Al final, España entera se queda atrás
Vuelve a reaccionar tarde el Gobierno en la coordinación de la lucha contra los rebrotes. Volvemos a ser los primeros en los contagios y los últimos en la recuperación económica
Es lógico que una economía como la española -cuya dependencia del sector turístico («Sin valor añadido» para parte del Gobierno) es bien conocida-, haya sido afectada de forma sustancial por las medidas tomadas para contener la expansión de la pandemia y que las restricciones de viaje que han impuesto otros países a sus ciudadanos hayan incidido en la actividad en nuestro mercado. Lo que no es fácil de entender es que el Gobierno haya permanecido en una inexplicable pasividad ante esta situación y que haya logrado que seamos el país más afectado por la crisis, claramente por encima de Francia, Italia o Portugal, que también son dependientes del turismo, pero que han sabido tomar medidas a tiempo. Ayer, ante el aumento alarmante de los contagios, el Ejecutivo se hizo por fin corpóreo en la gestión y anunció restricciones para todo el país (el cerrojo al ocio nocturno como medida más importante) urgido por el hartazgo expresados por los médicos y tras el toque de atención de eminentes científicos. Vuelve a ir tarde el Ejecutivo de Sánchez y esto explica que hoy por hoy España encabece todas las listas negativas de la UE (rebrotes, contagios, caída de la economía). Tan tarde, que estos rebrotes han motivado que Europa nos señale como destino potencialmente peligroso. Ayer mismo, Alemania ponía a todo el país (salvo a Canarias) en su lista negra de destinos. ¿Consecuencias? Que la caída en España (con un 18,5 por ciento de bajada en el PIB) sea mucho mayor que la de Italia (un 12,4), que fue el país más golpeado por la expansión del Covid-19 en Europa, lo que deja bien a las claras el fracaso estrepitoso de la gestión de Sánchez. Hemos pasado de liderar la recuperación de la crisis financiera, con un crecimiento fulgurante, a un frenazo de características históricas mientras el Gobierno asistía a esta situación como si creyese que era un inevitable fenómeno meteorológico ante el que lo único posible es esperar a que escampe.
Lo cierto es que cuando otros gobiernos inundaban a la Comisión Europea con peticiones de autorización para ayudar a las empresas, el Gobierno de coalición se dedicaba a reforzar su obsesión por pregonar los eslóganes acerca de que «no se dejaría a nadie atrás», cuyo efecto real han sido perjudicar a muchos más trabajadores que han perdido su empleo, tal vez definitivamente. Hasta los responsables europeos se preguntaban por las razones que podían justificar la inacción del Gobierno español. Por supuesto que es necesario ayudar a quienes lo necesitan, pero hubiera sido mejor intentar preservar su autonomía económica en lugar de contentarse con fabricar ciudadanos dependientes de los subsidios, que parece ser el objetivo real del Ejecutivo. Y si hay algo que ratifica una vez más esta crisis es que la economía española necesita reformas aceleradas y profundas.