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Anarcocapitalismo y anarco-comunismo, las diferencias fundamentales

El anarquismo, como filosofía política, es un movimiento que se remonta a la antigüedad. Las reflexiones más antiguas se pueden remontar al filósofo chino Lao Tsé. Por supuesto, esa filosofía apareció en la Antigua Grecia con pensadores como Hipias de Elis o Alcidamas de Elea. En todos los periodos históricos el anarquismo ha tenido su presencia en los círculos intelectuales y filosóficos. Pero es en la segunda mitad del S.XIX cuando podemos marcar el origen del anarquismo moderno.

Durante la celebración de la Primera Internacional Obrera en 1864 se produjo un distanciamiento entre los defensores de las tesis de Bakunin y los partidarios de Marx, las discrepancias se basaban en la concepción del Estado: la visión marxista del estatismo autoritario, de la dictadura del proletariado, frente a la inmediata destrucción del Estado que defendía Bakunin. Esto llevó a estos dos movimientos por sendas diferentes.

La mayoría de la población ve en el anarquismo un movimiento homogéneo, vinculado a manifestaciones antisistema; un pensamiento que defiende que volvamos a la “ley de la selva” y al “caos”. La primera imagen que se le pasa por la cabeza a cualquier persona cuando le mencionas la palabra anarquismo son disturbios en manifestaciones o incluso atentados. Pero nada más lejos de la realidad; el anarquismo, como filosofía política, es un movimiento con un gran recorrido histórico, distintas visiones, autores, definiciones y concepciones.

Anarcosindicalismo

Seguramente, en nuestro país, la deriva anarquista que más repercusión tuvo fue el anarcosindicalismo durante la Revolución social española de 1936, uno de los pocos momentos y lugares en la Historia donde el anarquismo fue llevado a la práctica. Aunque tenemos diversas corrientes como el anarquismo individualista de Max Stirner, el mutualismo de Pierre-Joseph Proudhon, o nuevos movimientos como el anarquismo ecologista o el anarcofeminismo, hoy nos centraremos en lo que seguramente son las dos concepciones más diferentes entre sí, se trata del anarco-comunismo y la anarquía de propiedad privada o anarcocapitalismo.

Comencemos primero por las similitudes, ambos movimientos establecen una crítica similar al Estado, están en contra de la imposición estatal porque lo consideran como un ente ilegítimo que oprime al individuo. Realmente esta es la única similitud total entre ambos movimientos, su visión del Estado, porque posteriormente tendríamos “similitudes parciales”.

Anarcocapitalismo

Es bien sabido que el anarcocapitalismo defiende el derecho del individuo por encima del colectivo, pero repasando la literatura anarcocomunista también vemos como hablan de manera continuada del derecho individual de las personas, aunque posteriormente en la práctica el individuo sea subyugado por el colectivo. Es decir, sobre el papel sería una similitud, en la práctica una diferencia radical.

Ahora vayamos con las diferencias, en primer lugar, tenemos que decir que, como es evidente, el anarcocomunismo es anticapitalista, ya que considera que el capitalismo es un elemento más del sistema que explota al individuo, creen que el Estado, el capitalismo y la autoridad de la Iglesia son los elementos centrales que oprimen al ser humano. Por supuesto, opta por la abolición de la propiedad de los medios de producción, y la colectivización de recursos y sectores estratégicos, respetando únicamente el concepto de uso, al igual que el marxismo. Por el contrario, el anarcocapitalismo ve en el libre mercado y la asociación voluntaria la solución a todos los problemas, problemas creados por la intervención estatal.

Anarcocomunismo

El anarcocomunismo no es marxista en sí, ya que rechaza el elemento principal de la teoría de Carl Marx, que es la teoría del valor trabajo. Pero ello no les lleva a abrazar la teoría subjetivista del valor, sino que tienen una tercera vía: No aceptan ningún valor numerario del precio o el salario, por lo que rechazan utilización del dinero. En España, durante la guerra civil, el dinero llegó a ser eliminado, siendo reemplazado por vales sellados por los respectivos comités.

Otro elemento fundamental es que el anarcocomunismo no es que rechace cualquier tipo de Estado, sino que rechaza, y esta es la clave de su fracaso, cualquier tipo de autoridad o jerarquía. Es por ello por lo que el matiz anticlerical es esencial, ya que ve en la Iglesia una autoridad ilegítima: “Ni Dios ni amo”, aunque ha habido ejemplos de anarquistas cristianos como Leon Tolstoi, llegando incluso a crear su propia doctrina: el movimiento tolstoiano.

Es tal el fanatismo antijerárquico del anarcocomunismo que incluso llega a defender la destrucción de la familia como sistema de autoridad. A mi juicio, esto es ir en contra ya no sólo de la naturaleza, sino de la realidad, pues las jerarquías son inevitables dentro de las relaciones humanas, y no necesariamente tienen que ser negativas si son libres y voluntarias, por no hablar de la autoridad, como explicó ya Max Weber, la autoridad puede ser de distintos tipos: tradicional, racional-legal y carismática, algunas de ellas no sólo inevitables sino, a mi parecer, deseables.

Anarquismo no revolucionario

El anarquismo individualista o de propiedad privada nunca fue, al contrario que el anarcocomunismo o el anarcosindicalismo, un movimiento de masas. Se redujo a un cómputo de ideas filosóficas y literarias encuadradas en círculos académicos muy concretos y minoritarios. Además, ambos movimientos tienen una concepción de la toma del poder, el anarcocomunismo opta por la revolución, en un sentido amplio, tomar por la fuerza el poder y destruir el Estado para eliminar la propiedad privada y todo tipo de autoridad y jerarquía preexistente, tabula rasa, cómo vemos no parece muy coherente con la idea de libertad individual.

En cambio, el anarcocapitalismo, no es revolucionario, respeta el derecho de no agresión y la propiedad privada, en palabras de Miguel Anxo Bastos: “El anarcocapitalismo llegará cuando la gente pida anarcocapitalismo”, esta concepción es pacífica y, si me permiten la expresión, casi mesiánica, pero por lo menos es coherente con las ideas que defiende.

Por lo tanto, tenemos dos movimientos anarquistas con pequeñas similitudes y enormes diferencias, uno con una larga historia detrás y otro como un movimiento relativamente reciente al que le queda mucho por explorar y teorizar. Lo realmente necesario es que se siga estudiando el anarquismo en un sentido amplio, que la población sepa de la heterogeneidad del movimiento y se deje de prejuicios y estigmatizaciones.

 

Juan Navarrete

Estudiante del grado de Historia en la Universidad de Zaragoza y actual Presidente de la Asociación Liberal de Estudiantes de Unizar. Publica artículos de Historia en el periódico digital El Liberal. También está interesado en otras materias como la economía, la filosofía y la ciencia política.
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