Aveledo: El Holocausto, memoria imborrable y lección perenne
El pasado 27 de enero, desde 2005, se conmemora por decisión de Naciones Unidas el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto, para recordarnos el sacrificio de millones de personas como una lección de educación a la conciencia que nos prevenga a todos como defensa moral contra el antisemitismo, el racismo y cualquier forma de intolerancia.
La fecha ha sido escogida por ser la de la liberación de Auschwitz-Birkenau en Polonia en 1945. No deja de ser una ironía que aquel acto liberador del campo de exterminio y sus sobrevivientes, lo hicieran las tropas de la URSS, estado que había cometido atrocidades anti-humanitarias con sus propios ciudadanos y lo seguiría haciendo en la post guerra con los suyos y con otros pueblos, principalmente en el centro y este de Europa, hasta el derrumbe de su imperio en 1991, como cruelmente irónico es el lema en hierro forjado a la entrada del complejo “El trabajo hace libre”.
Se conoce como Holocausto o Shoá al genocidio practicado por el régimen nacional socialista del Reich contra los judíos de Europa. Una infernal maquinaria de asesinato sistemático y masivo cuyo punto culminante fue la llamada “solución final”. Al jefe de las SS Heinrich Himmler correspondió la máxima responsabilidad en la planificación, organización administrativa y supervisión de esa política implacable. Los campos de la muerte fueron seis Auschwitz-Birkenau, Belzek, Chelmno, Majdanek, Sorbibor y Treblinka. En el gigantesco complejo de Auschwitz, acaso el más infame, campo de concentración y de exterminio, la operación dirigida con precisión de ingeniería industrial por el Teniente Coronel Hoess hasta 1943, sucedido por los oficiales Liebehenschel y Bauer, asesinaría, además de judíos, polacos católicos como el franciscano Majksymilian Kolbe mártir de la caridad, disidentes, políticos de izquierda, homosexuales y gitanos.
En 2008, gracias a las ventas de mi libro El Dictador. Anatomía de la Tiranía, que el editor y amigo Fausto Masó me pagó, pude cumplir el viejo deseo de conocer Berlín, Praga y Cracovia. Fui con mi esposa y con mi hija menor. Desde la hermosa ciudad polaca a orillas del Vístula hicimos la visita ineludible a Auschwtiz.
Mucho había leído sobre el tema, sobre todo en el libro del historiador de la BBC Laurence Rees, Auschwitz. The Nazis & The “Final Solution”, estremecedor en su objetividad clínica, cuya honestidad intelectual es ponderada por Beevor, autor internacionalmente reconocido por sus obras sobre la II Guerra Mundial, la Guerra Civil Española y la Revolución Rusa. Ninguna lectura o película previa me impactó al punto que lo hizo estar personalmente en aquel lugar, recorrer sus espacios, oír las explicaciones allí donde ocurrieron los hechos que nos avergüenzan como especie humana.
En Cruzando el umbral de la Esperanza, San Juan Pablo II afirma que aquel campo de horror levantado cerca de la que sería su diócesis, es quizás “el símbolo más elocuente del holocausto del pueblo judío” y evidencia los extremos hasta los que puede empujar a una nación “un sistemaconstruido sobre la premisa del odio racial”.
“Auschwitz –dice- no deja de amonestarnos aún en nuestros días, recordando que el antisemitismo es un gran pecado contra la humanidad; que todo odio racial acaba por llevar a la conculcación de la dignidad humana. El bien y el mal crecen en el mismo terreno, el de la naturaleza humana, escribe en Memoria e Identidad Wojtyla que a su inteligencia y estudios unía su experiencia vital de polaco, vivió el nazismo y el comunismo y los consideró “ideologías del mal”. La homologación puede ser polémica, lo admito, pero la realidad histórica es elocuente. En el altar del colectivismo, el estatismo o ambos juntos, se sacrifica la dignidad humana.
Nunca dejemos que se borre de nuestra memoria lo que significó el holocausto, quede para siempre su lección marcada a fuego: la intolerancia es semilla de odio cuya planta produce frutos amargos de dolor, el antisemitismo como todo racismo, es un atentado contra la humanidad entera.