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Antibióticos y política

La variedad de políticos que produce el mundo para combatir sus problemas se está quedando obsoleta.

Estreno el 2020 con la obsesión de que la humanidad desemboque en una era preantibiótica. Por el abuso de estos medicamentos, se están propagando a un ritmo grave las variedades de gérmenes resistentes a ellos. 70 por ciento de las nuevas bacterias comúnmente encontradas en pacientes de hospitales resultaron resistentes a la primera línea típica de la familia de los antibióticos. En Colombia está prohibida su venta libre, pero vaya usted a una droguería a ver si no le venden una caja. ¿Y cuántos colombianos no recurrimos a dos tabletas para un dolor de garganta, como si el tratamiento consistiera en eso?

Peor aún. Aunque se supone que no se debería, los antibióticos se inyectan comúnmente en reses, cerdos y pollos. En Colombia dependemos de las ‘buenas prácticas empresariales’ para confiar en que no los hayan criado a punta de su abuso. El Invima no puede tener un policía en cada criadero o matadero. Pero está tan extendido su uso que en la famosa industria cítrica de la Florida se trata con antibióticos (que se recetan para la sífilis y la tuberculosis) una infección bacteriana que contagia un mosquito chino y que, propagada desde el 2005, según ‘The New York Times’ (‘Gérmenes mortales, curas perdidas’), contagia el 90 por ciento de los cultivos de naranjas y uvas de este y por lo menos de otros como California y Texas. El uso de drogas antimicrobiales en agricultura puede llevar a mutación de gérmenes que se vuelven resistentes a los antibióticos, lo cual es una amenaza para millones de seres humanos.

Por ejemplo, la aterradora salmonela, una de las más comunes bacterias transmitidas por comida contaminada con heces humanas o animales, frecuente en carne, pollo y huevos, ya tiene 2.500 variedades, varias resistentes.

Mientras tanto, ¿qué está pasando con las farmacéuticas dedicadas a producir antibióticos? Se están quebrando. Cuando a Achaogen finalmente la FDA le dio permiso en EE. UU. para fabricar Zembdri, y lo catalogó como medicamento esencial, no hubo nadie en la compañía que pudiera celebrar. Había quebrado, después de tardar diez años en desarrollar este nuevo producto. Solo dos clases de antibióticos nuevos se han introducido en los últimos 20 años, los demás son variaciones de los existentes. La falta de retorno financiero de las billonarias inversiones que se requieren ha sacado a varias del mercado. Por lo menos en EE. UU., en los 80 había 18 grandes farmacéuticas de antibióticos. Hoy hay solo 3. Puede costar hasta 2,6 billones de dólares desarrollar un antibiótico nuevo. Y se trata de un medicamento que se utiliza solo unos días, como máximo un par de semanas, mientras los que se recetan, por ejemplo, para la diabetes y la artritis son éxitos de taquilla porque pueden llegar a usarse por el resto de la vida.

Si aún no le preocupa el problema, va este otro ejemplo. Según el grupo de investigación Environmental Working, el 71 por ciento de las chuletas de cerdo que ofrecen los supermercados de EE. UU. llevan bacterias resistentes a los antibióticos. En el caso del pavo, hasta un 79 por ciento. Si este es un país donde la autoridad regulatoria estatal funciona, ¿cómo será en los países donde es débil, incluyéndonos, claro?

¿Pero de dónde viene este ejército de gérmenes resistentes a los antibióticos? ¿Están en todos lados, bajo nuestros pies, en los hospitales, en los intestinos de los animales que comemos, o están sentados dentro de nosotros, esperando que estemos lo suficientemente débiles para atacar? Respuesta del informe del NYT: todas las anteriores.

Al conocer todos estos datos, se me ocurre que al planeta, políticamente, le puede estar pasando algo semejante. Que se está volviendo inmune a los remedios clásicos. Las variedades de políticos que está produciendo el mundo para combatir sus problemas y recuperar la confianza de la gente se está quedando obsoleta. En este clima infeccioso se reproducen los extremos o los populismos, que enferman más de lo que curan. Un remedio clásico, lo mismo que un mandatario responsable, puede ya no servir para curar la enfermedad. La humanidad y particularmente las nuevas generaciones se están inmunizando contra la política, y si no nos inventamos nuevas variedades, la bacteria que conduce a la protesta, al desencanto, a la rebeldía contra las instituciones, a la incredulidad, nos va a ir devorando. Y no va a existir penicilina capaz de curar la infección social.

Por lo pronto, a entender que en el 2020 podemos estar entrando en esa era preantibiótica, en todo sentido.

Entre tanto… La pelea entre tuteos y tuits de Claudia y Petro está de alquilar balcón.

 

 

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