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Armando Durán: Rumbo al reino de un partido único

¿Se reanudará este viernes el diálogo gobierno-oposición en Santo Domingo?

Esta es la duda razonable que nos asalta al comprobar el inevitable desenlace que ha tenido la parodia electoral del domingo, comenzando por la información oficial del CNE de que la abstención fue grande, pero no tanto como todos vimos que fue. La segunda mentira podrida de la jornada fue que los candidatos del PSUV “ganaron” prácticamente en los 335 municipios del país. La roja rojita guinda de este pavo navideño la puso Nicolás Maduro, quien aprovechó la ocasión para confirmar la advertencia formulada la semana pasada por Jorge Rodríguez de que la farsa electoral del domingo podría ser la última que se celebre en Venezuela si Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea continúan su campaña de sanciones y guerra económica contra el pueblo y la revolución.

En realidad, esta vuelta al torniquete dictatorial es la única alternativa que le quedaba a un régimen políticamente agónico, financieramente quebrado e internacionalmente más solo que una cucaracha. Se trata del efecto lógico de una mezcla explosiva de crisis, incompetencia y corrupción, que ha terminado por agotar la paciencia de un pueblo cuya prioridad, en estos días menguantes de Venezuela, es no morir en el peor y más inhumano de los abandonos.

El rechazo masivo a esta última convocatoria electoral debe entenderse, pues, como una condena popular al régimen, pero también como una condena igual de indignada a los dirigentes de una oposición claudicante, que después de haber insistido hasta la saciedad en la urgencia de cambiar de presidente, gobierno y régimen, lo que ha intentado hacer, sin tener en cuenta la entrega, el sacrificio y la sangre derramada a raudales por este pueblo que dicen representar, es acomodar sus pasos a los sones inexorables que desde hace añales les tocan desde Miraflores. Una rendición sistemática que ha terminado siendo el más cruel de sus errores, pues de muy poco les ha servido a quienes ni siquiera intuyeron que su persistente esfuerzo por colaborar con el régimen solo los conduciría a la humillante nada que sufren hoy en día.

En el marco de esta vergonzosa situación que atraviesa Venezuela, construida a cuatro manos por los jefazos del régimen y de la llamada Mesa de la Unidad Democrática, es que debemos colocar la advertencia hecha la semana pasada por Rodríguez, auténtico anticipo del anuncio presidencial de este domingo electoral. De acuerdo con estas nuevas coordenadas político-electorales fijadas por Maduro, los partidos políticos que se negaron a participar en estos trucados comicios no podrán presentarse a ninguna otra elección que se celebre en Venezuela. Es decir, sencillamente dejarán de existir porque para ellos –como repiten a diario– no hay vida fuera del juego electoral.

Para hacer efectiva esta súbita condena capital solo falta el aval “institucional” de la inconstitucional asamblea chavista que preside Delcy Rodríguez. Una vez que se produzca el desafuero quedará cerrado definitivamente el cerco del oficialismo a la ya insignificante oposición, obligada a partir de ese instante a renunciar al sueño electoral, sin consecuencias reales posibles, promovido con cínica insistencia desde Miraflores por Hugo Chávez y sus sucesores. Pero más allá de su carácter patético, la crucial decisión del régimen constituye un punto de inflexión decisivo en el proceso político venezolano: tan pronto como la asamblea chavista la oficialice, se materializará en Venezuela el establecimiento de un sistema político de partido único. En el terreno de los hechos concretos, esto significa que si bien hasta ahora muchos venezolanos todavía abrigaban la esperanza de que sus presuntos dirigentes, dialogando con el régimen, derribarían los obstáculos que entorpecen el desarrollo físico y espiritual de la nación, desde hoy perderán esa esperanza y tendrán que asumir que el porvenir del país será ciertamente muy distinto, pero no para bien sino para peor.

De ahí mi pregunta inicial. ¿Será factible que tras esta posible ruptura de este leve jirón constitucional que cubría las últimas desnudeces del régimen, los representantes de Julio Borges, Henry Ramos Allup, Leopoldo López y Manuel Rosales se atrevan a acudir a la cita de Santo Domingo el próximo 15 de diciembre?

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