Aveledo: Diálogo entre necesidad y posibilidad
Hay quienes creen que si no cambia todo, no es posible cambiar nada. Esa manera de pensar, muy revolucionaria porque no busca resolver problemas sino la causa de todos los problemas, pospone cualquier avance para cuando llegue el cambio e incluso lo considera condición previa sine qua non. Sin ser idénticos, revolucionarios han sido comunistas, fascistas y nacionalsocialistas; también los teóricos del nacionalismo militar, sea “progresista” como en el Perú de Velasco o de la doctrina de la “seguridad nacional” en Brasil y los países del Cono Sur. La historia nos demuestra los peligros de esa noción.
Peligros para las sociedades que sufren traumas profundos y heridas de difícil sutura o que se quedan esperando por cambios necesarios para su progreso que nunca llegan.
Reformista incurable y posibilista tenaz, no niego los motivos de esa postura, pero siempre prefiero la ruta de ir avanzando cuando y como se pueda, de ir haciendo camino al andar. Es laboriosa, lo entiendo y no está exenta de riesgos, pero tiene a su favor la evidencia histórica de su productividad, por encima de sus fracasos que también ha tenido.
En nuestro caso venezolano que no me haga ilusiones acerca de la magnitud de nuestras dificultades no implica ignorar constataciones irrebatibles. La vía revolucionaria del todo o nada ha fracasado como proyecto desde el poder y no ha dado frutos desde fuera para sustituir a quienes lo ejercen, a menos que valoremos como éxito mantenerse los respectivos actores ostentando una y otra representación, a un altísimo costo para la sociedad venezolana.
De esta crisis salimos los venezolanos entre todos, o no salimos. No es que me engañe acerca de las intenciones del grupo de arriba para aferrarse con uñas y dientes al poder.
Habría que ser muy lerdo para no comprenderlo. Tampoco subestimo la honda decepción en la mayoría venezolana que quiere cambio ante los y las dirigentes de la política que no han podido concretar las expectativas que han generado. Por más ciertas que sean la represión, las manipulaciones y la privatización del cada vez más flaco aparato público en beneficio de los continuistas y su continuismo que lo son, todos esperamos muestras de autocrítica, rectificación y definición de nuevos compromisos creíbles.
Y eso ¿se puede? Mire, hasta ahora parece que no, pero se necesita. Porque la crisis social, económica y política seguirá y empeorará, no obstante una que otra mejoría parcial y difícilmente sostenible, mientras haya desconfianza en las instituciones, descrédito internacional de la República, esté en entredicho el Estado de Derecho y nuestro rasgo predominante sean la incertidumbre o la triste certeza de que no hay salida para Venezuela.
El cambio que necesita el país es muy grande, pero tal vez podamos ir adelantándonos hacia él, con pasos pequeños pero significativos que pueden ser desencadenante de progresos mayores. Eso es trabajo de la política. La antipolítica nos gritará: “Idiota, vendido, es todo o nada”. Pero la política puede y debe, ir encontrando fórmulas practicables para salir de este hueco profundo.
La política, no me cansaré de decirlo, es el arte de hacer posible aquello que es necesario. Ese y no otro, ningún otro, es el desafío de los líderes y de quienes aspiran a serlo.