Armando Durán / Laberintos: Venezuela – La hora más oscura
Este jueves, Henrique Capriles, campeón indiscutido de la tesis electoralista de la oposición, sorprendió al país con una declaración muy breve pero de esas que sacan ronchas: ante lo ocurrido el domingo con las elecciones regionales, “está demostrado que en Venezuela no habrá salida electoral.”
Desde aquella irremediable madrugada de agosto de 2004, cuando se dio a conocer el imprevisto resultado del referéndum revocatorio del mandato presidencial de Hugo Chávez, el Consejo Nacional Electoral ha funcionado como fraudulenta maquinaria encargada exclusivamente de manipular los resultados de todas las consultas electorales en favor del régimen. No obstante, con el falso argumento de no ceder espacios, la oposición, agrupada primero en la alianza llamada Coordinadora Democrática y desde 2009 en la actual Mesa de la Unidad Democrática, ha venido jugando todas sus cartas en ese amañado tablero del juego electoral. Ni siquiera el desconocimiento sistemático de la histórica victoria lograda en las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre de 2015 el grueso de la oposición ha contemplado la opción de apartarse de la vía pacífica, democrática y constitucional de los procesos electorales para cambiar de presidente, gobierno y régimen.
Ahora todo parece estar a punto de cambiar. En todo caso, la denuncia de Capriles no se produjo por generación espontánea ni se perdió en el espacio. Aunque no haya planteado ninguna alternativa, en ello aire quedo flotando una duda: si no hay salida electoral, ¿qué salida queda para devolverle a los ciudadanos la confianza en el futuro de Venezuela como nación? Por las razones que fueran, lo cierto es que Capriles debió percibir que las circunstancias lo obligaban a hacer un brusco giro de 180 grados. Sobre todo, porque horas antes, el influyente diario estadounidense The Washington Post, en el editorial de su edición del miércoles, ya había señalado que “la esperanza de que Venezuela pudiera emerger de su catastrófico colapso político y económico por medios democráticos sufrió el domingo un golpe devastador y quizá terminal.” Es lo que pensaba la inmensa mayoría de los venezolanos y lo que ya había advertido Luis Almagro, en un comunicado con fecha del 16 de octubre.
Según el secretario general de la OEA, “no se pueden reconocer los resultados de una elección en un país en el cual no existen garantías para el ejercicio de la democracia”, razón por la cual, añadía, “ninguna elección en Venezuela dará garantías a los electores.” Almagro, sin embargo, iba mucho más lejos que eso, a la luz de lo ocurrido, para él quedaba “muy claro que cualquier fuerza política que acepta ir a una elección sin garantías (se refiere al ahora arrepentido Capriles y a los dirigentes de los cuatro principales partidos de la MUD, Primero Justicia, Acción Democrática, Voluntad Popular y Un Nuevo Tiempo, ninguno de los cuales ha admitido su culpa) se transforma en un instrumento esencial del eventual fraude y demuestra que no tiene reflejos democráticos como para proteger los derechos de la gente, en este caso, del voto”, así que “para generar una recomposición democrática en el país, la dirigencia política opositora deberá unirse a la gente y a los pocos líderes (se refiere a María Corina Machado, Antonio Ledezma y Diego Arria) que, en consonancia con sus principios entendieron en todo momento que la ciudadanía de Venezuela quiere libertades y no está dispuesta a seguir las reglas de la dictadura.”
Así las cosas, el diario caraqueño El Nacional, en su editorial del jueves, metía el dedo hasta el fondo de la llaga al advertir que no basta buscar un entendimiento entre esos dos sectores opositores que no se entienden, y nadie debe hacerse ilusiones, ya que “el oficialismo seguirá haciendo trampas y montando emboscadas políticas cada vez que le venga en ganas, pues tiene clara conciencia de las debilidades de la oposición y de su escasa o nula capacidad de respuesta.” Es decir, que con la derrota del domingo y la imposibilidad de seguir creyendo en salidas electorales, Venezuela ha entrado en los espacios de una dimensión política desconocida, a la que debemos agregar los efectos devastadores de la crisis económica y sus insoportables consecuencias sociales.
La opinión de estos protagonistas y observadores de la realidad política actual de Venezuela trazan, sin la menor duda, las coordenadas de ese nuevo escenario político por venir. En primer lugar, porque ya no bastan declaraciones como las de Capriles ni la supuesta disposición a rectificar vagamente expresada por algunos dirigentes políticos. Viendo la sesión de la Asamblea Nacional de este jueves, cuyo único punto era precisamente “debatir” sobre el desarrollo de la consulta del domingo y sus trucados resultados, lo más notable fue comprobar que ninguno de los honorables diputados admitió en ningún momento su responsabilidad en este desastre perfectamente anunciado. En segundo lugar, que por la cabeza de los dirigentes de la MUD no luce factible que ni remotamente haya pasado la idea de darles paso a quienes desde hace muchos años demuestran tener razón, y que al día de hoy son los únicos que quizá puedan reencauzar la lucha de los ciudadanos para confrontar acertadamente al régimen, derrotarlo y restituir en Venezuela el hilo constitucional y el Estado de Derecho, que es, le guste o no a los deslegitimados dirigentes de la MUD, el objetivo real de los venezolanos.
A esta desconcertante situación debemos sumar el hecho de que los 5 candidatos opositores electos gobernadores de los estados Zulia, Mérida, Táchira, Anzoátegui y Nueva Esparta, para poder asumir sus cargos y ser reconocidos por el régimen, tendrán que jurar sus cargos, no ante los Consejos Legislativos de sus respectivos estados como ordena la Constitución Nacional, sino ante la espuria y anticonstitucional Asamblea Nacional Constituyente.
Este es, sin embargo, la primera estación que tendrán que transitar estos 5 afortunados ganadores. Si dejan que el oportunismo destruya los principios, nada más reconocer la autoridad y legitimidad de la Constituyente, tendrán que superar otros innumerables, todos muchos peores. En un principio la MUD aclaró que los 5 gobernadores electos de ningún modo aceptarían someterse a la supuesta autoridad de la Constituyente, pero después de las primeras horas de euforia y resaca electoral, surgieron las primeras dudas. Al escribir estas líneas, viernes en horas del mediodía, tiene uno la impresión de que los principios, aún a regañadientes, terminarán imponiéndose. Ya veremos qué ocurre. De todos modos, puede afirmarse que hagan lo que hagan, sean reconocidos o no, estos “nuevos” gobernadores, sin autoridad ni presupuestos, correrán la misma triste suerte de inútiles jarrones chinos que corren los diputados opositores de la Asamblea Nacional.
De ese modo, para mayor gloria de Raúl Castro y el gobierno cubano y para mayúsculo menosprecio de los ciudadanos, abandonados a su triste suerte por los jerarcas del régimen y los de la oposición, tendremos que afrontar, sin remedio aparente a corto plazo y víctimas de una crisis política y una calamidad económica y social sin precedentes, gracias al disparate de la MUD en estos penosos meses de protestas ciudadanas y de incongruencias y traiciones partidistas, una hora muy oscura de la historia nacional. Sin duda, la más oscura de la historia republicana.