DictaduraEleccionesÉtica y MoralPolítica

Armando Durán / Laberintos: El momento actual de Venezuela – Machado vs. Maduro

   La mejor manera de describir el momento actual del proceso político venezolano la ofreció Nicolás Maduro el domingo 4 de febrero, en el acto celebrado a las puertas del palacio de Miraflores para celebrar el 32 aniversario de la fallida pero sangrienta intentona golpista del entonces teniente coronel de paracaidistas Hugo Chávez. “Vamos a ganar”, advirtió en esta ocasión un Maduro cada día más amenazante, “por las buenas o por las malas.” Pocos días antes su Tribunal Supremo de Justicia había dictado una sentencia que confirmaba la ilegal inhabilitación administrativa de María Corina Machado para ocupar cargos públicos; en este caso, para ser candidata presidencial, y pocos días después, a 28 kilómetros de Caracas, en Charallave, ciudad industrial y comercialmente ligada a la capital, un centenar de miembros de los llamados “colectivos” chavistas atacó y disolvió con violencia extrema una tranquila y alegre reunión de Machado con centenares de sus partidarios residentes en esa ciudad de aproximadamente 120 mil habitantes.

   La decisión del TSJ, la amenaza de Maduro y los sucesos de Charavalle ilustran lo mucho que ha cambiado el escenario político venezolano desde el pasado 17 de octubre, cuando desde la isla caribeña de Barbados llegó la noticia de que los representantes del gobierno de Maduro y los de la tradicional alianza de partidos opositores, originalmente llamada Coordinadora Democrática, después Mesa de la Unidad Democrática y ahora Plataforma Unitaria Democrática, habían firmado un acuerdo mediante el cual Maduro al fin se comprometía a facilitar la realización, en el segundo semestre del año 2024, de una elección presidencial en condiciones democráticamente aceptables, a cambio de que el gobierno de Estados Unidos levantara las sanciones de carácter económico, financiero y comercial que afectaban directamente la comercialización de petróleo, gas y oro venezolanos.

   Según este acuerdo, ese día comenzaba la transición pacífica de Venezuela hacia la democracia y el país sintió de pronto que una fuerte de corriente de aire fresco le devolvía la esperanza en el día de mañana. La oposición se creyó entonces más fuerte que nunca, y aun sin el apoyo técnico ni material del Consejo Nacional Electoral, efectuó, apenas cinco días después, una elección primaria de la oposición para escoger al candidato unitario que enfrentará a Maduro en esa eventual jornada electoral.

   Muy poco duró aquella sensación de alivio que a pesar de la experiencia de otros tantos acuerdos con el gobierno parecía marcar un antes y un después. Según los cálculos de los estrategas de Maduro, los partidos venezolanos de oposición, extremadamente débiles por esfuerzo propio, sobre todo después de que la imagen de Juan Guaidó se disolvió sin pena ni gloria a medida que se hacía palpable su insuficiencia para estar a la altura de las expectativas creadas por su propuesta hoja de ruta para ponerle fin a la dictadura, no estaban en condiciones de llevar a buen término esa consulta electoral. Su resultado, le garantizaron a Maduro, estaría contaminado por la falta de liderazgo de todos y cada uno de los 10 aspirantes a ser el elegido para enfrentar al candidato del oficialismo en la contienda electoral por venir. De ahí que Maduro autorizó la firma de un acuerdo que incluía su permiso a la oposición realizar esa elección primaria y su compromiso a aceptar su resultado.

   Ya sabemos lo que ocurrió inmediatamente después. Con el éxodo de una cuarta parte de la población y los años de retraso en la obligación de las autoridades electorales de actualizar el Registro Electoral Permanente, apenas residían en Venezuela 7 millones de venezolanos autorizados a ejercer su derecho participar en eventos electorales. Si esto era poco, el régimen creó numerosos obstáculos administrativos para limitar físicamente la asistencia ciudadana al pequeño número de centros de votación que pudieron habilitar a toda prisa los organizadores de esta elección primaria. Fue precisamente por interpretar equivocadamente la auténtica realidad política del país que los adversos resultados de aquella votación sacaron de quicio a Maduro, porque encima de todas las advertencias, y aunque todos los medios de comunicación nacionales, forzados por el régimen, guardaron un silencio sepulcral sobre el desarrollo de la votación, desde el mediodía comenzó a hacerse muy palpable el masivo apoyo ciudadano a aquella decisiva convocatoria de la oposición. Cuando al final pudo la Plataforma anunciar que a pesar de las dificultades dos millones y medio de venezolanos acudieron a las mesas de votación y que más de 92 por ciento de esos votos fueron en favor de María Corina Machado, la única voz realmente disidente de la oposición desde hacía 20 años, el entusiasmo popular estremeció a Venezuela de punta a punta y el país y el resto del mundo recibieron un mensaje que nadie había anticipado: ahora si era posible, y hasta inevitable, que se produjera en Venezuela un cambio político profundo por la vía pacífica y democrática del voto.

   En el mundo del oficialismo estalló lo que Maduro había calificado en tiempos del Covid-19 de “furia bolivariana.” Aquellos números arrojaban una verdad insoportable y recibieron un rechazo contundente, de indignación inmediata y sin atenuantes, pero también contraproducente. El régimen, desconcertado por la evidencia de su muy pobre respaldo popular, no encontró mejor válvula de escape para su rabia que desconocer los resultados de la votación y acusar judicialmente a sus organizadores de ser autores de un fraude monumental contra el pueblo. El fiscal general del régimen dictó incluso una disparatada orden de búsqueda y captura de algunos responsables del espectacular triunfo de Machado y citó a los miembros de las comisiones electorales de la Plataforma en todo el país como investigados en la comisión de una gran estafa electoral. Reacción oficial tan desmedida y fuera de lugar que a las pocas horas tuvo el régimen que dejarlas calladamente sin efecto, pero error y corrección que no impidió que los jefes de la “revolución bolivariana” se embarcaran en una escalada de errores y de violencia verbal y hasta física contra Machado y contra el hecho de que el régimen se encontrara de pronto encerrado en la propia trampa que había tendido para burlar una vez más a los venezolanos y a la comunidad internacional con sus artificios de feria. Ahora sin verdadero espacio de maniobra y con un menú de opciones despojado de alternativas.

   A lo largo de semanas de múltiples violaciones a los acuerdos firmados en Barbados, esta escalada de pasos en falso culminó en la desmesura de reformar de la noche a la mañana la cúpula del TSJ para poder confirmar “legalmente” la inhabilitación de Machado, aun a riesgo de que la Casa Blanca hiciera lo que finalmente hizo, y le advirtiera al régimen venezolano que su persistencia en el error de pasar por alto lo acordado en Barbados, a partir del próximo 18 de abril se restaurarían las sanciones que gradualmente se habían ido eliminando a raíz de la firma del mencionado Acuerdo de Barbados.

   La respuesta airada del régimen no se hizo esperar. Por boca de Jorge Rodríguez se descalificó al gobierno de Estados Unidos de “yankis de mierda”, se acusó a Machado de no acatar las leyes venezolanas y ponerse a conspirar con los enemigos de la patria para derrocar por la fuerza al gobierno revolucionario venezolano y se lanzó a sus grupos de acción rápida al estilo cubano para reprimir con violencia brutal las legítimas actividades organizativas de la candidata presidencial de la oposición. Poca importancia tiene para el régimen que su convocatoria para el pasado lunes 5 de febrero de una supuesta Jornada de Diálogo Nacional con todos los sectores políticos, económicos y sociales del país con el fin de redactar una propuesta que presentarían al Consejo Nacional Electoral sobre el cronograma electoral y fecha exacta de una elección presidencial adelantada, no haya contado con el menor apoyo social. La amenaza de Maduro de ganar las elecciones “por las buenas o por las malas” y la intervención violenta contra los partidarios de Machado en Charavalle son palabras y actos que dejan bien en claro cuál es la decisión del régimen para afrontar el desafío electoral. También que las alternativas del menú de opciones de Machado son tan pocas como las de Maduro. En todo caso, nadie puede poner en duda que en el escenario actual de un conflicto político que acaba de cumplir 25 años de existencia, solo importan dos contrincantes, Maduro y Machado. Y un desenlace, que aunque todavía es imprevisible, es terminante. O el uno o la otra. Nada ni nadie más.

 

Botón volver arriba