Armando Durán / Laberintos: ¿Va España por buen camino para enfrentar el coronavirus?
Desde finales de febrero la humanidad vive pendiente de un virus microscópico, el Covid-19. El Ministerio de Sanidad indica que en España, hasta el día de hoy, ha provocado más de 174 mil contagios y más de 18 mil muertes. Una amenaza real y atroz, que al no tener por ahora tratamiento conocido y sin vacuna capaz de inmunizar a los ciudadanos, deja como única alternativa posible para combatirlo el distanciamiento social y la cuarentena forzosa de naciones enteras. Al elevadísimo costo, por supuesto, de paralizar por completo la actividad económica, una contradicción que ha generado una controversia mundial que divide a las sociedades y a los gobiernos sobre el qué hacer. ¿Paralizar la vida de naciones enteras para reducir al mínimo los contactos personales y así obstaculizar la transmisión del virus, aunque ello signifique provocar la mayor crisis mundial desde 1929, o tratar de conciliar ambos extremos de la ecuación?
España, como en la mayor parte de los países, se ha impuesto, incluso mediante el empleo de la fuerza represiva del Estado, la fórmula más radical del confinamiento. De manera muy especial después que tras un período inicial de indiferencia, la trágica realidad de la pandemia convirtió a España en el país europeo con mayor número de contagios y muertes.
Gracias a esta contraofensiva extrema el gobierno de Pedro Sánchez ha conseguido resultados relativamente positivos. En lo que va del mes de abril, por ejemplo, el distanciamiento social aplicado con rigor ha logrado “aplanar” la curva de contagios y, por lo tanto, de muertes. Desde las 950 defunciones registradas el primer día del mes, hasta menos de 600 muertes estos últimos días. En vista de ello, el pasado fin de semana, Sánchez anunció que desde el lunes se daba por terminado lo que oficialmente se llamaba el período de “hibernación de la actividad empresarial no esencial.” Es decir, el regreso inmediato de dos millones de trabajadores a sus puestos en fábricas y obras públicas, en las que no estén presentes personas ajenas a la actividad, decisión que ha agudizado el debate nacional sobre las alternativas posibles para enfrentar la epidemia del Covid-19.
La controversia ha dividido a los gobiernos europeos, incapaces de acordar una estrategia común, y en Estados Unidos ha impulsado al presidente Donald Trump, consciente del peligro que corre su reelección en las elecciones de noviembre, a exigirle al Congreso de su país “poder total” para imponerle su estrategia a importantes gobiernos regionales “rebeldes”, que han decidido seguir sus propios caminos. Mientras tanto, en ninguna parte nadie sabe con certeza qué hacer para conciliar el costo económico del distanciamiento social y la cuarentena, con una recuperación, aunque solo sea gradual, de la actividad económica. Razones y sinrazones que como ha ocurrido y ocurre en España y en el resto de Europa, donde con muy pocas excepciones, como la de Portugal, donde todos los factores políticos respaldan la gestión del gobierno, un hecho cuyo espectacular resultado se evidencia en el bajísimo registro de contagios y muertes, menos de 18 mil casos positivos y menos de 600 víctimas fatales, han enfrentado a las dirigencias políticas de todos los signos con el muy manifiesto propósito de usar la pandemia en provecho partidista-electoral.
En este sentido me parece oportuno mencionar el comentario que hace un par de días hizo Esther Palomares, conocida analista política española que ha pasado por las redacciones de periódicos de derecha como Abc y La Razón y ahora es directora adjunta del izquierdista y muy influyente Diario.es, de que en estos tiempos que corren, en España “o eres de Ayuso o de Sánchez; o dices que el Gobierno es culpable de la magnitud de la pandemia o eres un vendido al socialismo bolivariano.”
En los próximos días veremos cuáles serán las primeras consecuencias de este debate y de este controversial experimento de reabrir el grifo económico a nivel nacional a pesar de haber extendido por un mes más el estado de alarma. Por ahora basta señalar un dato político importante. En las encuestas correspondientes al mes de marzo se registran muy leves cambios en el electorado español por el PSOE, el PP y Unidas Podemos expresadas en las urnas electorales del pasado 10 de noviembre, aunque VOX, el partido ultraderechista de Santiago Abascal que se enfrenta a ambos, mejora en algo más de un punto porcentual los votos que obtuvo entonces. Sin embargo, si comparamos este resultado con los del mes de febrero, descubrimos que en estos 30 días, precisamente cuando más fuerte ha sido su rechazo a las medidas adoptadas por el Gobierno, ha perdido tres décimas de ese punto. Con estas variaciones milimétricas contrasta otra variación que sí es notable. En las elecciones del 10 de noviembre la abstención fue de 33 por ciento, pero según las encuestas de marzo, de repetirse hoy la jornada electoral de noviembre, la abstención sería superior a 37 por ciento.
Se trata, sin la menor duda, de un rechazo ciudadano al oportunismo de la actividad política en general. Y nos hace pensar que a la luz de lo que ocurra a partir de ahora con este “relajamiento” del distanciamiento social, se modificará de manera muy significativa la respuesta futura de los ciudadanos a las venideras propuestas meramente políticas de todos los partidos. En estos momentos puede señalarse que el Gobierno de Sánchez, si bien se ha inclinado finalmente a escuchar la solicitud de los empresarios españoles, más preocupados por la salud económica de sus empresas que por la salud de los ciudadanos, lo hace porque tampoco dispone de suficiente espacio para emprender otra estrategia por reducir ese perverso dilema. Sánchez había tratado de diluir su responsabilidad acordando un amplio pacto con todos los factores políticos y sociales del país, similar a los decisivos pactos sobre el saneamiento y la reforma de las actividades económicas, jurídicas y políticas firmados en el palacio de la Moncloa el 25 de septiembre de 1977 para garantizarle estabilidad a la transición del franquismo a la democracia que se iniciaba entonces, y al no lograrlo, se ha visto obligado a lanzarse por ahora prácticamente en solitario porque solo cuenta con el tímido respaldo de sus socios de Podemos, y con un muy reticente apoyo del PP, pues según declaró el martes su líder, Pablo Casado para no acudir al llamado de Sánchez, “si él quiere pactar, cosa que dudo, hagámoslo con luz y con taquígrafos en el Congreso.”
Si la jugada le sale bien a Sánchez se fortalecerá su posición como presidente del Gobierno. Precisamente para eso su Ministerio de Sanidad ordenó distribuir gratuitamente entre los trabajadores que se reincorporen esta semana a sus labores 10 millones de mascarillas y ha divulgado un video con múltiples recomendaciones para minimizar los peligros que entraña esta vuelta parcial al trabajo en pleno estado de alarma. En ese caso, sus adversarios políticos, sobre todo VOX, pero también el PP, recibirán un duro castigo. Si por el contrario el experimento falla y la sostenida tendencia a la baja del número de muertes se interrumpe y se revierte, tanto Sánchez como Pablo Iglesias sufrirán un insuperable rechazo popular.
Es imposible adelantar una opinión sobre los días políticos por venir. Mientras tanto, y teniendo muy en cuenta que la crisis generada por el Convid-19 no es política sino humanitaria, en los aires turbulentos que se respiran en España buena parte de la población se hace dos preguntas inquietantes. ¿Bastará el distanciamiento social y la cuarentena para derrotar el ataque del virus? ¿Será posible devolverle a España la esperanza de una gradual normalización de su vida económica y social sin que rebrote el virus?
Por ahora solo podemos afirmar que mientras España y el resto del planeta ensayan estrategias para evitar lo peor, como ya han anunciado los gobiernos de Austria y Francia, lo único cierto es que por ahora la suerte de la humanidad no reposa en las decisiones políticas de sus dirigentes y sus gobiernos, sino de que pronto, muy pronto, se produzca un milagro científico salvador. Nada más.