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Alaska da la espalda a Sarah Palin en otras derrotas del trumpismo

La candidata republicana se queda sin escaño en la Cámara de Representantes tras perder por amplio margen las elecciones

 

Sarah Palin llegó a ser la política más popular de Alaska. Su éxito local aupó a la entonces gobernadora de Alaska a acompañar como candidata a la vicepresidencia a John McCain en 2008. Fueron derrotados frente a Barack Obama y Joe Biden, tras una desafortunada campaña. Palin ha buscado este año la resurrección política de la mano de Donald Trump. Como otros candidatos patrocinados por el expresidente, ha fracasado. Alaska le ha dado la espalda.

Palin se ha presentado este año dos veces para ocupar el único puesto que le corresponde a Alaska en la Cámara de Representantes. Salió derrotada en agosto en una elección especial por la muerte del titular del escaño, pero tenía una nueva oportunidad el 8 de noviembre en las elecciones legislativas, esta vez para el mandato habitual de dos años. En uno de los últimos escaños que aún faltaba por adjudicar y que ha vuelto a perder.

Ha caído las dos veces frente a la demócrata Mary Peltola, la primera descendiente de aborígenes de Alaska que llega al Congreso de Estados Unidos. La victoria de Peltola es doblemente meritoria (y la derrota de Palin doblemente dolorosa) porque Alaska es un Estado claramente republicano. La última vez que un demócrata había ganado las elecciones a la Cámara de Representantes en Alaska fue hace 50 años. Lo hizo Nick Begich después de muerto. El vuelo en el que viajaba de Anchorage a Juneau desapareció el 16 de octubre de ese año, seguramente sumergido en las aguas del Golfo de Alaska, pero su muerte no se declaró legalmente hasta el 29 de diciembre, después de su victoria póstuma en noviembre.

La republicana ha caído víctima del rechazo que provoca en buena parte de los votantes y de un sistema electoral que castiga a los candidatos más divisivos. A diferencia de la mayoría de distritos, donde compiten solo un candidato demócrata y otro republicano, en Alaska concurrían a las urnas los cuatro candidatos más votados en las primarias de agosto. En este caso, además de Peltola y Palin, estaban el también republicano Nick Begich III (nieto del demócrata fallecido hace 50 años) y un candidato libertario.

Eso ha provocado una división del voto republicano. Para complicar más las cosas, Alaska tiene un sistema de voto preferencial, por el que los votantes ordenan a los candidatos según su criterio. Si ninguno recibe más del 50% de los votos, se eliminan los menos votados y se toma en cuenta su segunda elección en una especie de segunda vuelta automática. Los candidatos como Palin, que provocan rechazo, lo tienen aún más difícil.

En este caso, ya con los primeros votos, la diferencia era abismal. Mary Peltola logró el 48,7% de las papeletas, casi tantas como Palin (25,8%) y Begich (23,4%) juntos. El candidato libertario, Chris Bye, tuvo menos del 2%. Ante semejante distancia, los llamamientos de Palin al [segundo] voto útil a favor de los republicanos no le han servido de nada. El recuento de las papeletas con las segundas preferencias de los votantes de Bye y Begich han bastado a Peltola para superar el umbral del 50% cómodamente, como ya sucedió en agosto.

Trumpista antes de Donald Trump

Además de un fracaso personal de Palin, el resultado es también una derrota en toda regla del trumpismo. Se puede decir que ella ya era trumpista antes de Trump por su desprecio a los medios, su afición a los bulos, su negacionismo climático, su ignorancia en política exterior, su defensa de las armas y su populismo. Apoyó a Trump en su carrera hacia la Casa Blanca y el expresidente era ahora su mayor (y fallido) aval.

El caso de Palin es otro ejemplo que muestra las limitaciones del discurso apocalíptico y la falta de respeto a la democracia de Trump (que no reconoce aún su derrota en las presidenciales de 2020). Candidatos avalados por Trump para el Senado en Estados que los republicanos aspiraban a ganar (New Hampshire, Pensilvania, Arizona y Nevada, entre otros, y a la espera de la segunda vuelta de Georgia) han fracasado. Eso ha abierto un debate en los republicanos sobre si Trump es el candidato que puede devolverles la Casa Blanca en 2024. Muchos ven al victorioso Ron DeSantis, que ha arrasado en Florida, como alternativa, pero Trump sigue siendo muy popular entre las bases republicanas, los que votan en las primarias, con lo que no será fácil apartarle.

En Alaska, en todo caso, cualquiera que sea el candidato republicano en las presidenciales de 2024 tiene todas las de ganar. Eso sí, el Estado tiene poco peso (solo tres votos electorales, pues siempre son los mismos que congresistas: dos senadores y una representante, en este caso) para decantar el resultado.

La derrota del trumpismo en Alaska es aún más dura para Trump porque su candidata al Senado por ese Estado, Kelly Tshibaka, también ha sido derrotada. Lo ha hecho frente a Lisa Murkowski, la única senadora republicana de los que apoyaron en el Senado la condena de Trump en su proceso político (impeachment) que pasaba el examen de las urnas. Trump la ha declarado enemiga política y se ha volcado con Tshibaka sin éxito. Murkowski ha recibido muchos votos demócratas. En la excepción más obvia a la polarización política que vive el país, Murkowski recomendó votar a Peltola para la Cámara de Representantes y fue correspondida: la demócrata dijo que votaría por la republicana para el Senado.

Con Murkowski, los tres congresistas republicanos que votaron contra Trump y sobrevivieron a la criba de las primarias republicanas, han logrado su escaño. De los 10 que votaron a favor del impeachment en a Cámara de Representantes, cuatro se retiraron y otros cuatro cayeron en las primarias frente a candidatos apoyados por Trump. Solo dos de los 10 lograron pasar el corte: David Valadao (California) y Dan Newhouse (Washington), que finalmente han sido reelegidos. Otra derrota para Trump.

Con los últimos escaños adjudicados, la composición de la Cámara de Representantes está casi completamente decidida. De momento, los republicanos tienen 222 escaños y los demócratas, 213. Quedan dos por asignar, de momento con ventaja republicana.

 

 

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