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Antonio Caño: Alemania, última trinchera

«Las elecciones alemanas muestran que el cerco a nuestra democracia se estrecha. Europa tiene que reaccionar con urgencia y contundencia»

Alemania, última trinchera

Los candidatos a la Cancillería de Alemania: Olaf Scholz (SPD), Friedrich Merz (CDU), Robert Habeck (Los Verdes) y Alice Weidel (AfD). | Europa Press

 

Los resultados de las elecciones alemanas muestran los difíciles desafíos a los que Europa y el resto del mundo hacen frente en este momento histórico en el que la democracia liberal se defiende del asedio del populismo y el extremismo. Al tratarse de un país que en las últimas décadas ha sido sostén político y económico de nuestro continente, el futuro de Alemania resulta crucial para decidir el futuro de Europa.

La victoria de los conservadores de la CDU y sus hermanos bávaros de la CSU otorga un ligero balón de oxígeno a quienes creen en el modelo político surgido de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, el fuerte ascenso de la extrema derecha de Alternativa para Alemania (AfD), combinado con el descalabro de los socialdemócratas del SPD, son signos claros de alerta sobre la precariedad en la que ese viejo orden liberal se encuentra actualmente.

Los neonazis alcanzan o se asoman a la barrera psicológica del 20% de los votos, lo que los convierte en una clara alternativa de poder de cara a próximas elecciones. Incluso aunque de momento se queden fuera el poder, gracias a las alianzas que la CDU sea capaz de lograr en las complejas negociaciones que se esperan a partir de hoy mismo, será muy arriesgado gobernar un país contra la voluntad de un 20% de su población. Una cosa es trazar un cordón sanitario en torno a una fuerza política y otra muy distinta es hacerlo contra los ciudadanos que los votan.

El desplome del SPD, por lo demás, no solo es el castigo por su pésima gestión de los últimos años, sino que prácticamente lo invalida como alternativa de poder por un buen tiempo, lo que deja el escenario político alemán como un duelo entre proyectos conservadores: uno tradicional y democrático, el de la CDU, otro trumpista y autoritario, el de la AfD.

«El desplome del SPD no solo es el castigo por su pésima gestión de los últimos años, sino que prácticamente lo invalida como alternativa de poder por un buen tiempo»

Alemania se convierte de tal manera en la última trinchera del combate entre la democracia y el nuevo modelo iliberal que toma a Trump y Putin como ejemplos de la política de fuerza por la que apuestan. A la sombra del éxito del presidente de Estados Unidos, los partidos reaccionarios en Europa aceleran la conquista de las instituciones democráticas. La victoria de la AfD era una de las prioridades del dúo Trump-Musk, que no han dudado en hacer públicas sus preferencias. Con Italia en manos de Meloni y la fuerte probabilidad de que Francia entregue el año próximo la presidencia al Frente Nacional, Alemania queda como el único gran país de Europa aún gobernado por un sucesor de los constructores de la Europa democrática, en este caso de Konrad Adenauer. Entiendo que los sanchistas quieran subirse a ese barco, pero para ello tendrían antes que romper su propia alianza con populistas y radicales.

Incluso quienes más sufren por el retroceso democrático al que asistimos, han de admitir que se está produciendo como consecuencia de los votos de una población descontenta y preocupada. Sin negar el efecto que pueda tener en esa orientación del voto la manipulación y bulos que circulan entre nosotros, sería ridículo y equivocado atribuir a las redes sociales toda la responsabilidad por el fracaso de los partidos tradicionales.

«Es innegable que la inmigración genera múltiples problemas en nuestras ciudades. Algunos inmigrantes de origen islámico actúan abiertamente en contra de nuestro modelo de convivencia»

Ni conservadores ni socialdemócratas han sido capaces de entender los retos contemporáneos. Los problemas que hoy empujan a los ciudadanos al extremismo -la inmigración, la desigualdad, el empobrecimiento de las clases medias- llevan mucho tiempo creciendo entre nosotros sin que nadie en la política tradicional haya sido capaz de abordarlos con la urgencia y la contundencia que se requiere.

Atención especial merece el de la inmigración, sin duda el que de manera más exitosa ha utilizado la extrema derecha para llevar votos a su granero. Conservadores y socialdemócratas no pueden perder un minuto en hacer frente al problema migratorio sin rodeos ni hipocresía. Es innegable que, junto a sus indudables beneficios, la inmigración genera múltiples problemas en nuestras ciudades. Negarlos es suicida. Algunos inmigrantes de origen islámico no tienen la menor voluntad de integrarse en nuestra sociedad y muchos de ellos actúan abiertamente en contra de nuestro modelo de convivencia.

Es obligación de nuestras democracias aplicar la ley por igual sin distinción de razas o credos. Olvidemos el absurdo proteccionismo de los supuestamente débiles en detrimento de la clase media que sostiene nuestro estado del bienestar. Déjemos de prestar oídos a una extrema izquierda cuya coherencia ya conocemos: es la misma en su prédica sobre la violencia de género como en todo lo demás. Europa tiene que reaccionar y tiene que hacerlo ahora. Nuestros enemigos son poderosos y tienen el viento a favor. Alemania puede ser la última trinchera.

 

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