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Aveledo Coll / Pacto para el Futuro: necesidad y nostalgia multilateral

El reciente Pacto para el Futuro adoptado por la Organización de Naciones Unidas es una ambiciosa iniciativa que pretende abordar los desafíos globales del siglo XXI. Ante la resistencia y la inacción, ¿es posible revitalizar el multilateralismo y fortalecer la gobernanza global?

 

 

 

El Pacto para el Futuro fue recientemente adoptado por las Naciones Unidas. Representa un intento ambicioso de trazar un camino hacia un futuro más inclusivo, sostenible y justo para la humanidad. La iniciativa fue discutida y aprobada en la Cumbre del Futuro en septiembre de 2024. Se propone como un mecanismo integral para enfrentar una variedad de desafíos globales, desde el cambio climático hasta las crecientes amenazas a la democracia. Sin embargo, a pesar de su visión esperanzadora, el pacto ha suscitado tanto apoyos genéricos, como entusiasta escepticismo. Especialmente en lo que respecta a la interacción entre la soberanía nacional y la gobernanza global.

La Cumbre del Futuro

La Cumbre del Futuro, celebrada en Nueva York, reunió a líderes mundiales y representantes de la sociedad civil con el fin de debatir una agenda global que responda a las crisis interrelacionadas que enfrenta el mundo. Los problemas son varios. Desde el pertinaz conflicto árabe-israelí, como las secuelas de la pandemia de covid-19, las presiones del cambio climático y la transición energética, hasta la creciente desigualdad económica y la erosión de los derechos democráticos. Los organizadores, encabezados por el Secretario General António Guterres, reconocen que los problemas del siglo XXI no pueden abordarse a través de soluciones fragmentadas o estrictamente nacionales. Guterres ha subrayado repetidamente la importancia de una acción multilateral coordinada para resolver estos problemas sistémicos. Podría decirse que fue una ocasión más para debatir lo importante.

El pacto, central en esta cumbre, se basa en más de cincuenta acciones concretas que buscan garantizar un futuro más prometedor para la humanidad. Su cuarta cláusula resume el propósito: “Resolvemos iniciar ese camino, esforzándonos por conseguir un mundo que sea seguro, pacífico, justo, igualitario, inclusivo, sostenible y próspero, un mundo en el que el bienestar, la seguridad y la dignidad y la salud del planeta estén garantizados”. Destaca entre sus prescripciones, correlativas a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030, la creación de un marco más robusto de gobernanza digital y la promoción de un desarrollo sostenible que responda a las desigualdades. Además, el pacto incluye un llamado urgente para la reforma del sistema financiero internacional. Además, la creación de mecanismos que permitan a los países en desarrollo afrontar mejor sus deudas y responder a crisis globales.

 

 

                            António Guterres, secretario general de la ONU.

¿Globalidad de democracias o democracia global?

El Pacto para el Futuro menciona también, de manera limitada pero directa, el retroceso que sufre la democracia. La declaración ha reconocido que las amenazas a las democracias, tanto por factores internos como externos, son un peligro creciente. Las acciones autoritarias, la desinformación y la creciente represión política amenazan con socavar décadas de progreso hacia sociedades más libres y abiertas.

Esta mención está hecha explícita en la necesidad de un “pacto digital” global. Su objetivo es regular la creciente influencia de las plataformas tecnológicas en la política y en los derechos humanos. En su tercer objetivo, que busca fomentar un espacio digital inclusivo, abierto y seguro que respete, proteja y promueva los derechos humanos, se propone “proteger la integridad de los procesos democráticos”. A través de este acuerdo, la ONU busca evitar que las tecnologías digitales sean utilizadas como herramientas de represión, censura o manipulación electoral, especialmente influyentes sobre democracias frágiles.

Sin embargo, ¿acaso pueden las Naciones Unidas, con su estructura actual, realmente garantizar el respeto a los principios democráticos cuando muchos de sus miembros son regímenes autoritarios? No es infrecuente que las declaraciones sobre democracia en contexto de la ONU se refieran a las presiones poscoloniales y al deseo de disminuir la influencia de las potencias fundadoras. Especialmente si son las democracias liberales. El argumento se plantea de este modo: si la mayoría de los Estados del planeta son distintos a la minoría pluralista, la mayoría de la ONU debería apuntalar esa diferencia.

Gobernanza global y soberanía local

Uno de los principales desafíos que enfrenta el Pacto para el Futuro es su implementación efectiva. La soberanía nacional sigue siendo una barrera significativa para la gobernanza global. Pese a que las Naciones Unidas nacen con un espíritu de defensa del multilateralismo, la falta de compromiso de algunos estados miembros, y sus intereses encontrados, son un frecuente obstáculo para su despliegue.

China ha actuado como una potencia colaboradora. Mantiene una actitud usualmente responsable en los foros internacionales mientras sus temas clave no se vean afectados, porque es claro que será protagonista de cualquier esquema de gobernanza global.

Entretanto, Rusia apela a su posición más desestabilizadora. Argumenta en contra del pacto por cuanto ciertas propuestas, como la reforma del sistema de gobernanza digital, pueden amenazar su soberanía nacional. Moscú ha manifestado su oposición abiertamente. Calificó el pacto como una “injerencia disfrazada” en los asuntos internos de los países, usando como ariete la asimetría del “Colectivo Occidental” frente al “Sur Global”. Esta negativa fue acompañada por Irán, Bielorrusia, Corea del Norte, Nicaragua, Sudán y Siria. Para Rusia, cuyo ascendente sobre la ONU no refleja la realidad geopolítica contemporánea, la apuesta contraria a una gobernanza global más fuerte tiene sentido. Activamente promueven un enfoque basado en el respeto a la soberanía estatal como un principio inviolable. Limitan así las capacidades de la ONU para hacer cumplir sus compromisos.

Latinoamericanos en contra

Por otro lado, una tendencia en auge es la expresión del antiglobalismo, ayer de izquierdas, hoy de derechas, en más y más gobiernos. En esa tendencia, destaca la decisión del gobierno argentino y su presidente Javier Milei, de desvincularse del pacto. Lo alineó con presiones globalistas-socialistas de una élite internacional que promueve una creciente intervención de tecnócratas globales en asuntos locales. Lo llamó un “Leviatán de múltiples tentáculos” que va más allá de sus orígenes de promoción de la paz. Y agregha “sido reemplazado por un modelo de gobierno supranacional de burócratas internacionales que pretenden imponerle a los ciudadanos del mundo un modo de vida determinado”. Subrayó que el pacto es “la profundización de ese rumbo trágico que esta institución ha adoptado”.

Otros países de la región, como Venezuela y El Salvador, también mostraron escepticismo en adherirse por completo a la declaración, adoptada sin votación. En el primer caso, el gobierno bolivariano adujo que el pacto estaba alejado de los intereses de los países en desarrollo. En el caso del país centroamericano, su canciller expresó reservas ante la eficacia del pacto. Aunque el controvertido mandatario salvadoreño, Nayib Bukele, no aludió al documento en su intervención ante la Asamblea General, sí diferenció la trayectoria reciente de su país de la realidad de un mundo que a su juicio ha decaído por la desatención a circunstancias locales de los consejeros foráneos.

Dicha sea la verdad, lo que puede parecer un prejuicio exagerado y hasta performativo, muestra una preocupación real sobre el equilibrio entre la autonomía nacional, la indefensión de la opinión local, y la participación en proyectos de gobernanza global, que da credibilidad a los críticos del máximo foro multilateral.

Viabilidad y efectividad

La ONU tiene un historial de promover acuerdos ambiciosos, como los objetivos de desarrollo sostenible. Igualmente, cabe preguntarse si el Pacto para el Futuro será más que un conjunto de aspiraciones nobles. Esto se debe a la relativa efectividad en la implementación de sus acuerdos. Parecen tener éxito solo en la medida que se atan a tendencias ya existentes. En un mundo cada vez más polarizado, donde la cooperación internacional se asume más necesaria que nunca, pero también más difícil de alcanzar, los foros multilaterales enfrentan serios desafíos para garantizar que sus propuestas se conviertan en realidad.

Una de las principales limitaciones será siempre la falta de mecanismos efectivos de presión que asegure que los estados cumplan con los compromisos asumidos. A diferencia de los acuerdos comerciales o los tratados vinculantes, el Pacto para el Futuro dependerá de la buena voluntad de los cambiantes y diletantes gobiernos nacionales. Esta dependencia de la cooperación voluntaria es, en muchos casos, la mayor debilidad del sistema multilateral actual.

Reflexión imperiosa, e imprecisa

A pesar de las limitaciones estructurales y los desafíos geopolíticos, el Pacto para el Futuro representa una visión necesaria ante las tendencias globales más críticas. Es un llamado urgente a la cooperación internacional para abordar problemas que ninguna nación puede resolver por sí sola. Sin embargo, la resistencia de los actores no democráticos y los gobiernos que priorizan la soberanía nacional sobre los acuerdos globales plantea serios interrogantes sobre la viabilidad del pacto.

El éxito final del Pacto para el Futuro dependerá de la capacidad de los Estados para conciliar la tensión entre la soberanía estatal, los intereses de su población y la necesidad de soluciones globales. El camino es incierto, la urgencia de los problemas que enfrenta el mundo no deja otra opción que intentar un cambio profundo y coordinado.

 

 

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