Alejandro San Francisco: El prestigio internacional de Chile
Uno de los problemas políticos más grandes de una sociedad es la contradicción que se produce entre las percepciones y la realidad, en nuestro caso entre lo que Chile cree ser –o lo que fue en algún momento– y lo que es efectivamente, entre el país de las declaraciones oficiales y el Chile real.
(Agencia Uno)
Esta primera semana de octubre se ha conocido el nombre del nuevo Premio Nobel de Literatura, esperado en ciertos lugares por su relevancia para las letras y de la cultura en el mundo. Después de todo, es el máximo galardón de las letras universales. En esta ocasión, como suele ocurrir, se deslizó en algunos lugares que había un chileno en la lista, como posible laureado, pero sabemos que ello no ocurrió: en realidad, seguramente era más una pretensión que una realidad, una autoafirmación que una comprensión literaria. No está de más recordar que Chile es el único país latinoamericano que ha obtenido dos Premios Nobel de Literatura: Gabriela Mistral (1945) y Pablo Neruda (1971). Y ciertamente nos gustaría tener un tercer galardón.
Uno de los problemas políticos más grandes de una sociedad es la contradicción que se produce entre las percepciones y la realidad, en nuestro caso entre lo que Chile cree ser –o lo que fue en algún momento– y lo que es efectivamente, entre el país de las declaraciones oficiales y el Chile real. Y eso es precisamente lo que está sufriendo nuestra sociedad en la actualidad, por autoengaño o intento de engaño, situación que se extiende desde hace algunos años: al menos desde fines de la primera década de este siglo XXI y se ha profundizado desde la revolución de octubre de 2019 en adelante. De alguna manera el país sigue estando a la cabeza del continente en ciertos índices y rankings, pero es evidente que su realidad deambula entre la mediocridad y la decadencia, fórmula penosa y difícil de revertir en el corto plazo. Veamos algunos temas.
Este 2023, el crecimiento económico estimado de Chile está proyectado en un 0%, o un -0,40% en un informe de octubre del Banco Mundial. En el mismo informe hay solo dos países que aparecen peor: Argentina (-2,50) y Haití (-2,50%). Para 2024 y 2025 se proyecta un crecimiento de 1,8% y un 2,3%, bajo países como Argentina, Paraguay, Uruguay y Colombia (ver Banco Mundial, Conectados. Tecnologías digitales para la inclusión y el crecimiento, Informe Económico América Latina y el Caribe, Octubre de 2023).
Adicionalmente, hay muchos ámbitos políticos, económicos y sociales que contribuyen al deterioro de Chile en plano internacional. Desde luego, la inmigración ilegal ha crecido por la convicción de quienes vienen de que no hay controles y si los hay no se respetan; el país no es percibido como seguro por los visitantes y los turistas; la redacción de una nueva Constitución puede ser tanto una necesidad como fuente de incertidumbre para las inversiones (más en el primer proceso que en el segundo); las continuas alzas de impuestos no han demostrado ser una vía adecuada para recaudar más y tantas otras noticias y datos que ponen a Chile en un nivel tan mediocre como poco atractivo.
Como suele ocurrir, las noticias no llegan en forma aislada, sino que tienden a acumularse, precisamente porque forman parte de una tendencia en la que son muchas las señales negativas. No es casualidad que la deuda del país siga creciendo y el déficit fiscal se esté volviendo crónico. Una de las consecuencias de todo esto es que en 2024 se estima que Chile pagará tres mil millones de dólares de intereses por deuda pública, lo que es altísimo y cada vez más costoso. Son dineros que no van a escuelas o viviendas, a pensiones o a mejorar la salud, sino a pagar intereses, precisamente por haber abandonado la seriedad en la administración de los recursos, el círculo vicioso del crecimiento económico y el atractivo que representaba Chile para el exterior.
En la misma línea, Moody’s ha rebajado la calificación crediticia de Codelco, la principal empresa chilena y muy importante en el mundo, pero claramente venida a menos en los últimos años: entrega menos recursos al fisco, tiene costos de producción más altos y parece anquilosada, a la zaga en la carrera del litio y capturada por los partidos de gobierno y los sindicatos a la hora de los beneficios. En consecuencia, la empresa está hoy más endeudada que hace unos años y deberá pagar también intereses más altos producto de esta nueva situación.
Por cierto, no resulta claro cómo va a evolucionar esta realidad en el futuro, y hay algunas señales que hace muy difíciles enfrentar los problemas adecuadamente. Desde luego, resulta muy difícil tomar decisiones inteligentes si no se comprende la realidad de manera clara, aunque duela; tampoco se pueden creer las declaraciones de buena voluntad de los diplomáticos y los países anfitriones de las visitas del Presidente de la República de Chile, sino que es más sensato atender a los índices de inversiones y los fríos números en las más diversas áreas: en la mayoría de ellos los resultados del presente son peores que hace 10 o 20 años.
Sería lo más fácil culpar de los males al gobierno del presidente Gabrial Boric, así como al Partido Comunista y al Frente Amplio, así como a sus aliados del socialismo democrático. Sin embargo, el tema es más profundo y complejo. En primer lugar, porque los problemas se arrastran desde hace tiempo y en alguna medida tienen responsables políticos cruzados (por ejemplo, las alzas de impuestos han sido promovidas y aprobadas por gobiernos y parlamentarios de fuerzas diferentes y contradictorias). En segundo lugar, por los frutos de la revolución de octubre de 2019, que han sido perjudiciales en diversos planos y que la clase política no pudo enfrentar adecuadamente en su momento. Solo a continuación se pueden cargar las responsabilidades y análisis sobre el actual gobierno, cuyas obsesiones legislativas son pobres, fáciles y poco útiles; sus números son también mediocres en diversos planos y tiene autoridades que carecen de creatividad o convicciones para enfrentar con éxito los numerosos problemas del Chile actual.
Felizmente, vivir en la mediocridad, experimentar la decadencia o sufrir el desprestigio internacional no es una condena a cadena perpetua, sino que es una etapa lamentable pero temporal en la historia de los pueblos. Por lo mismo, es preciso pensar seriamente cómo enfrentar el desafío de superar este momento y levantar los espíritus, cómo hacer el diagnóstico adecuado y adoptar las decisiones oportunas, para que Chile vuelva a progresar, a tomar vuelo y a ser visto como lo fue hace pocas décadas atrás. En otras palabras, es preciso recuperar el prestigio internacional de Chile, pero no por las declaraciones o por una venta de imagen, sino porque la realidad muestra un progreso real y porque hemos comenzado a dejar atrás estos años que, en muchos planos, parecen perdidos o al menos empatados.
Académico de la Universidad San Sebastián y la Universidad Católica de Chile. Director de Formación del Instituto Res Pública.