina la situación de derechos humanos?

-En los últimos 20 años la región avanzó mucho en acortar las brechas en institucionalidad democrática y de derechos humanos, en establecer ciertos principios generales que son indiscutibles. En el último tiempo lo que teníamos como piso se está moviendo y se está cuestionando, esa es una de las preocupaciones para el próximo año en materia de derechos humanos, que son los retrocesos en ciertas agendas que yo entendía que eran parte de nuestra convivencia diaria. El tema migrante, por ejemplo, los Estados de la región tienen que verlo como un desafío para trabajar en manera conjunta.

En el último tiempo lo que teníamos como piso se está moviendo y se está cuestionando, esa es una de las preocupaciones para el próximo en materia de derechos humanos”.

-¿Qué desafíos tendrá la región el próximo en esta materia?

-Ha habido un cambio muy importante la región respecto a gobiernos. La gran mayoría de la región tiene gobiernos nuevo y lo que estamos haciendo como CIDH es observar cuál va a ser la conducta de los nuevos gobernantes en materia de derechos humanos. Otro tema en el que ya hemos manifestado nuestra preocupación son los discursos de odio, nos preocupa cómo autoridades públicas empiezan a incorporar en sus planteamientos los discursos de odio.

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