Beatriz Pineda Sansone: El sueño de un mundo unido
La tensión entre dos polos produce un efecto. A este efecto se le conoce con el nombre de vida. Pero toda tensión requiere un tiempo para hacer acopio de fuerzas. Todos los acontecimientos obedecen a una ley rítmica e inmutable, a un oleaje interno, a un flujo y reflujo, a corrientes que avanzan y retroceden y a todo este movimiento de acontecimientos denominamos historia. Una fuerza o polo necesita la resistencia creadora para expandir del todo y manifestar su verdadera dimensión.
Las leyes de la historia son las leyes de los hombres y en cada individuo domina esa dualidad. Podemos designar a ese flujo y reflujo como una fuerza centrífuga y otra centrípeta, o como expresaría la psicología: extroversión e introversión o como diríamos al hablar de moral: altruista y egoísta. Con estos términos se designa a la inconstante tendencia de una parte que desea someter al mundo a nuestro “yo”, y de la otra de preferirlo al propio “yo”. Defendemos nuestro “yo”, toda la particularidad que somos, pero al mismo tiempo establecemos vinculación con el mundo a través de nuestra experiencia, de nuestra particularidad y así disolvemos nuestra individualidad en la comunidad. Los pueblos son personas colectivas. En las naciones notaremos el mismo oleaje: acentuación de la individualidad, enlaces con otros pueblos superiores que les enriquecen, y con ello ceden algo de sí a otros países. Esto explica que en la historia se contrapongan estas dos fuerzas de atracción y repulsión traducidas en la guerra y la paz, en lo concentrado y lo expansivo. En este oleaje se forman corrientes políticas y religiosas que se atraen o disuelven. Vemos así, como a un siglo de paz ocurren años y hasta décadas de enemistad y guerra.
En un momento de desgarramiento nacional y mundial, me propongo afianzar la unidad por encima de las diversas lenguas, culturas e ideas. La primera añoranza que siente la humanidad por una unidad creadora entre los hombres se conservó velada en la niebla de los mitos. Sin embargo, intento recobrar el ejemplo imperecedero que ilumina la unidad de sentimiento, voluntad, pensamiento y vida. Me voy a referir al maravilloso símbolo de la “Torre de Babel”, cuya edificación constituye el mejor ejemplo de unidad. Hombres salidos de lo desconocido, vale decir, la humanidad, se había reunido para construir una obra común. El cielo elevado fue como un acicate y fascinación ante lo inalcanzable, que los llevó a armarse con barro y ladrillos. Comenzaron entonces a levantar una ciudad y una torre cuya cúspide deseaban que llegara al cielo y así se creaban un nombre para la eternidad. Pero Dios, desde el cielo, expresa la Biblia, reconociendo la magnitud del espíritu humano moldeado por Él mismo y la fuerza arrolladora que reside en la humanidad en tanto que es una, decide, para que no se ensoberbeciera y llegase hasta Él, confundir a los hombres con diversas lenguas, de manera que no se entendieran entre sí. De la noche a la mañana, narra la Biblia, encontrándose en pleno trabajo incomprendidos, porque hablaban distintos idiomas, los hombres se enfurecieron unos contra otros y arrojaron sus paletas, ladrillos y herramientas y lucharon entre sí, hasta que, finalmente, abandonaron la obra común para marcharse, cada uno a su patria y ciudad. Allí cultivaron sus huertos y amaron tanto a su país como a su lengua. Vemos entonces, cómo la “Torre de Babel” quedó abandonada y reducida a escombros.
La leyenda, mito o relato titulado “La Torre de Babel”, para muchos insignificante, simboliza la idea de que todo, hasta lo más elevado, es posible para la humanidad siempre y cuando se mantenga unida, y sólo pequeñas cosas como las lenguas y las naciones, que no se quieren comprender entre sí, la dividen. El mito no es sino un sueño que encubre el deseo de los pueblos en común, pues los sueños de un hombre son deseos encubiertos. Ya lo expresó Sigmund Freud, por ello, jamás los sueños de un hombre y de generaciones enteras, están desprovistos de sentido.
Mi nombre es Beatriz Pineda Sansone. Nací en la ciudad de Maracaibo, Venezuela. De niña era inquieta, llena de arrojo. Admiraba a nuestro Arturo Uslar Pietri, quien conducía el programa televisivo Valores Humanos. Su ejemplo ha sido mi norte. Gracias a mis hijas he realizado grandes aventuras a favor de los niños. Creé el Taller Literario Infantil Manzanita que devino en Fundación en 1985. Más tarde, con motivo del nacimiento de un nuevo diario en Maracaibo, fundé Azulejo, el periódico de los niños del diario La Verdad –primera etapa-. Extendí el Programa La Hora del Cuento a centros de arte, museos, universidades, colegios y McDonald’s Padilla de la ciudad con el fin de cultivar en los niños el amor por la lectura, y todas sus destrezas cognitivas, afectivas y psicomotoras.
Más tarde, en 1996, obtuve el título en Filología Hispánica con el premio Summa Cum Laude en la Universidad del Zulia. Cursé estudios de postgrado (2000-2003). Me convertí en articulista de los diarios venezolanos Economía Hoy, Panorama y El Universal.
Soy autora de: Las Memorias del Maestro Ramiro (1979); Desde otro rayo (1992). Universidad del Zulia; Los ojos de la montaña (2011). Entrelíneas Editores, España; La Hora del Cuento. Enseñar a razonar a los niños a través de la lectura de cuentos (2015). Ediciones de la Torre, España; El Principito y los Ideales. Defensa de la libertad, del amor y del razonamiento (2017). Editorial Verbum, España; La Aventura nunca imaginada de un lápiz (2018). Fundación editorial el Perro y la Rana. Venezuela; Una niña de mi edad (2019). Editorial Tandaia, España. Malika, la más pequeña de la manada (2021). Europa ediciones. Roma.
En la actualidad desarrollo una intensa labor a favor de la lectura a través de las redes sociales: @beapinpaz.escritora, los chats Aventuras Literarias y Café Lectura.