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Armando Durán / Laberintos: Diálogo y elecciones regionales en Venezuela

 

   La crisis venezolana avanza por el angosto callejón que conforman dos actividades que debían ser amable y políticamente complementarias, pero que no lo son sino todo lo contrario. De un lado, otra vez el trucado diálogo Gobierno-oposición; del otro, de nuevo la elección de los 23 gobernadores de estado, tan groseramente amañadas como suelen hacerlo los agentes electorales del régimen. Para unos, las dos caras de una misma moneda, para otros, todo lo contrario. En realidad, las coordenadas que definen el sin sentido del actual proceso político venezolano.

   Veamos.

   Este miércoles, 27 de septiembre, debía de haberse reanudado en la capital de la República Dominicana lo que la Mesa de la Unidad Democrática ha llamado “conversaciones exploratorias”, eufemismo con el que sus dirigentes tratan de atenuar el efecto tóxico que la sola mención de esta trampa genera en la opinión pública venezolana. Por eso, precisamente por eso, ocurrió lo inevitable: en carta firmada por Acción Democrática, Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo y Voluntad Popular, los cuatro partidos integrados a la alianza opositora con más candidatos en las próximas elecciones regionales, le comunicaron el martes al presidente Danilo Medina que nos asistirían a esta nueva ronda del diálogo, porque consideran “que todavía no hay un ambiente propicio para continuar con esta fase de conversaciones exploratorias.” Nada novedoso excepto la inclusión del adverbio todavía, como si sus siete letras encerraran la verdad de esa habitual mentira opositora que consiste en redescubrir a cada paso, misterio de la memoria y el olvido, que como es natural se hace visiblemente palpable en las declaraciones formuladas el mismo miércoles por el diputado opositor Luis Florido, responsable de las relaciones internacionales de la Asamblea Nacional y de la MUD, en un programa de radio. “El gobierno”, sostuvo con una mezcla muy poco creíble de asombro e indignación, “no nos usará para mentir y cumplir.”

   Diversas consideraciones surgen de este inesperado cambio de rumbo en la política de la oposición venezolana. La principal, por supuesto, que la verdadera razón de la MUD para no regresar “todavía” a Santo Domingo es la de no pagar -antes de la celebración de las anheladas elecciones regionales, previstas para el 15 de octubre- el elevado costo que conlleva reconocer, como exige el gobierno y proponen los mediadores, la legitimidad y la autoridad de la espuria Asamblea Nacional Constituyente.

   En este punto conviene no perder de vista que esta nueva ronda de conversaciones fue el fruto podrido de las negociaciones adelantadas por Rodríguez Zapatero a lo largo de los cuatro intensos meses de manifestaciones populares que se produjeron en las calles de toda Venezuela contra Maduro, contra su gobierno y contra el régimen. El doloroso saldo de aquellas jornadas lo conocemos, más de 130 manifestantes asesinados por las fuerzas represivas del régimen y miles de heridos y detenidos. También sabemos que la concesión al más emblemático preso político venezolano, Leopoldo López, del beneficio de tener la casa por cárcel destrancó esas negociaciones y facilitó que la MUD desactivara las calles a cambio de que el CNE convocara las elecciones regionales, previstas en su cronograma original para el primer trimestre de 2018 y suspendidas por Maduro tras la debacle de las parlamentarias, objetivo desde todo punto de vista prioritario de una alianza opositora creada el año 2009 con exclusivo fines electorales y cada día más necesitada de disponer de algunos presupuestos regionales para financiar sus actividades.

   Como quiera que se mire, estas elecciones, no la calle, eran el objetivo de la MUD. Las circunstancias la apartaron bruscamente del camino y, paradójicamente, dos grandes victorias electorales obstaculizaron aún más la supervivencia opositora. La primera fue la derrota aplastante del chavismo en las parlamentarias celebradas el 6 de diciembre de 2015, una calamidad que obligó al régimen a desconocer sus resultados, lo cual a su vez dio lugar al inicio de una escalada de acciones y reacciones del gobierno y la oposición, y condujo a la MUD, aunque ello fuera lo más opuesto a sus señas de identidad, a llamar al país a la rebelión civil. La segunda, que al calor de esas movilizaciones, la Asamblea Nacional realizó una elección el 16 de julio, como respuesta al exabrupto de Maduro a convocar, fuera de la Constitución y las leyes, la elección de una Asamblea Nacional Constituyente para poner en sus manos ese poder sobre todos los poderes que quiso implementar Hugo Chávez en 2007 y no pudo. En esa suerte de plebiscito, a pesar del acoso y cerco institucional y represivo del régimen, más de 7 millones de electores renovaron el mandato que habían expresado en las urnas de las elecciones parlamentarias y le fijaron a sus dirigentes una hoja de ruta cuyo primer paso era desconocer la espuria Constituyente que ahora los delegados de Maduro en Santo Domingo le exigían reconocer para proseguir con esas conversaciones “exploratorias.” Un precio, sin la menor duda, que le costaría a la MUD la peor derrota de su historia electoral.

     En esta hoguera de incoherencias, simulaciones y manipulaciones se añadieron el pasado 23 de septiembre las palabras del arzobispo de Caracas, cardenal Jorge Urosa Sabino. En declaraciones a la prensa afirmó que reanudar “esta fase del diálogo exploratorio que emprendieron el gobierno y la oposición es extemporánea. Después de las elecciones podría evaluarse si se va al diálogo o no”, pero no ahora. Terminó Urosa su intervención echándole leña y gasolina al fuego al recordar que “el gobierno se burló del Vaticano en octubre y sigue avanzando en su línea totalitaria y eso contradice su supuesta voluntad de entablar un diálogo con la oposición.”

   De acuerdo con esta explosiva declaración del cardenal Urosa, espontánea o calculada con algún sector de la oposición, las razones de la MUD para permanecer sentada a esta mesa servida por Rodríguez Zapatero y el presidente Medina a la medida exacta de los intereses del régimen venezolano, se convirtió en un peligro descomunal. No sólo porque la continuidad del diálogo distraía la atención de la MUD, que debe concentrarse por entero en el esfuerzo que exigen las elecciones regionales, sino porque aunque la MUD argumenta ahora que “no hay condiciones para el diálogo”, lo cierto es que tampoco las había antes, cuando aceptaron sin chistar asistir a la cita dominicana. Pero peor aún, cómo explicar de manera convincente que si bien esta fase de diálogo con el gobierno es impracticable porque el régimen no le brinda a la oposición condiciones mínimas para realizarlo, sí acude a las urnas de las elecciones regionales, como si en esta nueva y difícil encrucijada del camino, el régimen si las ofreciera a la hora de votar el 15 de octubre. Una confusión de magnitud cuántica, porque parte de una presunción del todo falsa: sencillamente no es posible que el mismo régimen consagre condiciones políticas y jurídicas aceptables en un caso y no las ofrezca en el otro. Simple imposibilidad de ser y no ser al mismo tiempo, que en definitiva solo muestra la disposición de la MUD a aceptar todas las manipulaciones siempre que ello le engendre algún mezquino beneficio, en este caso disimulado con la invocación de ocupar algunos espacios, como si la mayoría de los ciudadanos fueran, que no lo son, idiotas perdidos y no vieran lo que tienen delante de sus narices y han visto en innumerables ocasiones. Sin tener estos dirigentes en cuenta que a la hora de la verdad puede que los ciudadanos y la comunidad internacional, hartos de unos y de otros, le pasen a estos falsos profetas de la oposición una cuenta por cobrar idéntica a la que le pasan a Maduro y los jerarcas del régimen.

 

 

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