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Atrapados en la polarización

De Milei poco se podía esperar. Sus insultos y exabruptos entraban dentro del guion

Calma en Argentina tras dichos de ministro español sobre Milei y carta contra Sánchez - El Carabobeño

 

Dice un proverbio chino que sólo los necios miran al dedo cuando apunta a la luna. Todas las portadas de los medios subrayaban ayer el ataque de Milei a la esposa del presidente del Gobierno, sin reparar en que lo más grave del acto de Vox fueron la xenofobia, la intolerancia y el antieuropeísmo de las intervenciones.

De Milei poco se podía esperar. Sus insultos y exabruptos entraban dentro del guion. Aunque comprendo que Sánchez haya decidido llamar a consultas a la embajadora en Buenos Aires, hubiera sido más sensato actuar conforme al conocido refrán de que «a palabras necias, oídos sordos». Los disparates de Milei no justifican una crisis diplomática con un país al que nos unen tantas cosas. Entre otras razones, porque Begoña Gómez no es España ni ninguna de las tonterías del presidente argentino pone en peligro la soberanía ni las instituciones, en contra de lo que afirmó el ministro de Exteriores en el programa de Alsina.

Lo grave del acto del domingo fueron los discursos de Orban, de Le Pen, de Meloni y de Abascal, en los que hubo continuas referencias xenófobas a la inmigración, acusaciones incendiarias a quienes no comparten sus ideas y una serie de ataques a la Unión Europea, a la que culparon de la inseguridad, el deterioro del campo y los efectos de la globalización.

Si hay algo que caracteriza a estos líderes de la ultraderecha, son sus planteamientos simplistas y maniqueos para resolver problemas complejos, su apelación populista a las emociones y su incomprensión de los mecanismos básicos de una democracia parlamentaria, basada en el respeto al adversario.

Este discurso ha prosperado por la falta de regeneración ética del PSOE y del PP, enzarzados en una lucha de poder y en una carrera por polarizar la opinión pública. Lo que desacredita al sistema son las prácticas clientelares y el uso patrimonial del Estado, que dan pábulo al crecimiento de esa derecha extrema. Milei es el producto de un peronismo que gobernó Argentina como una finca personal.

Hay una solución a esta dinámica de deterioro democrático, pero ni Sánchez ni Feijóo están dispuestos a asumirla. Y consiste en que los dos grandes partidos lleguen a acuerdos de Estado sin la necesidad de tener que apoyarse en Vox o en formaciones como Junts, ERC y Bildu. Son estas fuerzas centrífugas quienes están marcando la agenda política y quienes condicionan la gobernabilidad.

Feijóo teme distanciarse de Vox porque requiere de sus escaños para gobernar y Sánchez se ha dejado contaminar por unos socios que le han llevado a abdicar de su centralidadEl resultado es esa polarización tan destructiva que fortalece a los radicales de ambos extremos. Ya lo dijo Diderot y tenía razón: del fanatismo a la barbarie sólo hay un paso. Corremos el riesgo de franquearlo.

 

 

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